Vargas Llosa: los claros oscuros de un genio
Ha fallecido a los 89 años el Premio Novel de Literatura Mario Vargas Llosa. Más de allá de valorar su obra superlativa, no me referiré a su indiscutible calidad en la ejecución de la pluma, dejando esa labor a expertos en el área. Pero ante la magnitud de artistas que trascienden el tiempo y las fronteras, resulta especialmente atractivo conocer y analizar algunos alcances de su vida, que al igual que todos los mortales, contempla claros y oscuros.
Su compatriota Jaime Bayly, también escritor y actualmente hombre de mundo que abandonó el territorio del Rimac para radicarse en Miami, se ha referido a la muerte de Vargas Llosa con profundo pesar. Escucharlo resulta un regalo a los oídos, mezclando en una justa medida la calidez y familiaridad que le entregan décadas como comunicador, un dominio del lenguaje de alguien que escribe con una fluidez natural, y el acento parsimonioso que nos regalan los peruanos al acariciar las expresiones. Sin falsa modestia, Bayly aclara que Vargas Llosa no era su amigo, pero describe los tiempos en que fueron cercanos y cómo el Novel le ayudó a publicar su primera novela cuando daba sus primeros pasos en la literatura, al mismo tiempo de transitar un incipiente sendero en el periodismo. Pero cuando más cerca estuvo de él fue en la campaña presidencial que Vargas Llosa emprendió en 1990 para asumir la primera magistratura de un Perú asolado por una fuerte crisis económica y de seguridad. Bayly le acompañó a varias ciudades y vivenció de primera fuente las bambalinas de una aventura que terminó en derrota ante un outsider llamado Alberto Fujimori. A pesar de ganar en primera vuelta, hubo decepción en las huestes del escritor debido a que las expectativas auguraban un triunfo claro y definitivo, dudando incluso ir a la segunda vuelta. Finalmente, muchos de sus cercanos expresaron que algo se rompió en Vargas Llosa cuando sucumbió de manera clara ante su opositor. Algunos justificaron esto debido a que la imagen del literato se asociaba a la elite, a un indiscutible prestigio internacional, pero sin una clara llegada a los sectores más pobres de un país con muchas carencias. Otros le echaron la culpa a su tecnicismo económico de corte liberal, que contrastaba con el populismo Fujimorista que a la larga trajo los réditos esperados.
Tiempo después, la cercanía entre ambos escritores fue declinando gradualmente, para perderse cuando algunos malos entendidos hicieron surgir interpretaciones que llevan inexorable al abismo, quedando la certeza de estas dinámicas en un segundo plano. Lo que en ese momento resulta un conflicto insalvable, la sabiduría de los años aligera la carga de la afrenta llevando al arrepentimiento.
Lo cierto es que Bayly reconoce que Vargas Llosa fue un genio superlativo, reflejando esto en su novela “Los genios”, una ficción que junta a este Novel peruano con el Novel colombiano Gabriel García Márquez. Si bien ambos se conocieron y compartieron una amistad de años, la anécdota más sabrosa se registró cuando en 1976 (mucho antes que ambos pasaran a la posteridad al recibir el galardón sueco, pero ya siendo reconocidos novelistas a nivel latinoamericanos). En esa ocasión, el Palacio de Bellas Artes de Ciudad de México fue testigo del fuerte golpe de puño que Vargas Llosa le propinó sorpresivamente a “Gabo”, dejándole un ojo morado y restos de sangre en el rostro. Aunque ninguno de los dos se refirió posteriormente al hecho, no volvieron a tener contacto entre ellos, trascendiendo después que el incidente se debió a lo ofendido que se sintió el peruano al enterarse que García Márquez aconsejaba a Patricia Llosa, su prima y ex mujer, de la que se encontraba separado en ese momento. Si algo en realidad pasó o no, sólo lo sabrán sus protagonistas.
Bayly opina que estas dos situaciones, presentar una candidatura presidencia y golpear a su amigo Gabriel, además de su última separación con el que fue el verdadero amor de su vida, Patricia; fueron tres grandes errores que tuvieron un factor común perteneciente a la personalidad del genio: su vanidad. A pesar que personas muy cercanas y queridas le aconsejaron no se embarcara en la campaña presidencial, ya que su calidad de escritor estaba muy por encima de las bajezas de la política, Mario estaba convencido que su fama y reconocimiento le otorgarían una victoria fácil. El precio a pagar no fue bajo: años de merma en su producción literaria y el rechazo de las personas de izquierda que no perdonan la apostasía de desviarse del “camino correcto”, dejando claro que será imposible desde ese momento separar el artista del político. Por otra parte, el exabrupto del golpe resultó un acontecimiento indefendible, más aún cuando no se comprobó nada y se perdió una amistad que revestía un simbolismo único. Finalmente, de sus últimos 10 años vida, 7 estuvo separado de su esposa de toda la vida y madre de sus hijos, arrepintiéndose y volviendo con Patricia, con quién compartió los últimos tres años de su existencia. Bayly expresa que estos tres errores nunca debió haberlos cometido, siendo producto de ese lado oscuro que nos lleva a equivocarnos a pesar de las numerosas señales que nos presenta la vida.
Este análisis, lejos de pretender juzgarlo, lleva a la reflexión; a las preguntas: ¿Vargas Llosa fue imprudente o valiente?, ¿vanidoso o consecuente?, ¿genuino o egoísta? Conocer no sólo su obra, si no su vida, nos lleva de la admiración al genio a la decepción del hombre, pasando desde los claros del artista y las virtudes de la persona a las oscuridades de la naturaleza humana que todos ostentamos. Lo único cierto es que resulta difícil saber quién tiene la última palabra, pero quienes admiramos su obra, le deseamos un muy buen último viaje.