Dinamismo económico o espejismo estadístico
El reciente informe del Banco Central que ubica a Magallanes entre las tres regiones con mayor crecimiento económico del país ha sido celebrado con entusiasmo por las autoridades locales. Un 5,6% de expansión del Producto Interno Bruto durante 2024 parece, a primera vista, una buena noticia. Y lo es. Pero también exige una lectura más fina, una mirada menos complaciente.
En principio, estamos frente una buena noticia para la zona, considerando, entre otros aspectos, que este resultado supera ampliamente el promedio nacional de 2,6%.
El crecimiento, se nos dice, fue impulsado por la manufactura, la construcción y la pesca industrial. Sin embargo, una economía no se mide solo por su capacidad de expandirse temporalmente, sino por la calidad, sostenibilidad y distribución de ese crecimiento. De igual forma, se tiene que analizar con perspectiva cuánto de este dinamismo se traduce en empleos estables y bien remunerados y qué parte beneficia realmente a las pequeñas y medianas empresas locales. También se tiene que dar una mirada a aquellos sectores que no crecen, como la salmonicultura o la pesca artesanal.
Desde la delegación regional, se apela al despliegue de inversión pública, a la histórica ejecución presupuestaria del Ministerio de Obras Públicas, y al Plan de Zonas Extremas. Es cierto que el Estado sigue siendo el principal motor económico de Magallanes – representando cerca del 70% de la inversión-, pero esa dependencia estructural también debería preocupar, pues revela una fragilidad: sin impulso estatal, buena parte de la actividad regional se desinfla.
Tampoco puede pasarse por alto la alta concentración de los sectores que explican el repunte. Las cifras no dan cuenta de la necesaria diversificación de la economía regional y ello lleva a preguntar cuánto margen real existe o qué pasa si se contrae uno de esos rubros clave, como ocurrió en pandemia con el turismo o en años anteriores con la industria energética.
Mientras tanto, los discursos oficiales resaltan el aumento en pernoctaciones turísticas y la presentación de nuevas leyes para agilizar permisos sectoriales. Pero nada de eso reemplaza la necesidad de una estrategia regional de desarrollo de largo plazo, que supere los ciclos de auge y caída, y que no se conforme con cifras positivas si éstas no dan cuenta de una diversificación real de la economía y si no se traducen en bienestar palpable para la mayoría.
El dinamismo económico de Magallanes es, sin duda, una oportunidad. Pero también un espejismo si no va acompañado de reformas estructurales, diversificación productiva y un modelo que priorice el desarrollo humano por sobre la estadística.