¿Qué hay de nuevo, viejo? Y la guerra comercial entre EE.UU. y China
Me pregunto, como lo hacía uno de mis personajes favoritos de mi niñez, Bugs Bunny, qué hay de nuevo en la guerra comercial. Lo anterior, ya que los aranceles no son nuevos, incluso son uno de los impuestos más antiguos, se originaron en la antigüedad, ya se conocían desde la época de los romanos, donde se usaron principalmente como una forma recaudar impuestos y financiar el gasto del imperio. En la modernidad, y focalizándonos en Estados Unidos, ya existían desde las etapas tempranas de la nación norteamericana, siendo el principal tributo hasta inicios del siglo pasado, cuando los aranceles promedio bajaron del 20%, sólo volviendo a subir por algún tiempo en 1930 con la conocida Smoot-Hawley Tariff Act que fue acusada de amplificar los efectos económicos de la gran depresión.
Tampoco son nuevas las alzas o potenciales alzas de aranceles de Estados Unidos a China. Por ejemplo, entre 1990 y 2001 hubo gran incertidumbre sobre potenciales aumentos por parte de los aranceles para las importaciones desde China, ya que el congreso norteamericano amenazaba con eliminar lo que se conocía como “relaciones comerciales normales”, estatus que garantizaba impuestos arancelarios rebajados, similares a países miembros de la Organización Mundial de Comercio, de la cual China aún no era parte. Posteriormente, en el primer gobierno de Trump, también se realizaron alzas de aranceles, pero de forma más acotada que la actual, y que estuvieron acompañados localmente de rebajas de impuestos corporativos, y algunas disminuciones menores de tributos a las personas.
Entonces la pregunta que surge es, qué es nuevo esta vez que los efectos parecen ser tan significativos y negativos. Primero, es la incertidumbre, si bien la discusión de los aranceles en los 90 se llevaba en el congreso, ahora los cambios dependen del poder unipersonal del Presidente de Estados Unidos. La autoridad, se ha caracterizado por realizar anuncios en forma casi semanal, donde muchos de los nuevos anuncios vienen a cambiar drásticamente los anuncios anteriores. Entonces, resulta casi fútil cualquier esfuerzo por predecir el próximo anuncio.
Segundo, es la magnitud, con valores de aranceles llegando en muchos casos sobre el 100%, es imposible que esos efectos no se vean reflejados en alzas de los precios de esos productos, menores márgenes de las empresas importadoras norteamericanas, menores niveles de ventas, o, muy probablemente, una combinación de todos estos efectos. Así, también es esperable, a nivel mundial, menor crecimiento, menor inversión, y en general, peores condiciones en la economía.
Tercero, es potencialmente estructural, existe una probabilidad que estas alzas sean permanentes en el tiempo y puedan llevar a otros países a seguir estas alzas de impuestos arancelarios, muy probablemente buscando dar alivio a la industria exportadora de aquellos países más afectados. Esto llevaría a acentuar y perpetuar las ineficiencias en el suministro de bienes y servicios, perjudicando al bienestar de la población mundial.
Con todo, Chile es uno de los países menos afectados directamente, pero a la vez, es uno de los países más expuestos indirectamente. Por otro lado, las regiones australes, incluyendo Magallanes, sí tienen mayor exposición debido a la importante actividad salmonera, siendo este producto uno de los más afectados de la canasta de exportaciones chilenas. Finalmente, sólo queda prepararse, para distintos escenarios, hacer las tareas, reunirse con empresarios importadores de nuestros productos y como todo problema internacional, que nos una con una voz común y sensata.