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Apocalipsis ¿now?

Por Eduardo Pino Viernes 2 de Mayo del 2025

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Este 30 de abril Netflix estrenó la serie argentina “Eternauta”, que tiene como gran anzuelo el protagonismo de Ricardo Darín. Sin ánimo de spoilers, por lo que si no la ha visto puede leer tranquilamente esta columna, la historia aborda la novela gráfica de Oesterheld y Solano publicada en una saga de fascículos de la Revista “Hora Cero” entre los años 1957 y 1959. Para un verdadero seguidor de la novela gráfica, comic o historieta (puede denominarla como estime más allá de la quisquillosa reacción de algunos); el “Eternauta” reviste un tesoro para este tipo de publicaciones a nivel hispanoamericano, abordando el apocalipsis de la especie humana que hasta ese momento había sido propiedad de la cultura anglo. Ambientada en Buenos Aires, una extraña nieve caída en verano mata a gran cantidad de la población, además de crear una atmósfera entre los sobrevivientes que despertaba lo peor de la naturaleza humana. 

Más allá de las coincidencias, el ojo comercial de su estreno coincide con numerosas especulaciones que han inundado las redes debido a la muerte del papa Francisco. Se citan las de Nostradamus de 1555 en que habla del papa negro y la llegada el apocalipsis o las de San Malaquías en el siglo XII referido a que estaríamos ante la elección del último papa antes que se produzca el fin de los tiempos. Como si fuera poco, estas Mseñaless llegan en un momento de real convulsión a nivel mundial, como es una guerra en plena Europa, conflictos en Medio Oriente o enfrentamientos comerciales y económicos que mantienen en tensión al planeta. Como hecho anecdótico (o quizás no tanto), el inédito mega apagón en la península ibérica hace unos días nos alerta que la fragilidad de los sistemas no sólo se observa en el tercer mundo, además de la excesiva dependencia tecnológica de la que somos cautivas las personas. 

Desde científicos premunidos de sofisticados instrumentos y avalados por el conocimiento experto, hasta tarotistas que vaticinan el destino de esperanzados (o desesperados) parroquianos en el banco de una plaza; tratan de encontrar un sentido a esta enmarañada madeja que parece haberse convertido el mundo en el último tiempo. Lo cierto es que el común denominador de estas distopias apocalípticas se refiere a que más allá de los desastres naturales, guerras, hambrunas e incluso llegadas de alienígenas malvados; el enemigo más peligroso para un ser humano, es otro ser humano.

En tiempos de armonía, abundancia y tranquilidad, el virtuosismo de las personas pareciera aflorar de manera espontánea, sin gran esfuerzo y como respuesta natural ante el equilibrio contextual. Pero abundan las historias en que a pesar de estas favorables condiciones, las personas se las arreglan para expresar su insatisfacción y abrumar a los demás con sus frustraciones, enturbiando la convivencia. La inseguridad ante las amenazas (reales o inventadas), la falta de confianza, lealtad, envidia y un buen número de pecados capitales; se evidencian con tanta o más fuerza que las virtudes y la energía constructiva del amor. En las crisis donde se infiere el peligro, el miedo inhibe el razonamiento que nos lleva a la planificación, el control de las emociones y la adecuada toma de decisiones de la que es principal responsable la zona prefrontal. En las emergencias, en la mayoría de las personas afloran emociones extremas, predominando muchas veces el egoísmo por sobre la solidaridad y la compasión hacia el otro, reflejando lo que el verdadero carácter escondía de manera latente en tiempos de tranquilidad. 

Por mucho que sabemos del funcionamiento mental, integrando estructuras funcionales neurológicas y dinámicas psicológicas inmersas en contextos ambientales y sociales (cuesta dimensionar la complejidad de todos estos factores integrados), llaman la atención los mecanismos de negación e indiferencia ante las verdaderas señales de amenaza que nos entrega la realidad, reemplazándolas por ideologías superficiales, obsoletas, fantasiosas, egoístas, contradictorias e inútiles, confiando en que solucionarán complejos e importantes conflictos de los que resultan ser parte central. 

La idea del apocalipsis puede ser una construcción que a lo largo de la historia nos alerte del enorme poderío destructivo que el mismo ser humano ejerce sobre sus semejantes. Más que llevarnos a la ansiedad y desesperación ante antiguos designios o supuestos castigos divinos, con un determinismo inevitable; debería despertar en cada uno de nosotros la reflexión acerca de cómo podemos aspirar a mejorar como personas, colaborando con los demás, agradeciendo y valorando la vida y la búsqueda de su verdadero sentido. 

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