El atentado de Oklahoma
El 19 de abril de 1995 una explosión destrozó el edificio federal de Oklahoma City matando a más de un centenar de personas, dejando una estela mayor de heridos y una cicatriz inolvidable en el alma de Estados Unidos de ser víctimas y testigos de lo que hasta ese momento creían era lo más terrible que les podía pasar, ignorando que, en unos años más, lo peor estaba aún por venir.
Pero el golpe de aquel día a las 9 de la mañana despertó el motor de los acontecimientos que se inician con la desesperación de los familiares y conocidos que conocían o sabían de alguien al interior del edificio, la intervención de las autoridades, la inevitable pregunta de por qué a nosotros, las múltiples hipótesis del caso alimentadas algunas por el prejuicio, la investigación en curso hasta llegar al descubrimiento revelador y castigo a los culpables que en algo, o quizás en nada, ayuda a cerrar la herida.
Es el mismo trayecto que sigue el documental “Atentado en Oklahoma City; Terror en Estados Unidos” que, exactamente un día antes que se cumplan 30 años del suceso, estrenó Netflix en su plataforma sumándose a las notas, reportajes y documentales del tema – como dato, HBO estrenó el año pasado “Terrorismo Doméstico: El atentado de Oklahoma City”-, dejando claro que por más trágico que sea lo ocurrido, es un material inagotable y que vendrán muchos más.
“Atentado en Oklahoma City: Terror en Estados Unidos” se inicia con las imágenes de una cámara de video casera que deambula juguetona por pequeños pasillos de una oficina y capta los rostros de mujeres trabajadoras en un día común y cualquiera para mostrarlas en su rutina hasta llegar al de Amy Downs que habla por teléfono y su voz, 30 años después, interrumpe la felicidad del momento porque esa juventud ya no la tiene y ahora es una sobreviviente que si está ahí es porque zafó y puede, cuantas veces quiera, contarlo.
Y lo que vemos es la suma de todos los hechos, que se inician con lo que se recuerda de aquel día antes que la explosión lo cambiara todo, avanza con la investigación del caso y el juicio para condenar a los culpables. Y en el prólogo del documental alguien dice que ese día era una hermosa mañana, lo que no es inocente porque advierte y tal vez alecciona que todo de un rato a otro puede cambiar.
Y por eso, como en otros documentales que utilizan el formato del reportaje, “El atentado en Oklahoma City: Terror en Estados Unidos” no tiene la voz en off de un narrador y solo se apoya en las imágenes de archivo, audios y testimonios actuales de quienes estuvieron involucrados de una u otra forma en el hecho, una sobreviviente que vivió en carne propia la explosión, la madre de un niño que estaba al cuidado de una guardería en el edificio, los agentes federales que se hicieron cargo del caso, los rescatistas, policías y periodistas, todos cumpliendo el rol de protagonistas, testigos y, a la vez, víctimas que deciden recordar una vez más, pero ahora más viejos y con un tono de voz que se confunden entre mayor sabiduría o resignación.
“Atentado en Oklahoma City: Terror en E.E.U.U.” no es un relato con pretensiones artísticas en su narración. De hecho, su momento más débil es una secuencia de imágenes con ciertos aires propagandísticos para “un mundo mejor” y que, por la dimensión trágica de lo acontecido, se puede dejar pasar.
Porque es, en definitiva, la reconstrucción de los eventos, uno tras otro, para justamente 30 años después, unirlos en una pieza que utiliza el formato del reportaje y dónde una cosa está clara: No cabe la palabra olvido.