Necrológicas

El Leviatán en tiempos de redes

Por La Prensa Austral Domingo 11 de Mayo del 2025

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Por Cristián Morales C.
Librería Leo el Sur

 

 

Si Thomas Hobbes viviera hoy, no escribiría en pergaminos ni se dirigiría a reyes: se sumergiría en las redes sociales. Allí, en medio de ese océano digital, reconocería con rapidez el diagnóstico que lo hizo célebre: la guerra de todos contra todos. No hay más que observar la violencia verbal, la rabia acumulada y la competencia despiadada por la atención. No hay orden ni acuerdo, apenas reglas que se respeten, y ninguna voluntad de pacto. Cada meme ofensivo, cada publicación incendiaria, parece desgarrar un hilo más del ya frágil tejido de la convivencia.

Han pasado 374 años desde la publicación de su obra Leviatán, y lejos de envejecer, sigue interpelándonos con una intensidad inquietante. Releerla es preguntarse si realmente superamos el estado de naturaleza —ese caos originario sin ley “ni soberano”— o si simplemente lo hemos trasladado del plano físico al virtual.

“La condición del hombre […] es una condición de guerra de todos contra todos (bellum omnium contra omnes)”, escribió Hobbes en el capítulo XIII de su obra. Aunque describía un mundo anterior al contrato social, sus palabras resuenan como si hablara del presente. En la virtualidad, convertida en un nuevo territorio sin Leviatán, imperan la sospecha, la reacción inmediata y la hipervigilancia. Cada quien defiende su opinión como si fuera una trinchera. No hay comunidad, sino fragmentos de tribus digitales en conflicto permanente.

¿Sigue siendo necesario el Estado, ese Leviatán erigido artificialmente para contener el caos y garantizar un mínimo de orden? En una sociedad cada vez más descentralizada y líquida, que se organiza más por impulsos algorítmicos que por mandatos constitucionales, la pregunta ya no es retórica. Y frente a este escenario, urge repensar los fundamentos mismos de la convivencia: ¿puede sobrevivir la empatía en un entorno mediado por pantallas, cámaras y códigos binarios? Tal vez ya no se trate de imponer, sino de persuadir; no de controlar, sino de conectar. Y en ese tránsito, se redefine no sólo el poder, sino también lo que entendemos por comunidad.

Hobbes formuló su teoría en medio del torbellino histórico de la Guerra Civil inglesa, tras la ejecución del rey Carlos I y el ascenso de Oliver Cromwell, quien instauró un régimen sin monarquía bajo su figura de Lord Protector. Era el siglo XVII, un tiempo convulso en el que Europa ardía en guerras religiosas, disputas por el poder y transformaciones filosóficas profundas. En ese contexto, Leviatán no fue sólo una especulación teórica, sino una respuesta urgente a la descomposición del orden político y social.

Pero la filosofía no avanza como una carrera en la que cada pensador supera al anterior. Las ideas verdaderamente profundas no se superan: se reinterpretan, se actualizan, se resignifican. Ningún filósofo sepulta a otro, porque los fundamentos siguen ahí, latentes, esperando nuevas preguntas. La vigencia de Hobbes no está en sus respuestas, sino en su capacidad de hacer visible el conflicto esencial. La guerra de todos contra todos no es un episodio superado, sino un riesgo que adopta nuevas formas. Hoy, su rostro es digital.

Por eso, la pregunta no es si el Leviatán debe seguir existiendo, sino cómo reinventarlo. ¿Puede la inteligencia artificial —esa nueva forma de razón sin cuerpo— asumir el rol de árbitro, de garante de la convivencia? ¿O será, por el contrario, el nuevo monstruo que escapa a todo control?

¿Estamos dispuestos a ceder parte de nuestra libertad a una máquina que prometa orden? ¿O esta vez la desconfianza será más poderosa que el miedo?

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