Necrológicas

Escuelas bajo asedio: el costo oculto del abandono

Por La Prensa Austral Martes 24 de Junio del 2025

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Las escuelas de Magallanes están siendo violentadas. No sólo por los delincuentes que irrumpen en sus salas en busca de equipamiento tecnológico o lo que puedan cargar; también por la indiferencia institucional y la lentitud en la respuesta ante una realidad que se ha vuelto recurrente y devastadora. Robos, incendios, destrucción, vandalismo: palabras que no deberían asociarse jamás a un entorno educativo y, sin embargo, se han vuelto parte del léxico cotidiano para comunidades escolares enteras.

Según cifras oficiales del Servicio Local de Educación Pública, los establecimientos de la región han sufrido pérdidas cercanas a los 20 millones de pesos en los últimos dos años. En algunos casos, como en la Escuela Hernando de Magallanes, se han contabilizado hasta cuatro robos en un solo año. En otros, como la Escuela Pedro Pablo Lemaitre, el fuego arrasó con la infraestructura tras un acto intencionado. Todo esto ocurre mientras docentes y estudiantes deben seguir adelante en condiciones adversas, sin equipamiento esencial, con puertas rotas, salas saqueadas y un sentimiento de inseguridad que cala hondo en su quehacer diario.

El Estado, a través del Slep, ha optado por reaccionar con tecnología: una red de 120 cámaras de televigilancia conectadas a sistemas con inteligencia artificial para 46 establecimientos. Una inversión de más de 72 millones de pesos que, aunque necesaria, llega como una medida tardía y reactiva. Porque el verdadero daño no es solo económico. Es pedagógico, emocional, simbólico. Es el retroceso en el aprendizaje, la desconfianza en el entorno escolar, la angustia de enseñar o aprender en un lugar que ya no se percibe como seguro.

La pregunta es ineludible: ¿Cómo llegamos a este punto? ¿Por qué los recintos educativos, supuestamente protegidos por todos los estamentos del Estado, están hoy expuestos a la violencia, al saqueo, al abandono? Resulta urgente repensar no sólo las medidas de seguridad, sino el sentido mismo de la política pública hacia la educación. Una escuela sin libros, sin computadores, sin paz, no es una escuela. Y ninguna cámara, por inteligente que sea, podrá reemplazar el compromiso humano, sostenido y estructural que hoy parece ausente.

Invertir en vigilancia es un parche; invertir en prevención social, en dignidad educativa y en recuperación comunitaria, es la única vía sostenible. La educación en Magallanes merece más que la resignación ante los hechos consumados. Merece garantías reales de que, pase lo que pase, sus espacios no volverán a ser zona de nadie.

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