“F1”: Fórmula segura
Por Guillermo Muñoz Mieres,
periodista
Estados Unidos, 2025
Director: Jerry Kosinski
Protagonistas: Brad Pitt, Javier Bardem, Damson Idris, Kerry Condon
En salas de cine de Punta Arenas y Natales
Cuenta la leyenda que, cuando los hermanos Lumière presentaron hace 130 años en un café de París su invento llamado cinematógrafo —que proyectaba imágenes en movimiento sobre una tela blanca—, varios de los asistentes huyeron atemorizados al creer que un ferrocarril se les venía encima.
Por supuesto, no era así. Se trataba del corto Llegada del tren a la estación (1895), de apenas un minuto de duración, y que, desde una posición diagonal de la cámara, captaba cómo este medio de transporte se acercaba a los bordes de la pantalla a medida que su imagen se agrandaba.
Ese vértigo, y a la vez magia del cine, es lo que rescata F1, que relata la historia de Sonny Hayes, un ex piloto de Fórmula 1 que estaba destinado a grandes triunfos, pero que un accidente lo dejó fuera de las pistas. Ahora, 30 años después, tiene una segunda oportunidad sobre la Tierra. Para eso, debe crear lazos con Joshua Pearce, un joven piloto que, como él, no ha alzado ninguna copa, es porfiado y sabe que es ahora o nunca, porque su escudería está colista, quebrada y a punto de desaparecer de las grandes ligas.
La película se interna como un cirujano en el mundo de la Fórmula 1 para desmenuzar sus códigos, revelar ciertos secretos y colocar al espectador en el punto de vista de los pilotos al interior de los coches, con pistas que parecen de videojuegos —pero que no lo son— y un despliegue de la competencia por distintos países, con rostros y nombres que ya son más que conocidos, incluso legendarios, en el circuito actual.
Lo que hay es una fórmula que combina acción y espectáculo en grandes dosis. Si hay semejanzas con Top Gun: Maverick (2022), aquella cinta producida y protagonizada por Tom Cruise que —dicen— salvó a Hollywood tras el desastre de la pandemia, no es mera coincidencia: detrás se encuentra el mismo equipo de trabajo, y que, al parecer, ya encontró un método.
Este consiste en contar una historia convencional, ubicarla en un escenario donde lo que importan son los motores, la tecnología de las pantallas, un ritmo vertiginoso apoyado por una banda sonora instrumental y —lo mejor de la película— una fotografía que atrapa el sonido y la furia, obra de Claudio Miranda, un chileno-norteamericano que, como Pedro Pascal, ya alcanzó el Olimpo.
Encima de todo está Brad Pitt como protagonista, quien es además productor de la película. Su personaje recoge algo del carácter de Tristán en Leyendas de pasión (1994) y de Tyler Durden en El club de la pelea (1999), porque es rebelde, transgresor y, sobre todo, más Brad Pitt que nunca.
F1 pasa volando en sus más de dos horas y media de metraje porque tiene clara la película y una fórmula que, por ahora, funciona: acción, espectáculo y un poco de drama.
No siempre va a resultar, porque el cine es un arte que desafía al tiempo y que se encuentra en constante movimiento. Y en eso, ni la Fórmula 1 puede ganar la delantera.