La biodiversidad oculta del fin del mundo: Magallanes y Aysén albergan miles de especies desconocidas
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Investigadora española revela que la región subantártica chilena posee una riqueza biológica que desafía los paradigmas sobre diversidad en latitudes extremas.
Las regiones de Magallanes y Aysén, tradicionalmente percibidas como territorios de naturaleza extrema y limitada biodiversidad, albergan en realidad miles de especies en grupos biológicos que permanecen prácticamente invisibles al ojo humano. Así lo revela el trabajo de la investigadora Laura Sánchez Jardón, quien desde la Universidad de Magallanes y el Centro Internacional Cabo de Hornos (CHIC) lidera iniciativas para catalogar y comprender la riqueza biológica de lo que denomina la región subantártica chilena.
Su investigación desafía conceptos arraigados sobre la distribución de la biodiversidad mundial y posiciona al extremo austral de Chile como un laboratorio natural de valor científico excepcional, donde la influencia antártica modela ecosistemas únicos que requieren urgente atención para su conservación y aprovechamiento sustentable.
Redefiniendo los límites
de lo subantártico
Sánchez Jardón propone una definición ampliada del concepto subantártico que va más allá de las islas tradicionales asociadas a este término. “Para nosotros, la región subantártica incluye la totalidad de la región de Magallanes y también la región de Aysén”, explica la investigadora, quien argumenta que la influencia antártica se extiende mucho más al norte de lo que tradicionalmente se reconoce.
Esta propuesta conceptual tiene implicancias prácticas importantes. Mientras el término “Patagonia” se ha popularizado comercialmente hasta incluir zonas como Puerto Varas, el concepto subantártico permite distinguir científicamente un territorio donde la Antártica ejerce influencia directa sobre el clima y los ecosistemas.
“Subantártico es una manera de distinguirnos y hacer un énfasis en la influencia que tiene la Antártica en este territorio”, señala Sánchez Jardón, quien destaca que los límites naturales varían según el tipo de ecosistema: a los 42 grados de latitud sur para los ecosistemas marinos, y más al sur para los terrestres, donde los bosques presentan características distintivas.
La biodiversidad
poco percibida
El concepto de “biodiversidad poco percibida” es central en el trabajo de Sánchez Jardón. Se refiere a la inmensa riqueza de especies que, por su tamaño microscópico o por tratarse de grupos biológicos poco conocidos, pasan desapercibidas para la mayoría de las personas, incluidos muchos científicos.
Los números son sorprendentes. En hongos y líquenes, la investigadora ha catalogado cientos de especies en cada región. En briófitos (musgos), un grupo particularmente diverso en estas latitudes, los registros superan las expectativas iniciales. Las macroalgas marinas presentan una diversidad de 500 especies, mientras los mamíferos marinos incluyen 237 especies diferentes entre ballenas, delfines y otros cetáceos.
“Uno piensa que habrá 5, 10, 50 especies, y sin embargo son 500, 237. Realmente unos números sorprendentes”, comenta la investigadora, quien destaca que esta riqueza contradice la percepción común de que las zonas frías son pobres en biodiversidad.
Desafiando paradigmas científicos
La investigación de Sánchez Jardón cuestiona el paradigma científico que asocia la mayor diversidad biológica exclusivamente con las zonas tropicales. Si bien esto es cierto para plantas vasculares terrestres, grupos como macroalgas, briófitos y muchos invertebrados marinos presentan su mayor diversidad en latitudes como las de Magallanes y Aysén.
“Tendemos a pensar que la mayor diversidad está en el Ecuador, en el bosque tropical o las aguas tropicales, y esto no es así”, explica la científica. Esta realidad poco conocida refuerza la importancia de estudiar y conservar los ecosistemas subantárticos chilenos.
La investigadora, de origen español, destaca otra característica única de la región: el impacto humano reciente. “Aquí es impresionante que hace apenas 200 años que se viene interviniendo el territorio”, señala, contrastando con Europa, donde son siglos de intervención humana. Esta condición relativamente prístina ofrece oportunidades únicas para la investigación y conservación.
Metodología y
colaboración científica
El trabajo de catalogación requiere una metodología exhaustiva que combina revisión bibliográfica, trabajo de campo y colaboración internacional. Sánchez Jardón ha desarrollado listas comprehensivas para diversos grupos biológicos, desde hongos y líquenes hasta mamíferos marinos y macroalgas.
La investigación se desarrolla en el marco del Nodo Laboratorio Natural Subantártico, una iniciativa que conecta investigadores de múltiples instituciones: Universidad de Magallanes, Chic, Universidad de Aysén y Ciep. “Podamos entre todos hacer un tipo de ciencia que tenga un impacto en el territorio que sea más beneficioso para todos”, explica la directora del proyecto.
Esta colaboración interinstitucional permite abordar la complejidad de los ecosistemas subantárticos desde múltiples perspectivas disciplinarias, fortaleciendo la base científica para la toma de decisiones sobre conservación y uso sustentable de recursos.
Impacto socioeconómico del conocimiento
Sánchez Jardón enfatiza la importancia práctica de conocer la biodiversidad regional para el desarrollo socioeconómico local. El conocimiento de especies nativas versus introducidas, por ejemplo, puede agregar valor a productos locales y abrir oportunidades en agricultura, ganadería y turismo.
“En la medida que conocemos las oportunidades que este ambiente natural tiene, vamos a poder utilizarlas mejor en nuestro beneficio”, explica la investigadora, quien ve en el turismo un sector particularmente beneficiado por el conocimiento científico.
La región recibe visitantes que “gastan mucho dinero en venir hasta aquí a conocer y contemplar estos paisajes”, señala Sánchez Jardón. Comprender qué atrae a estos turistas y cómo conservar estos atractivos se vuelve fundamental para la sustentabilidad económica regional.
Ciencia abierta y transferencia
Los resultados de estas investigaciones están disponibles en Arca, el repositorio institucional de la Universidad de Magallanes, como parte del compromiso con la ciencia abierta. Esta accesibilidad permite que la comunidad científica nacional e internacional acceda a información crucial sobre la biodiversidad subantártica.
El Nodo Laboratorio Natural Subantártico mantiene además presencia en redes sociales, facilitando la divulgación científica y la conexión con la comunidad. Esta estrategia busca “salirnos de la burbuja” académica y generar impacto real en el territorio.
Perspectivas futuras
El trabajo de Sánchez Jardón representa apenas el comienzo de un esfuerzo sistemático por comprender la biodiversidad subantártica. Los microorganismos, por ejemplo, requieren técnicas genéticas y microbiológicas avanzadas que prometen revelar una diversidad aún mayor.
La investigadora, quien transitó desde Aysén hacia Magallanes en los últimos años, mantiene una perspectiva regional integrada que reconoce los vínculos ecológicos entre ambas regiones, fortaleciendo la base científica para una gestión territorial coherente.
Su trabajo posiciona a Chile como líder en el conocimiento de ecosistemas subantárticos, generando información fundamental para la conservación de una biodiversidad única que, hasta hace poco, permanecía prácticamente invisible para la ciencia mundial.




