“Memoria de un bautizo”, proyecto que rescata el masivo bautismo de la familia Coliboro Pérez
La investigación, financiada por Conadi, permite conocer a este grupo familiar huilliche kawésqar y el destino de los cinco pequeños bendecidos en la histórica fortaleza.
Una inquietud personal y un masivo bautizo en Fuerte Bulnes derivó en un proyecto de investigación que unió a Jorge Colivoro Díaz con la escritora Rosamaría Solar. La indagatoria dio vida a “Memoria de un bautizo”, muestra que será lanzada este jueves en Punta Arenas.
La iniciativa rescata parte de la historia de la familia Coliboro Pérez, de la cual Jorge es descendiente, pero con la salvedad de que heredó el apellido con “v”, luego que a su padre lo inscribieran en el Registro Civil así, dejando atrás la “b” del nombre familiar primigenio.
Los Coliboro Pérez, mi familia
“Mi nombre es Jorge Colivoro Díaz y por mi cuerpo fluye sangre kawésqar, huilliche y española. Hace veinte años que investigo la historia de mi familia, oculta entre los canales y poblados de Magallanes. Con mi padre, Humberto, experimenté el silencio que caracteriza a los kawésqar; nunca hablaba de su pasado, porque no lo recordaba o le causaba dolor haber crecido lejos de su familia”.
Así comienza su relato Jorge, quien investigó sobre su grupo familiar y descubrió que, en la década de los 40, su progenitor vivió con sus cinco hermanos y sus padres Braulio y Elena en la bahía de Punta Carrera, cerca de Fuerte Bulnes. Habitaban un rancho cubierto por tablas crudas, retazos de lona y desechos, junto al cual había una choza (at) construida por Braulio para su bisabuela Teresa. Algunas fotos reflejan sus miradas bajas en rostros desganados, sus ropas raídas, su piel quemada por el viento del mar, aferrados a la vida; aun así, muestran con orgullo la bandera de Chile flameando a tope.
Del mar a la tierra
Braulio Coliboro Catepillán de Quellón, mapuche huilliche, fue, como buen chilote, un hábil pescador, lobero y carpintero; era muy requerido para hacer arreglos en Fuerte Bulnes, reinaugurado en 1944, donde se realizaban las campañas militares del regimiento Pudeto. Su mujer, Elena Pérez, era una kawésqar de la península Muñoz Gamero con un pasado incierto, quien vivía con su madre y ya tenía una hija, Dominga. Dicen que Dominga nació de una violación por parte de Juan Gómez, un chilote que tuvo larga descendencia, pues “indígena que veía, la violaba”.
Antes de asentarse en tierra, deambulaban con su chalupa desde Puerto Natales hasta la isla Dawson; en el transcurso de extenuantes jornadas fueron naciendo los niños. Para establecerse, eligieron la bahía de Punta Carrera en el sector de Rinconada Bulnes, frecuentada durante siglos por canoeros y exploradores, protegida del mal clima, con recursos naturales y no muy lejos de Punta Arenas.
En Punta Carrera criaron a sus hijos Pedro, Miguelina, Humberto, Pablo y Belisario, además de Dominga. Cada cierto tiempo, se embarcaban a la caza de lobos marinos, nutrias y todo lo que Xolas quisiera darles.
Vecinos de Fuerte Bulnes
En Rinconada Bulnes, los Coliboro Pérez entablaron amistad con Sofía Alvarado Jaramillo, Félix Illesca Betanzo y sus hijos. Félix era un militar designado por el general Ramón Cañas Montalva para la custodia del fuerte. La convivencia era estrecha entre ambas familias: los niños echaban barquitos al agua, chapoteaban con sus perros, recolectaban conchas, jugaban con fisgas, dibujaban sobre la arena o aprendían a cuerear con destreza, usando cuchillitos de madera que Braulio fabricaba. Los Illesca se preocupaban de que sus vecinos tuviesen ropa y zapatos, siguiendo el principio de que “fueran tratados como un chileno más”, tal como indicaba Cañas Montalva.
Al principio, Félix se sorprendió al encontrar tiendas indígenas vacías, cuyos habitantes llegaron después para establecerse a medida que el tiempo empeoraba. Los kawésqar subían sus canoas tierra adentro, trayendo consigo muchos pescados y mariscos. Permanecían en el área durante meses y luego se quedaron en grupos. Los hombres salían a pescar, mientras las mujeres y los niños aguardaban por ellos.
Una concurrida ceremonia
El domingo 30 de diciembre de 1945 tuvo lugar en la capilla de Fuerte Bulnes el bautizo de los seis hijos de Elena y Braulio, apadrinados por familias puntarenenses de origen croata y español. El evento fue organizado por Frana (Panchita) Cvitanic, dueña de la parcela San Jorge en Agua Fresca. Ella convocó a los padrinos y madrinas de los Coliboro Pérez: Marcos Mladinic y la misma Frana, Jesús Sánchez y Antonia Giner, J. Uyevic y señora, Oliverio Prieto y Carmen Sánchez, Manuel Sánchez y Dinka Cvitanic.
La ceremonia fue oficiada por el padre Martín Marosa, un salesiano esloveno que frecuentaba la parroquia Cristo Obrero. Al son de un acordeón, asaron en la pampa varios corderos. Las fotos del encuentro retratan a los bienintencionados fieles de la iglesia Don Bosco, unidos con el fin de cristianizar y brindar, al menos por un día, algunos lujos a la familia mestiza.
Los recuerdos de Lola
Consuelo Prieto Sánchez, Lola, viuda de Nicolás Mladinic, tenía diez años para el bautizo. Sus padres Oliverio y Carmen apadrinaron a Pablo; también estuvo Nicolás con su familia. Recuerda: “Conocíamos a los Coliboro porque íbamos a Rinconada Bulnes a comprar centolla. Hacíamos un asado y mi papá los invitaba a comer; si tenía para nosotros, tenía para los demás también. El papá (Braulio) era bien cariñoso, atento. Pasamos días fantásticos con los chicos, jugábamos a la pelota y con nuestras muñecas, nos encantaba ir a la playa. Les llevábamos frutas, chaquetas, chalecos tejidos por mi madre. Su casa estaba en la pampita y atrás vivía la abuela en una choza; ella era muy retraída”.
A Lola le impactaron las carencias materiales de la familia indígena, la precariedad de sus hogares, sus gastadas vestimentas. Sin embargo, para el bautizo se vistieron de fiesta, pues “fue pura alegría, los niños ven las cosas de esa manera, los papás estaban preocupados por lo que debían llevar a sus ahijados para que estuvieran arregladitos, cambiaditos, peinados, les entregaron ropa para que anduvieran mejor porque se veían muy mal. Durante la ceremonia cada padrino tenía a su ahijado adelante; al padre Marosa lo ayudó mi hermano Pepe, que era alumno suyo en el Don Bosco. Los matrimonios se preocuparon mucho, después crecieron los chicos y no supimos más de ellos”.
El destino del clan indígena
La lucha contra el mar criando a su prole, mal alimentados y con poco abrigo, duros inviernos en chozas según la tradición kawésqar, todo le pasó la cuenta a Braulio, quien falleció de una insuficiencia cardíaca. Sin recursos, recurren a sus amigos Illesca Alvarado que los acogen temporalmente en Punta Arenas. Luego el clan se va desmembrando.
No existe más información sobre Elena y Teresa, tampoco de Belisario. Se sabe que Dominga llegó a la adultez, radicándose en Puerto Natales. Pedro murió mientras trabajaba en labores de pesca, siendo niño. Alrededor de los siete años, Humberto se fue con una familia de acogida a la población 18 de Septiembre; de allí lo rescataron desnutrido. Pablo corrió la misma suerte. No fueron para ellos los mejores años, pues las carencias afectivas y materiales marcaron sus vidas por ser allegados.
A Miguelina la internaron en el Instituto Sagrada Familia hasta cerca de cumplir los dieciocho, cuando un grumete llamado Francisco Quintul la retira y se casa con ella. Las monjas no le enseñaron a leer, pero aprendió a hacer preciosos bordados.




