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Ciencia desde el fin del mundo

Por La Prensa Austral Martes 21 de Octubre del 2025

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Que Punta Arenas se haya convertido esta semana en sede de la 21ª Conferencia Internacional sobre Algas Nocivas (Icha 2025) no debe ser visto sólo como un hecho académico ni un logro logístico. Es una señal potente del lugar que Magallanes ocupa hoy en el mapa científico mundial. Más de 300 investigadores de 35 países -desde Arabia Saudita hasta Sudáfrica, desde Grecia hasta Francia- se reúnen en el extremo austral para discutir uno de los fenómenos más inquietantes y crecientes del planeta: las floraciones algales nocivas, un proceso que refleja la tensión entre los equilibrios naturales del océano y las huellas del cambio climático.

Organizada por la Universidad de Magallanes (Umag) y el Instituto de Fomento Pesquero (Ifop), con el apoyo de la Sociedad Internacional para el Estudio de las Algas Nocivas, la conferencia sitúa a Chile -y particularmente a nuestra región- como un eje de reflexión científica global. 

No es casualidad que este diálogo ocurra aquí, pues Magallanes ha sido históricamente testigo de los impactos de estas floraciones, que desde los registros de intoxicaciones en 1972 -e incluso desde fines del siglo XIX en comunidades yaganes- muestran la vulnerabilidad de nuestros ecosistemas marinos y costeros.

Hoy, las microalgas nocivas no son un asunto local ni pasajero. Su proliferación, más intensa y frecuente, afecta la salud pública, la biodiversidad y las economías costeras, desde Asia hasta la Patagonia. En ese contexto, que la comunidad científica mundial haya decidido debatir estos desafíos en Punta Arenas tiene un valor simbólico y estratégico, toda vez que aquí se cruzan las corrientes del Atlántico y el Pacífico, los flujos oceánicos que anticipan los efectos del calentamiento global y la cercanía con la Antártica, ese laboratorio natural que aún guarda respuestas sobre la resiliencia del planeta.

Como destacó el rector de la Umag, José Maripani, “la ciencia que se hace en los bordes del mapa tiene la capacidad de ofrecer nuevas miradas sobre el mundo”. Esa afirmación encierra una verdad profunda, pues la investigación que surge desde territorios extremos no sólo observa fenómenos globales, sino que también propone nuevas formas de enfrentarlos. El trabajo conjunto de investigadores como Máximo Frangopulos y Leonardo Guzmán, que encabezan la organización local, demuestra que en Magallanes se ha consolidado una masa crítica de expertos capaces de contribuir a la ciencia mundial desde el conocimiento del territorio austral.

Icha 2025 no es, por tanto, un evento aislado. Es la confirmación de que la ciencia chilena puede proyectarse desde el fin del mundo hacia el mundo entero, con rigor, cooperación y sentido de urgencia. Porque lo que está en juego tras las discusiones técnicas y los modelos predictivos es algo esencial. Es, en suma, la capacidad de anticiparnos a las crisis ambientales que se avecinan, de proteger la vida marina y de mantener el delicado equilibrio entre desarrollo y sostenibilidad.

Que la versión anterior de este encuentro se haya realizado en Hiroshima y la próxima en Aberdeen refuerza la magnitud de lo que hoy ocurre en Punta Arenas: la ciencia global ha venido al sur a escuchar lo que el océano austral tiene que decir. Eso, en tiempos de incertidumbre planetaria, es también una forma de esperanza.

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