El estrés en las personas mayores
El término del año normalmente trae consigo un aumento del estrés en nuestras comunidades, porque a las obligaciones personales y compromisos adquiridos, se suman las celebraciones del término de un ciclo e inicio del siguiente. Esto indudablemente tensiona y afecta a aquellos más vulnerables, pero también el tráfago de fin de año afecta a quienes trabajamos y pone en tensión, a quienes desempeñan empleos u ocupaciones. En esta perspectiva pareciera que los mayores no debieran vivir estos sobresaltos o problemas al no desarrollar una actividad laboral y vivir de una pensión ya asegurada, que implica no desarrollar labor o trabajo asociado. Nada más lejos de la realidad.
En estas fechas, especialmente, el estrés que pueden experimentar o sufrir nuestros mayores es alta. Debe quedar claro que ser mayor en Chile hoy no está exento o libre de vivir factores estresantes que afectan o alteran su vida diaria y obviamente la calidad de vida de ellos.
Es esencial la ausencia de perspectiva u objetivos a desarrollar en la etapa de jubilación, que se torna una preocupación central en los mayores y que impacta más a los hombres que a las mujeres, ya que éstas mantienen y preservan tareas a desarrollar en las labores de casa o en el proceso de crianza o cuidados de nietos; lo que las mantiene más activas y ocupadas, disminuyendo los factores estresantes. No obstante, los procesos de acompañamiento a menores son también una carga y un estresor, si no se aborda adecuadamente por la familia y constituye solamente una transferencia de responsabilidades y tareas a estos mayores. De allí la importancia de planificar y acotar las tareas y responsabilidades que les competen a los mayores.
También es importante factor estresor de los mayores las ansiedades existenciales y asociadas al envejecimiento, siendo lo central la pérdida de autonomía. Ya que necesariamente implicará depender de terceros, ya sea del ambiente familiar si existe la red que pueda contener o la necesidad de salir a buscar ayudas institucionales, que no siempre existen o están disponibles para hacer frente a esta etapa. Pequeños cambios en la funcionalidad o autonomía son vividos como calvarios por los mayores, ante la inminencia de un futuro que presumen no podrán enfrentar adecuadamente, haciendo parecer el mañana como una etapa compleja de planificar o financiar adecuadamente.
En ese horizonte, los cambios, más si están asociados a enfermedades, son asumidos y vividos con temor por los mayores. Por las consecuencias de desequilibrar un precario sistema de vida. Lo que sucede en su entorno social, familiar y redes de amistades también afectan este equilibrio personal, especialmente la enfermedad o muerte de sus más cercanos, toda vez que les recuerda su mayor debilidad para enfrentar estas problemáticas y sus consecuencias asociadas, que en ocasiones son tan o más complejas de resolver. La perdida de redes sociales o de participación también son un frecuente estresor para los mayores, por las mismas consecuencias ya señaladas.
Enfrentar situaciones estresantes y desarrollar cuadros ansiosos no pareciera ser una asociación frecuente en los mayores, salvo que lo hayan padecido antes; punto importante a tener en cuenta por las redes familiares que deben estar atentos en este antecedente. Si lo ha vivido antes lo puede vivir o desarrollar ahora. Teniendo en cuenta que muchos mayores vivieron estos procesos en edades en que la Salud Mental no fue un tema central o importante en los sistemas de salud como lo son en la actualidad. Por eso, en muchos el antecedente no es claro. De allí la importancia de evaluar multidimensionalmente a nuestros mayores, para ir evidenciando áreas o situaciones potencialmente problemáticas que deben abordarse en etapas tempranas. Sólo la evaluación periódica y multidimensional ofrece verdaderas oportunidades para intervenir en el área de la salud, social o psicológico en nuestros mayores.
Es esencial estar adscrito a los sistemas locales que controlan y siguen el envejecimiento en nuestros mayores. Es una buena política pública, que debe complementarse con intervenciones y acciones asociadas a estas evaluaciones en los niveles locales más cercanos a donde viven y se desarrollan los mayores. Es lo que falta coordinar, para actuar localmente en nuestras comunidades, además esta información debe nutrir la acción de los sistemas sociales de una comunidad para dar respuesta a las necesidades de nuestra población mayor. Otra de las tareas, es definir las acciones en salud comunitaria que deben desarrollar los diversos centros de salud locales, y dar respuesta a las necesidades que se evidencian en nuestra población y que son inherentes a vivir en esta región austral.
Los planes y programas deben tener ese sello y diferenciación local. La fuente de información que entregan los mayores en estas evaluaciones periódicas es una fuente de tareas a desarrollar para cada comunidad y merecen el análisis y trabajo local de cada centro de salud o dispositivo social comunitario.
Hay hoy una tarea local y nacional para desarrollar por nuestros mayores. Pero también para las familias y redes sociales de ellos. Todos tienen una tarea por hacer. Pero como muchas veces sucede lo urgente a desarrollar no siempre deja espacio para este trabajo de largo alcance, que finalmente nos debiera ocupar porque es también nuestro futuro y destino, el que estamos construyendo hoy. Mientras antes mejor será, no solo para ellos.