Superó un cáncer para transformarse en un bonachón Viejo Pascuero
Nacido en Talca, el pasado jueves celebró 63 años,entregando regalos a los hijos de los funcionarios del Servicio de
Vivienda y Urbanismo, organismo donde se desempeña hace veinte años, como parte del área de Topografía.
Por Cristian Saralegui R.
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“Las caritas de los niños, que me abrazaban y uno tiene que darse el tiempo para eso, porque tienes que actuar como el personaje y decirles que en esta Navidad, en el árbol que tengan, va a llegar el Viejo Pascuero”
En medio de la vorágine de videos que salieron en redes sociales por el reciente título mundial ganado por Argentina en Qatar, apareció uno en que el escritor, músico e intelectual trasandino Alejandro Dolina reflexionaba sobre la fe poética. Citando al filósofo y poeta inglés Samuel Taylor Coleridge, indicó “que la fe poética necesitaba una interrupción de la incredulidad, que había que ser un poco ingenuo”. Se refería a que en ciertas situaciones como el teatro o el cine, uno debe, “entregarse” a un ejercicio de credulidad, de que lo que está presenciando es real, o que en el caso del fútbol, creer que un triunfo va a mejorar el país, aunque eso sea una mentira.
Este ejercicio es muy útil en la Navidad, porque a fin de cuentas, siempre se dice que el Viejo Pascuero, Santa Claus o Papá Noel no es más que un personaje inventado, pero ¿y si fuera real? A veces la vida demuestra que sí existe, y que podemos encontrarlo de diversas maneras.
Ricardo Acevedo Pérez es un talquino que hizo de Magallanes su hogar hace más de cuarenta años. Vino a cumplir su servicio militar, conoció a su esposa en estas tierras y se quedó para siempre. “Lo que me atrajo fue la tranquilidad de vivir en esta zona. Me casé con Yolanda Cresp Condesa y vamos a cumplir 35 años de matrimonio”, partió diciendo Acevedo, nacido el 22 de diciembre de 1959.
Hace veinte años trabaja en el Servicio de Vivienda y Urbanismo, tras estudiar una carrera técnica en Linares, regresar a Punta Arenas y desempeñarse en el sector privado. “Postulé al Serviu y cumplí los requisitos. Trabajo en la parte específica de Topografía, pero con el tiempo me he ido entregando a otras tareas”.
Este trabajo le permite ser de los primeros en llegar a un área para desarrollar un proyecto habitacional, “ver los terrenos, los deslindes y construir las viviendas. Somos los primeros en llegar al sector, analizar, los planos. Es muy bonito ver eso y entregar finalmente las viviendas”, reflexionó. Así ha visto nacer muchas poblaciones en estos veinte años: “Todo el barrio Chilote, que no era nada. El hecho de ser una ciudad tan austral hemos progresado bastante en los últimos veinte años, antiguamente estábamos muy alejado de las comunicaciones, así que ha cambiado mucho”. El trabajo también se ha modificado, describe, porque “antes era mucho más pesado, pero la tecnología nos ha permitido que los trabajos sean más rápidos, usamos GPS, drones, así que el servicio se ha encargado de ir junto con el progreso”, reflexionó Acevedo, que en paralelo se ha ido capacitando en el uso de estos instrumentos nuevos que van emergiendo.
El Pascuero
Pero, ¿qué tiene que ver toda esta introducción, de la que podría ser la reseña biográfica de cualquier profesional, con el Viejo Pascuero? Mucho, y ahí es cuando Ricardo Acevedo revela el gran dolor y, a la vez, desafío que la vida le puso en frente.
“Todavía estoy en tratamiento. El año pasado me operaron dos veces de un cáncer al estómago, la pasé muy mal, tuve la suerte de estar en el Serviu, donde la jefatura y mis compañeros de trabajo se preocuparon mucho de mí, tanto en lo monetario como en lo moral, de levantarme, llamarme, así que fue un compromiso conmigo que hice de que si para esta Navidad estaba en pie, iba a hacer de Viejito Pascuero. Nunca lo había hecho, en la familia solamente”, confiesa.
Ayudó mucho a que con el paso de los años, su barba se fuera tornando blanca, lo que llevó a que los compañeros de trabajo lo bromearan diciéndole “estái pintao pa Viejo Pascuero”, aunque además, porque “no soy tan alto, el pelito blanco, y porque tengo mucha cercanía con mis compañeros, así que dije, por qué no. Me mandé a hacer el traje”.
Compró los materiales y fue donde una modista. “Salió bien, porque es novedoso, no hay muchos pascueros con este traje. La campanilla, los lentes, me los envió mi hija desde Santiago. Lo que no encontré fue las botas, porque estaban a más de $180 mil, así que para el próximo año, si estamos bien, le diré al Serviu que me regale un par de botas”.
El estreno
Su “debut” fue el pasado lunes, en una actividad de entrega de viviendas en los conjuntos habitacionales Enrique Abello 3 y 4, donde llegó a compartir con el ministro de la cartera, Carlos Montes. “La jefatura me pidió si podía cooperarles y claro, fue una actividad muy bonita, porque la alegría de los niños es tan pura que uno se llena de buena energía. Ahora los niños no son los mismos sí, que te pidan un i-phone, una moto a lo que eran los niños antiguos que te pedían muñecas o autitos. Pero fue bonito también porque pudimos compartir con la gente que recibió sus casas, así que también me pidieron fotos con ellos”.
De su encuentro con el ministro, recuerda que “le dije que a lo mejor para el próximo año íbamos a necesitar un ayudante del Viejo Pascuero, y me respondió que no, que solamente iba a poder tocar la campanilla. Fue muy cercano a la gente igual”.
Aunque lo que más valora fue ver “las caritas de los niños, que me abrazaban y uno tiene que darse el tiempo para eso, porque tienes que actuar como el personaje y decirles que en esta Navidad, en el árbol que tengan, va a llegar el Viejo Pascuero”.
Pese a toda esta energía positiva que va acumulando, Ricardo Acevedo es consciente que aún está en tratamiento, y que “me faltan los últimos exámenes para ver si no me aparecen células cancerígenas, pero sí estamos luchando, tomando remedios y cuidándome. Contento, señor, contento”.
De hecho, aunque las operaciones a las que se sometió fueron exitosas, “el médico me dijo que no me podía decir que no iba a volver y en enero debería tener nuevos resultados, y si Dios lo permite, con esta energía con la que uno se llena”.
Ese entusiasmo de su presentación en sociedad llevó a que con traje y todo, fuera al centro a buscar a su esposa. “Y se juntó harta gente a mi alrededor a pedir fotos y no podía negarme, así que me bajé del auto y compartí con la gente, los más felices son los niños y las mamás, que agradecen la disposición que uno tiene. Yo no lo hago para ganar plata, sino que para celebrar la vida. Chang, discípulo de Freud dice que la felicidad no existe, que es un estado diario. Hoy hay que ser feliz. Yo cumplí 63 años y ya voy de regreso, entonces tengo que ser feliz hoy, porque mañana, no lo sé”, reflexiona.
Una familia unida
Ricardo Acevedo tiene tres hijos. Uno de ellos, Ricardo, más conocido como “Chacho Barber”, por sus locales de estética masculino en el centro de la ciudad. En Santiago está Bárbara, que no pudo venir a Punta Arenas a celebrar la Navidad, por lo caro que están los pasajes aéreos. Y el “conchito” es Benjamín, que acaba de pasar a cuarto medio en el Liceo Juan Bautista Contardi. “Es un chico bueno, amante de la música y el deporte; estamos muy contentos con él, porque apareció de la nada, no esperábamos tener un tercer hijo y nos trajo esa alegría. Somos una familia muy unida, sobre todo en este tiempo de mi enfermedad. Soy bendecido en tener una linda familia”.
Sus hijos celebran su energía, que la ha canalizado también por el deporte, ya sea jugando como entrenando niños en fútbol y practicando paddle, “pero ya estoy en retirada, es difícil jugar con cabros jóvenes, que te pasan por el lado y no alcanzas ni a verle el número de camiseta”.
El mensaje
de Santa
Con todo lo que sufrió en forma particular, sumado a lo que todo el mundo vivió con la pandemia, Ricardo Acevedo, perdón, el Viejito Pascuero, entrega como mensaje final para esta Navidad, “que en la vida todo se puede. La fe, la fuerza, la esperanza. Acercarse mucho más a Dios de lo que uno cree y eso permite que la misma gente que está a tu alrededor, te llene de energía. El amor de la familia y la amistad no tiene precio”.
Una familia que también alcanza a los funcionarios del Serviu. Todavía me quedan algunos años en el trabajo, creo que puedo ser un aporte todavía para el servicio, y mientras la jefatura así lo vea, contento. Y si no, bueno, también sé que cada uno de nosotros tiene un tiempo en cada cosa y se pueden emprender otros negocios”, finaliza ahora sí, Acevedo, que se volverá a convertir en Pascuero para sus familiares más directos.