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Dos años de horror y una luz de esperanza

Por Marcos Buvinic Domingo 12 de Octubre del 2025

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El martes pasado, 7 de octubre, se cumplieron dos años de inicio del horrible drama de Gaza, con el ataque que las milicias del grupo Hamas a Israel en que murieron más de 1.200 personas y unos 250 secuestrados, de los cuáles no se sabe cuántos siguen vivos, y desatando la demencial respuesta de Israel que aniquila al pueblo gazatí con bombas y por el hambre. Las cifras son casi 70.000 muertos, la mayoría de los cuales son niños y ancianos, aplastados en sus casas bombardeadas.

 

Es “el horror, el horror”, tal como terminaba la película “Apocalipsis now”; con la diferencia que esto no es una película sino la cruda y terrible realidad que nos llega cada día en las imágenes de televisión o las redes sociales. Es el horror del genocidio, justificado por el gobierno israelita considerando que todos los gazatíes son potenciales terroristas. Un horror con miles de muertos y heridos, desaparecidos y desplazados, ciudades destruidas y hambre. Llevamos dos años contemplando un horror al que muchos parecen acostumbrarse, volviéndose insensibles ante una estela de sufrimiento imposible de imaginar.

 

Cuando se cumplió un año del genocidio de Gaza, el entonces Papa Francisco habló de la “vergonzosa incapacidad de la comunidad internacional y de los países más poderosos para silenciar sus armas y poner fin a la tragedia de la guerra”. Hoy la situación en Gaza es más grave y trágica que hace un año, pero hay una luz de esperanza en el acuerdo inicial entre Hamas e Israel para detener el genocidio.

 

Las preguntas se suceden una tras otra. ¿Cómo es posible tanto odio y tanta crueldad? ¿Cómo es posible que el gobierno de un pueblo que ha sufrido tanto en la historia, como Israel, sea capaz del genocidio contra los palestinos en Gaza? ¿Para qué sirven las Naciones Unidas y los demás organismos internacionales? ¿Quiénes son los mercaderes de la guerra que están lucrando con estas matanzas? ¿Cómo es posible que el mundo entero contemple este horror, unos acostumbrándose a las noticias, otros en una egoísta indiferencia, otros consumidos en la impotencia? ¿Qué se puede hacer, qué podemos hacer nosotros, usted y yo?

 

Son muchas las aristas de esta barbarie, las que muestran que la humanidad no parece haber avanzado nada desde la época de las cavernas, salvo en que en vez de piedras y palos ahora se utilizan sofisticadas tecnologías para eliminar a los demás. Quisiera sólo referirme a cómo nos afecta a nosotros y qué podemos hacer.

 

En Chile estamos lejos del escenario del conflicto y, quizás para muchos, la locura de este genocidio no va más allá de ser una entre tantas noticias de la televisión. El Papa León ha recordado que “no existen conflictos lejanos cuando la dignidad humana está en juego […] y la guerra no resuelve los problemas, sino que los amplifica y produce heridas profundas en la historia de los pueblos que tardan generaciones en cicatrizar”.

 

Imaginémonos que esto sucediera cerca de nosotros, que Puerto Natales o Chiloé fueran la destruida ciudad de Gaza, ¿qué haríamos? No es fácil imaginarlo y tampoco es fácil decir lo que haríamos, pero ciertamente no nos dejaría indiferentes. Y eso es lo primero que tenemos y podemos hacer: luchar contra la indiferencia en nosotros mismos y en nuestro ambiente, en el mundo globalizado que vivimos.

 

También hay algo que quienes somos creyentes siempre hacemos y debemos seguir haciendo: orar por la paz. Es ponernos en las manos de Dios y desear que los esfuerzos que se hacen en las actuales negociaciones de paz den su fruto y pacifiquen a los violentos. Orar por la paz nos compromete a ser personas pacíficas y pacificadoras en nuestra vida de cada día, ser constructores de paz en la familia, en el ambiente laboral, en la vida de nuestra sociedad, porque “bienaventurados los que trabajan por la paz, pues serán llamados hijos de Dios”.

 

También podemos transferir por internet una donación a las fundaciones que ayudan en el drama de Gaza. Podemos hacer una donación a la Fundación Palestina Belén 2000, a Ayuda a la Iglesia Necesitada (en Gaza hay palestinos que son cristianos y la parroquia de Gaza es un centro de refugio y ayuda, a pesar de lo cual ha sido bombardeada por las fuerzas israelíes), a Médicos sin Fronteras u otras fundaciones humanitarias. Como dice el refrán: “muchos pocos hacen mucho”.

 

Seguramente, muchos de los lectores han cantado la canción de León Gieco: “sólo le pido a Dios que la guerra no me sea indiferente, es un monstruo grande y pisa fuerte, toda la pobre inocencia de la gente”. Bueno, entonces se trata de no ser insensibles ni indiferentes ante la inhumanidad de lo que sucede en Gaza, donde hay mucha hambre, mucho que sanar y mucho que reconstruir.

 

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