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El temible tedio

Por Jorge Abasolo Lunes 28 de Diciembre del 2020
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Mi padre solía decir que una persona aburridora (o tediosa) es aquella que habla cuando queremos que nos escuche. Algo hay de cierto en ello.

El aburrimiento es un fenómeno transversal. Ataca a grandes, chicos, católicos, evangélicos, agnósticos, ateos, colocolinos, demócratacristianos, usureros, peludos, pelados, judíos, palestinos vendedores de Isapres y hasta cesantes.

Cuando me sobreviene un atisbo de ataque de tedio, yo suelo dormir siesta…pues siempre despierto de otro modo y con ganas. Ahora mismo, vengo despertando de una siesta tras escribir esta columna. Desperté con muchas energías y compruebo algo estimulante y encachado: tengo el resto de mi día libre.

Acompañado de mi insustituible soledad. Salto de la cama y prendo la TV, pero me frustro al comprobar que la película que pasan está llena de cortes que impiden seguir la trama de la misma. El film se llama Rocky III y está tan cortado que ni siquiera aparece Sylvester Stallone.

Opto por arrendar una película y vuelvo a casa premunido de un par de cervezas. La película es demasiado sanguinaria. No terminan de pasar los créditos y ya cuento algo así como 125 muertos. Una película -sin duda- demasiado violenta. Un poco más y debo llamar al Gope para que me desactiven el video.

Empiezo a hacer zapping pero me da la impresión de que todos los canales se han puesto de acuerdo para no programar nada interesante. Encuentro sólo teleseries, banalidades al estilo venezolano, donde el tormento y el dolor son la constante. ¡Cómo si los pesares propios no bastaran!

Termino mi cerveza y acerco una silla muy cómoda que tengo al lado de mi velador y decido sentarme a pensar.

Lo único que logro es sentarme. Algunas deudas impagas me impiden pensar, al menos por ahora.

Me voy al baño a probar mi nueva ducha telefónica pero ¡oh, sorpresa! No sale ni una gota de agua, aunque se escucha una voz femenina que dice:

– “Esta ducha está temporalmente fuera de servicio”.

Entonces, opto por quedarme en casa. Es más barato.

Abro uno de varios libros que me esperan en el velador y me quedo absorto con uno de Alone, escrito en 1974, titulado “En la Batalla Política”. He prometido terminarlo esta semana, pues se trata de una notable recopilación de artículos que Díaz Arrieta escribiera en PEC y El Mercurio. Alone escribe bien y desacraliza personas con la facilidad con que uno puede preparar un ulpo. Señala en la página 68 que los políticos geniales y destinados a cambiar el curso de la historia no han sido hombres muy escrupulosos. Pone de ejemplo los casos de Richeleieu, que con los más deleznables procedimientos de la época hizo la grandeza de Francia, el del corrupto Talleyrand, que salvó a su país luego de una cruel tormenta. Cierro el libro y redescubro la verdad sentenciada por Alone. Me quedo lelo, pasmado, ligeramente dubitativo y…pongo esa cara que me acompaña -según dicen los que me conocen- cada vez que algo me pasma en torno a la conducta humana…cuando tengo un cheque sin cubrir, cuando me pasan un parte en carretera o cuando una niña se da vuelta y su cara no coincide para nada con el bello trasero que motivó a endilgarle un piropo.

En fin…no ha sido un día muy especial…pero al menos me ha permitido hacerle un dribling a esa vieja fea, persistente y hostigosa llamada tedio.