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Todos somos migrantes (IV)

Por Marcos Buvinic Domingo 3 de Octubre del 2021

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El impacto de la agresión a familias migrantes en Iquique y la destrucción de sus pocas pertenencias, mientras se gritaba “viva Chile” es una acción de vergonzosa xenofobia (hostilidad contra los extranjeros) cuyas imágenes han dado la vuelta al mundo, y han despertado un rechazo casi generalizado en nuestro país y en el exterior. Pero es a ese “casi” al que tenemos que estar atentos, porque esa acción violenta contra personas en situación de vulnerabilidad no sólo tiene la aprobación de los que la realizaron, sino también de otras personas y grupos que, lamentablemente, también están presentes en nuestra ciudad de Punta Arenas.

Fíjense, estimados lectores, que es la cuarta vez que escribo una columna con este título “Todos somos migrantes” -las veces anteriores fue en 2016- recordando la perogrullada de que en nuestra región todos somos migrantes, salvo los pocos sobrevivientes de los pueblos originarios de la Patagonia. Acá, todos somos migrantes o descendientes de migrantes que llegaron a estas tierras atraídos por las posibilidades de trabajo y un mejor porvenir para ellos y sus familias.

En Magallanes tenemos la experiencia de una historia migratoria y de la creación de una sociedad multicultural como un componente esencial de nuestra identidad regional. Esto nos enorgullece a los descendientes de croatas, chilotes, suizos, españoles, italianos, indianos, ingleses, franceses, griegos y nortinos. La Plaza de las Banderas, en la entrada norte de la ciudad, es un símbolo de nuestra historia migratoria y de nuestra identidad multicultural.

A pesar de esta realidad evidente, también entre nosotros ocurre que -como dice el refrán- la vaca se olvida que fue ternera. En el 2016, un habitante de nuestra región -con apellidos que señalan que pertenece a una familia de migrantes- en un programa de televisión regional arremetía contra los migrantes que llegaban a nuestra región -en ese tiempo principalmente colombianos y haitianos- porque “son tan distintos, son de otra raza, son de otra cultura”, ¿lo recuerdan? Y en el 2017 aparecieron, en distintos lugares de nuestra ciudad, panfletos y carteles contra los migrantes de países latinoamericanos que llegan a nuestra tierra, ¿se acuerdan?

La actual crisis migratoria es signo de la indolencia y negligencia de las autoridades de los gobiernos y parlamentarios para manejar este problema del Estado, es un problema que se arrastra por años y pasando de un gobierno a otro. El gobierno anterior no enfrentó el problema y dejó la puerta abierta para una migración sin regulación (¿se acuerdan que en ese tiempo incluso se creó una línea aérea que traía personas haitianas en vuelos que llegaban en las noches al aeropuerto de Santiago?), y el gobierno actual tampoco ha tenido la capacidad para enfrentar la actual avalancha migratoria, acogiendo e integrando a los que llegan y ordenando la vida de las comunidades.

La migración es una situación siempre dolorosa y, al mismo tiempo, cargada de esperanzas de empezar algo nuevo y mejor. Migrar no es un delito, sino que es un derecho humano para buscar una vida más digna y mejor, así como de huir de situaciones desesperadas o de violencia. Como acaban de decir los obispos de la Iglesia Católica: “Todos estamos de acuerdo en que la migración debe ser regulada, pero regular no es lo mismo que prohibir o hacerla imposible inflexiblemente. La migración no debe ser vista sólo como una amenaza, sino como una oportunidad para construir un futuro de paz”.

Necesitamos con urgencia una legislación que no sólo regule adecuadamente el ingreso y permanencia de personas migrantes, sino que facilite las relaciones sociales, laborales y culturales entre chilenos y extranjeros, de manera que se pueda  aprovechar para el bien de todos lo que cada uno aporta y, también que sancione a los ciudadanos, autoridades, empresarios, vecinos, políticos y medios de comunicación que estigmaticen, ofendan, exploten o trafiquen con hombres y mujeres a causa de ser extranjeros o de otra raza. Lo que ha estado ocurriendo con la violencia xenofóbica, con la legitimación de comentarios racistas y acciones de discriminación no es algo que hable mal de los migrantes, sino que habla muy mal de nosotros mismos, porque todos somos migrantes o descendientes de migrantes.

Si aún le quedan dudas de que todos somos migrantes, copio aquí un twitter que recibí hace un par de días acerca de los apellidos de los candidatos para ser presidente de Chile: “Artés, catalán; Boric, croata; Ominami, japonés; Provoste, francés; Parisi, italiano; Sichel, italiano con influencia alemana; Kast, alemán”. Todos somos migrantes.