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Navidad

Por Juan Francisco Miranda Jueves 24 de Diciembre del 2020
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Hace más de 2000 años, Jesús nace en un establo junto a sus padres, que iban hacia tierra lejanas perseguidos por un imperio, buscando la posibilidad de sobrevivir. Si fue un 25 de diciembre o en otra fecha poco importa, pero es un hito que cada cual interpreta, conmemora o celebra a su parecer, y más aun en tiempos donde la materialidad es más visible que la espiritualidad, es muy importante darse un momento íntimo, personal, que pueda motivar una reflexión y una pausa.

Cuando uno es pequeño, la ilusión de un día donde se reciben regalos por una figura mítica es algo que se espera con ansiedad. Cuando uno va creciendo el sentido va cambiando, y si se tiene el don de la fe más aún. Para los menos creyentes, o los más escépticos, el hito es un momento para estar con la familia en torno a una mesa de tamaño cambiante, pero que con el pasar de los años va dando cuenta cómo también cambian muchos rostros. Surgen los recuerdos, las emociones, la nostalgia, alegrías y también algunas tristezas. Las fechas de fin de año vienen a tocarnos esa fibra amarrada al corazón que es necesaria sacar a ventilar y no asfixiarla con consumismo.

Los buenos deseos y parabienes siempre son bien recibidos. Más todavía en un año duro y triste para millones de seres humanos como este 2020 marcado por la pandemia, las cuarentenas y la imposibilidad de estar con todos los seres queridos. Aunque sea por un pequeño momento siempre es bueno agradecer lo que se tiene, pues como dice mi amigo Felipe Berríos “éramos millonarios y no lo sabíamos, pues podíamos tocarnos, abrazarnos, besarnos, estar con los seres queridos…”, y ahora que no podemos o tenemos limitaciones, nos damos cuenta de lo importante que es para un ser humano acompañarse, compartir, y encontrarse.

Dicen que falta mucho para salir de la pandemia, pero en estos días donde para los cristianos renace la esperanza, es también una oportunidad para volver a creer en nosotros, en uno mismo, en la humanidad. Pues este año también nos ha demostrado que existe solidaridad, amor, fraternidad, y necesidad de más equidad y justicia social. Son muchas voluntades y corazones que en forma anónima y silente han estado ayudando y cooperando con familias como la del Nazareno. Son muchas las voces, y crecientes, con el mensaje de que es posible una sociedad mejor y que existe la urgente necesidad de construirla.

También este año nos ha demostrado que por más riqueza que se tenga nadie está inmunizado, pues en las grandes tragedias no hay seguros garantizados y personas con riqueza igual mueren, y que los efectos no son siempre inmediatos, ya que aún no se dimensionan los daños en la salud de las personas ni en la economía familiar, ni los daños en la forma de relacionarnos y comunicarnos.

Cuando el calendario nos va diciendo que el año termina, la Navidad que nos recuerda que renace una esperanza, y nos podemos dar un espacio para agradecer, amar, reflexionar, hacer una pausa y respirar profundo, podemos también hacer surgir las energías ancestrales que nos conectan con la naturaleza y el Creador. Pues somos parte de algo mayor de donde venimos y que inevitablemente regresaremos. Lo maravilloso de estos días es que nos recuerdan que podemos hacer de nuestro mundo un lugar mucho mejor, y que el esfuerzo está en hacer que todos los días los vivamos siendo mejores, pues así los tiempos serán mejores, y eso es bueno para todos. ¡Feliz Navidad y Feliz Año Nuevo!