Necrológicas

Juan Carlos Aguila: el samaritano que fue capaz de convertir las flores en canastas familiares

Domingo 7 de Agosto del 2022

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Los deseos que se piden en vida, los familiares se encargan de concederlos. Y Juan Carlos Aguila Guerrero, el “gran samaritano” siempre dijo que al fallecer no quería flores, sino víveres para armar canastas y entregarlas a los más necesitados.

Al final esto fue una realidad. Con mucho orgullo la viuda, Lorena Medina Colivoro, mostró ayer el fruto de lo recolectado durante el funeral y con ello pudo cumplir el deseo de su esposo.

“Juan Carlos era de la idea de que, el día que muriera en vez de flores la gente llevara a su funeral alimentos no perecibles para después ir en ayuda de gente que tanto lo necesita. Y eso nosotros, como familia, lo respetamos”.

El jueves terminaron de hacer la recolección y con lo que recibieron pudieron armar 65 cajas con víveres. Además dejaron un excedente para las 11 familias pertenecientes a la Comunidad San Juan XXIII, donde Lorena y su marido han participado siempre los días domingo. 

También dejaron algunos alimentos específicos para el Oratorio Jacinto Bocco, donde Juan Carlos siempre participó. Y también para la agrupación Puro Corazón y otros víveres para Manos Comprometidas.

Lo restante, las 65 cajas con alimentos, quedaron en la sede de la Agrupación Redes de Voluntarios (Arevol) a disposición de quienes lo necesiten, en calle Botánico Carl Skott Sberg Nº490, casi esquina Manuel Aguilar.

Murió a los pies
de la Virgen

Juan Carlos Aguila falleció el sábado 30 de julio. Ese día, a las 8,20 horas, el obispo Bernardo Bastres lo encontró sin vida frente a la gruta del Instituto Sagrada Familia, en calle Mejicana. Y dio aviso inmediato al Samu y Carabineros.

La esposa recordó que ese día su marido salió temprano a correr, como solía hacerlo habitualmente.

“Le gustaba trotar y uno de sus circuitos era pasar por la gruta, porque después se iba hasta Colón, subía a España y de ahí volvía a la casa, por el río de las Minas o por Capitán Guillermos, dependiendo de los perros que encontrara en el camino”.

“Ese día, rezando en la gruta fue que le vino el infarto fulminante. No había nada que hacer, como me lo dijo la doctora del Servicio Médico Legal”.

“Para nosotros como familia es muy significativo que muriera rezando a los pies de la Virgen, y que la última imagen que se llevó fue la de María. Para nosotros, como familia, es lo máximo que puede pedir un cristiano de corazón”, indicó Lorena, madre de un pequeño de 7 años de edad y de una hija mayor de 23 años.

“Las muestras de agradecimiento y amor son tangibles y están en cada una de las cajas que pudimos armar gracias al amor y cariño que sembró durante tantos años”, expresó.