Estrategia contra la plaga del castor considera sistema de alerta temprana
En el marco del proyecto Gef Castor se realizó reunión online en la que se abordó el trabajo que se desarrolla para controlar al invasor presente en la región desde hace más de 50 años.
Recolectar información histórica de la especie, generar un modelo de dispersión y zonificación adaptativa capaz de predecir el avance del castor en el continente y generar un sistema de monitoreo y alerta temprana, son los principales pilares para disponer de un soporte geográfico que ayude a ejecutar acciones concretas a futuro, es propuesto por el proyecto Gef Castor que se ejecuta en Magallanes para contrarrestar el avance de la plaga.
El castor es un roedor exótico, natural de Canadá, que se transformó en plaga en los últimos 50 años en Tierra del Fuego. Ya alcanzó la zona norte de la isla donde no hay bosques, pero sí ríos en cuyas riberas está construyendo sus madrigueras. Sólo en la isla se estima que su población fluctúa entre 70 mil a 100 mil ejemplares. También se han detectado ejemplares en el continente, especialmente al sur de Punta Arenas.
Entre los profesionales que trabajan en este problema hay consenso que este roedor ha demostrado que ha cambiado su hábito a medida que su población se ha expandido por la región. Se supone que los primeros castores cruzaron el estrecho de Magallanes a comienzos de los 70 cuando se avistó uno al sur de Punta Arenas, aunque el primer ejemplar atrapado con trampa ocurrió en 1994 en laguna Parrillar, 40 km al sur de la ciudad.
Por ello que despertó interés la reciente reunión online que organizó el Colegio de Médicos Veterinarios de Magallanes y cuyos asociados escucharon al asesor técnico del proyecto Gef Castor, Jonathan Lara, quien abordó los impactos de la especie invasora y la forma en que trabajan para generar una estrategia de gestión.
Jonathan Lara, quien dijo que las especies exóticas invasoras son la segunda causa de pérdida de biodiversidad en el mundo, expresó la importancia de enfrentar el impacto del castor para proteger los singulares ecosistemas subantárticos de la Patagonia chilena.
Sostuvo: “23 mil hectáreas de bosque han sido impactadas por el castor, lo que es especialmente importante en el caso de los bosques de protección, considerando que el 98% de los ríos de Tierra del Fuego está ocupado por castores”. La presencia del castor, además, es un facilitador para el ingreso de otras especies de flora y fauna introducidas.
El castor ha provocado pérdidas por 73 millones de dólares, como lo reveló la valoración socioeconómica de impacto del castor que elaboró la Universidad de Chile en el marco del proyecto Gef Castor.
Además, investigadores de la Facultad de Ciencias Veterinarias de la misma casa de estudios documentaron por primera vez en Chile la presencia de Giardia spp. y Cryptosporidium spp. en castores. “La Giardia spp. es conocida en el hemisferio norte como Beaver fever (fiebre del castor), y afecta a quienes toman agua en vertientes de río. Causa problemas gastrointestinales como diarrea que, de ser prolongada, puede ser de graves consecuencias para población vulnerable o inmunodeprimida”, explicó Lara.
Los asociados a Colmevet, tanto de Magallanes como de otras regiones, pudieron conocer cómo el proyecto “Fortalecimiento y Desarrollo de Instrumentos para el manejo, prevención y control del castor (Castor canadensis) una especie exótica invasora en la Patagonia chilena”, conocido como Gef Castor, trabaja para generar una estrategia de gestión.
Sistema de alerta
Los participantes conocieron las herramientas tecnológicas que están desarrollando para orientar el trabajo técnico necesario para el manejo de la especie.
El proyecto, dijo Jonathan Lara, generó un complejo y robusto sistema que se basa en cuatro pilares fundamentales: Recolección de toda la información histórica sobre la especie para generar una base de datos única que ya almacena más de 35 mil registros. El segundo componente apunta a generar un modelo de dispersión y zonificación adaptativa capaz de predecir el avance del castor en el continente. El tercer pilar es la generación de un sistema de monitoreo y alerta temprana. Todo lo anterior se desplegará sobre un soporte geográfico destinado a que los tomadores de decisiones puedan disponer de una información sistematizada y organizada que oriente las acciones a ejecutar.
Olivia Blanck, presidenta del Colegio de Médicos Veterinarios en Magallanes, resaltó la importancia de esta instancia de capacitación, pues releva el concepto “una sola salud”, según el cual la salud humana y la sanidad animal son interdependientes y están vinculadas a los ecosistemas en los cuales coexisten.
Durante el webinar se debatió y analizó la experiencia de las distintas iniciativas de gestión desarrolladas a lo largo de los años, junto con las conclusiones preliminares derivadas de la ejecución de intervenciones piloto realizadas por el Gef Castor en la reserva Laguna Nacional Laguna Parrillar, en el Parque Karukinka y en la cuenca del río Marazzi.
Blank destacó la necesidad de que las acciones de control del castor y otras especies invasoras no afecten a especies nativas con las cuales cohabitan. Subrayó la importancia de resguardar al canquén colorado, clasificado como especie en peligro de extinción,
Cristóbal Arredondo, investigador asistente del programa de Conservación Terrestre de Wildlife Conservation Society (WCS), precisó que uno de los resultados de las experiencias piloto será la elaboración de un manual que recomendará una metodología al respecto, estableciéndose una línea base y colocación de cámaras trampas en los lugares donde se cree que hay una especie que deba ser protegida, por ejemplo, el coipo en laguna Parrillar.
Nicolás Soto, encargado regional de recursos naturales renovables del Sag Magallanes, acotó que existen ciertos aspectos que son favorables al momento de definir estrategias de acción. La especie está reconocida como dañina en la Ley de Caza y su reglamento, lo cual entrega las bases legales que permiten aplicar los programas de control. Es una especie con estrategia reproductiva tipo “k” (reproducción lenta) con un evento por año y con pocas crías cada vez, lo que representa un antecedente muy importante al momento de evaluar la factibilidad técnica y económica de su control.