Todos hermanos
“Todos Hermanos” (“Fratelli tutti”) es el título de la carta que el Papa Francisco firmó el domingo pasado sobre la tumba de san Francisco de Asís, acerca de la fraternidad y la amistad social, dirigida a todos los hombres y mujeres del mundo, pues “todos somos hermanos”.
Es una carta escrita en un momento de crisis de la humanidad, no sólo por la pandemia del coronavirus, sino también por las crisis sociales y políticas que dan la vuelta al mundo, y por la compleja situación del cambio climático y la crisis ecológica que vivimos por haber maltratado nuestra “Casa Común”.
Lo que nos dice el Papa Francisco es que en medio de las “densas sombras” (n° 54) hay lugar para la esperanza. Esas densas sombras que son “como una guerra mundial en pedazos”, en la que el ser humano con su tecnología ha traído tantos cambios benéficos para la humanidad, pero también ha traído la sombra de la autodestrucción, en un tiempo en el que no existe un proyecto común para la humanidad (n° 18).
La crítica situación que vivimos ha hecho crecer “la conciencia de que o nos salvamos todos o no se salva nadie” (n° 32); estamos todos hermanados en la prosperidad y en la desgracia. Por eso, el Papa Francisco pretende que su carta sea “una humilde contribución a la reflexión para que en las diferentes formas de eliminar o ignorar a los demás, podamos reaccionar con un nuevo sueño de fraternidad y amistad social” (n° 6). Se trata, pues, de superar los temores de la amenaza global (sanitaria, económica, política, ecológica, etc.) cultivando una visión esperanzada de que podemos y debemos cambiar el rumbo. Estamos en el momento preciso para dar el paso de ser una cultura técnico-industrial, economicista e individualista, a una cultura de la solidaridad, de la preservación y cuidado de toda vida humana y de la Casa Común; tal es la esperanza a la que todos los seres humanos estamos llamados.
Para esto, el Papa nos recuerda la “parábola del buen samaritano”, en la que el Señor Jesús, respondiendo a la pregunta acerca de quién es el prójimo, cuenta la historia de un hombre que ha sido asaltado y dejado botado en el camino, ante el cual pasan de largo un hombre religioso y un letrado importante, mientras quien se detiene a ayudarlo es una samaritano, que eran enemigos de los judíos. Jesús termina la historia diciendo, “anda y has tú lo mismo”, y el Papa nos pregunta directamente: “¿a cuál de ellos te pareces tú?” (N°64).
Todo esto no es una visión ingenua o una especie de “buenismo” frente a la seriedad de las situaciones sociales, sanitarias, económicas y ecológicas, sino que para tomarlas en serio hay que comenzar “desde abajo”, desde los pequeños y los movimientos sociales, y dice el Papa: “es posible comenzar de abajo y de a uno, pugnar por lo más concreto y local, hasta el último rincón de la patria y del mundo […] Busquemos a otros y hagámonos cargo de la realidad que nos corresponde sin miedo al dolor o a la impotencia, porque allí está todo lo bueno que Dios ha sembrado en el corazón del ser humano. Las dificultades que parecen enormes son la oportunidad para crecer, y no la excusa para la tristeza inerte que favorece el sometimiento. Pero no lo hagamos solos, individualmente” (n° 78).
Porque nos hermana la condición humana y la búsqueda de mejores soluciones, el Papa señala que “incluso en la política hay lugar para el amor con ternura: los más pequeños, los más débiles, los más pobres; ellos deben comprendernos y tienen el ‘derecho’ de llenar nuestra alma y nuestro corazón; sí, son nuestros hermanos y como tales debemos amarlos y tratarlos de esta manera”(n° 194).
Las reflexiones que el Papa Francisco ofrece a toda la humanidad nos dicen que la solidaridad es uno de los fundamentos de todo lo humano y de la sociedad como tal. Todos estamos convocados a ir haciendo en nuestra vida los cambios necesarios para ir dando forma al sueño de fraternidad universal que todos llevamos dentro, todas las religiones e ideologías, todas las culturas.
Todos estamos convocados para que “soñemos como una única humanidad, como caminantes de la misma carne humana, como hijos de esta misma tierra que nos cobija a todos, cada uno con la riqueza de su fe o de sus convicciones, cada uno con su propia voz, todos hermanos” (n° 8).
En este tiempo de confinamiento por la pandemia y cuando estamos por cumplir un año del estallido social que ha conmocionado a nuestro país, y a unas semanas de decidir acerca de cómo queremos que sea Chile, a través de una nueva Constitución, la lectura de la carta del Papa Francisco es una buena oportunidad de tomar en serio las cosas importantes de la vida. Busque, usted, en internet la carta del Papa Francisco y la encontrará inmediatamente.