El otro estallido
Hoy, 18 de octubre, se cumple un año del llamado “estallido social” que conmocionó la muy aparente tranquilidad que parecía vivirse en nuestro país. No pretendo hacer un análisis de este importante fenómeno social y cultural; sin duda, otros pueden hacerlo con mayor propiedad y pertinencia; más bien, quisiera poner la atención en algunos aspectos del camino que necesitamos recorrer como pueblo y nación para enfrentar las causas del estallido social.
Después de un año es difícil encontrar personas -aunque las hay- que simplemente quieran volver a lo que vivíamos antes, porque se pensaba que todo estaba bien y caminábamos hacia una mayor prosperidad general, aletargados en el sopor del consumo y adormecidos en sus ilusorias promesas de bienestar. El estallido social ha ido despertando una conciencia más esclarecida de la odiosa e injusta inequidad que vivimos: la de un país que es bueno sólo para algunos, y cuyo resplandor oculta a todos los postergados, vulnerados y marginados del bienestar que goza un sector de la sociedad. Este despertar de la conciencia social es el que nos abre camino hacia un futuro que puede ser mejor para todos, más inclusivo y equitativo.
Lo que nos complica -a la inmensa mayoría de las personas y grupos- es la violencia, y por estos días muchos andan temerosos de lo que puede pasar en este aniversario, pues la legitimidad de las protestas no avala ni justifica la violencia y la destrucción de bienes de servicio público. De la misma manera, la violencia represiva ha dejado un triste saldo de muertos, mutilados y personas mucho más enrabiadas, ¿acaso el Estado no tiene otra forma mejor de responder y mantener el orden público?
Lo que ha quedado casi intocado son las causas del estallido social. En medio de la pandemia es poco o nada lo que se ha hecho para enfrentar las causas de la injusta y odiosa inequidad de nuestro país. También es cierto que, dentro de pocos días, iremos a votar si queremos una nueva Constitución qué, como ley fundamental, permita distribuir mejor las diversas formas de poder y hacer un país del modo que responsablemente lo decida la mayoría de la población.
Precisamente por eso, porque las causas del estallido social siguen allí, intactas, y porque tenemos que tomar decisiones importantes para nuestro futuro como país, es que necesitamos crecer y profundizar en el otro estallido, en el estallido de la conciencia.
Para dar pasos responsables y coherentes necesitamos que frente a la indiferencia y el egoísmo estalle una viva conciencia social, una conciencia de que “nadie se salva solo” -como ha repetido el Papa Francisco-; una conciencia social que permita superar los miedos que encierran a algunos en su pequeño mundo de bienestar y a otros en el temor a actuar. Necesitamos que frente a la inequidad crezca un incontenible deseo de justicia, de manera que nos anime un anhelo sin límites de una vida justa y buena para todos (“bienaventurados los que tienen hambre y sed de justicia”, dice el Señor Jesús). No habrá nada nuevo para nuestro país, para cada uno de nosotros y para nuestras familias, si ante las postergaciones de todo tipo que sufre una gran cantidad de chilenos, no estalla una viva conciencia de ponerlos en primer lugar y comenzar por ellos y con ellos (“los últimos serán los primeros”, dice el Señor Jesús); y tampoco habrá nada nuevo si frente a la corrupción no estalla la decisión de trabajar seriamente en rehabilitar la política, esa buena política que se ocupa del bien común con seriedad, responsabilidad, sobriedad, con diálogo que aúna voluntades y con sentido ético.
Este es el otro estallido que necesitamos, que despierte y se acreciente en nuestra conciencia el deseo de hacer un país justo y bueno para todos, una “dulce patria” que parezca -un poco más- una “copia feliz del Edén”.
El necesario estallido de la conciencia no surge solo, sino que se forma y se informa. La conciencia social es fruto de convicciones que se arraigan por la educación y formación, por la reflexión y la acción junto a otros. La conciencia social que mantiene viva la capacidad de buscar y construir lo nuevo tiene ahora uno de sus momentos claves para la vida de cada uno y de nuestro país. Si acaso estaremos a la altura de este desafío es algo que sólo lo podremos ver si caminamos hacia lo nuevo y mejor para todos, aprendiendo a pensar y actuar como un “nosotros”, en lugar de mirar -simplemente y egoístamente- los puros intereses individuales.