Magallanes, a un año del inicio de las manifestaciones sociales
Aunque la mecha se instaló en Santiago y la bomba explotó en las estaciones de Metro, tras el alza del pasaje de este transporte público capitalino, el descontento social era mucho más amplio en el país. Reflejó un hastío con un sistema en el que la salud, la educación, las pensiones, el agua, y la energía eléctrica, entre otros, más que un derecho, son vistas por el Estado como bienes de consumo que se transan en el mercado y cuyos beneficios económicos son acaparados por unos pocos.
El slogan “No son 30 pesos, son 30 años”, representaba no solamente la rabia por el aumento de esta cantidad en el pasaje de Metro. Daba cuenta que, tras la llegada de la democracia, no hubo cambios estructurales, sino más bien reformas constitucionales que nunca modificaron el modelo que creó una de las economías más desiguales del mundo.
Esta rabia se manifestó con masivas marchas y manifestaciones, que derivaron en fuertes enfrentamientos con Carabineros, institución que terminó siendo sumamente cuestionada por su actuar. A su vez, la quema y destrucción de edificios céntricos también fue repudiada por la población en general.
Para salir de este “atolladero”, los partidos políticos tanto de gobierno como de oposición acordaron un plebiscito para cambiar la Constitución, el que quedó fijado para abril. Pero la pandemia del Covid-19 modificó el calendario y la votación quedó postergada para el 25 de octubre, en la que la población podrá votar si aprueba o rechaza la creación de una nueva Constitución, y el mecanismo (Convención Constituyente o Convención Mixta).