La maldad personificada
Conviene partir aclarando que no nació en Alemania, sino en Austria.
Desde muy joven su ambición fue convertirse en artista y arquitecto, pero sus deseos se vieron frustrados por el fracaso académico.
De origen humilde, ya a los 17 años vendía postales en las calles. En su infancia hubo de compartir la habitación de sus padres a una edad en que estaba en condiciones de ver con sus propios ojos hechos que deben quedar almacenados en la intimidad de la familia.
Tal vez ese incidente le haya trastrocado su accionar en torno al sexo.
Su nombre verdadero era Adolfo Schiklgrüber, pero pasó a la historia como Adolfo Hitler, el representante del Príncipe de las Tinieblas en este planeta.
Por causa de su complejo de castración, Adolfo no pudo agredir al mundo exterior con su libido, pues su sexualidad no pudo encontrar objeto. Con accesos frecuentes de impotencia, además, porque no podía ubicarse en la situación del padre, o del amante de su madre. A ambos los odiaba demasiado.
Era un furibundo seguidor del compositor Richard Wagner, cuya música le ayudaba a rumiar sus ideas megalomaníacas.
Algo muy poco sabido es que padecía de una angustia suprema que muchas veces lo volvía insomne. Además, su raquitismo intelectual era reconocido por todos, lo que atenuaba con un magnetismo personal, pocas veces visto en la historia.
Se sabe que era megalómano, llevando a su país a un detritus moral y a una corruptela que sólo pudo obliterar mientras ese Imperio de utilería pudo alardear ante el mundo que se trataba de una raza pura y un mundo idílico.
Con una adolescencia algo escabrosa y un padrastro al que no soportaba, Hitler no tuvo lo que podríamos denominar una vida sexual normal.
Son escasas las entrevistas que se conservan de este dictador “asentimental”.
Hitler dio pocas entrevistas en su azarosa vida.
A quienes gusten del tema, recomiendo la de George Sylvester Viereck, realizada un 9 de junio del año 1932, cuando el Fuhrer aún no era figura protagónica de la política mundial. Confidencia Sylvester que Hitler distaba en mucho de ser un entrevistado ideal, ya que era profundamente egocéntrico.
También recuerda Sylvester que la primera vez que lo había entrevistado había sido en el año 1923, “cuando aún era prácticamente un desconocido…”. Entonces escribió proféticamente: “Si es que vive, este hombre hará historia, para bien o para mal”.
La periodista norteamericana Dorothy Thompson también tuvo ocasión de entrevistar al Monarca del Mal. Fue durante el año 1932 para la afamada revista Cosmopolitan. La propia periodista salió frustrada de aquella entrevista y declaró: “Me llevó poco tiempo darme cuenta de la pasmosa insignificancia de un hombre que ha despertado la curiosidad del mundo. Es un ser amorfo, carente de identidad, un individuo cuyo semblante es una caricatura, cuyo esqueleto es cartilaginoso, sin estructura ósea”.
Y la aguda periodista remata su semblanza de manera tajante:
– “Es irrelevante y voluble, desequilibrado e inseguro”.