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La herencia de los peregrinos

Por Abraham Santibáñez Sábado 28 de Noviembre del 2020

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El 11 de noviembre de 1620, hace 400 años, los 102 pasajeros del Mayflower llegaron a Massachusetts. En los siguientes doce meses, en medio de duras penurias, similares a las de todos los inmigrantes de todos los tiempos, pudieron celebrar su asentamiento en el Nuevo Mundo. Desde entonces, el “Día de Acción de Gracias” de los puritanos, que no estaban de acuerdo con la fe anglicana, se ha convertido en un rito anual de unión familiar y nacional. La gran mayoría de los norteamericanos lo ve como la oportunidad de comer pavo con puré y pastel de calabaza con sus padres, parientes y amigos.

Este año, bajo la doble amenaza del Covid-19 y el incendiario rechazo de Donald Trump a conceder su derrota, el festejo estuvo rodeado de incertidumbre. Al final, aunque casi la mitad de los votantes favoreció a Trump, la decisiva mayoría que prefirió a Joe BIden pudo celebrar sin crispaciones. Pese a la obstinación del saliente presidente, ya empezó el postergado proceso oficial de transición. El lunes 23, Emily Murphy, la funcionaria a cargo de la Administración de Servicios Generales, envió a Biden el documento oficial en que le anunciaba que recibirá oportunamente los recursos necesarios para la transmisión de poder. El propio Trump que había estado frenando el proceso, aclaró vía twitter, como es su poco formal costumbre, que había autorizado el trámite. (Todo ello, claro, no significó la renuncia a su derecho a pataleo, ya que hasta ahora sigue aleonando a sus partidarios).

Biden, en cambio, optó por asumir serenamente su responsabilidad. Llamó a poner fin a la “sombría temporada de divisiones”. “En Estados Unidos, subrayó, tenemos elecciones íntegras, justas y libres, y luego respetamos los resultados… La gente de esta nación y las leyes del país no aceptarán otra cosa”.

La celebración, sobre todo por el temor a la pandemia, tuvo un tono más sobrio que lo habitual. No se suspendió el tradicional desfile de la tienda Macy’s en Nueva York. Pero, a diferencia de lo ocurrido en casi un siglo de historia, fue menos espectacular. Se acortó a poco más de una cuadra, aunque igual se desplegaron sobre las calles los personajes infantiles convertidos en globos gigantes.

En estos días, sin embargo, lo más importante ha sido la designación de los primeros miembros del gobierno de Biden. La tarea podría considerarse fácil ya que lo principal es borrar una administración marcada con el sello extremista: “América primero” y el rechazo de los movimientos feministas, antirracistas y de igualdad de género. Pero también es un empeño lleno de dificultades en un panorama marcado por los estragos de la pandemia, la negación permanente de la crisis ambiental y la nula capacidad de captar la realidad del mundo globalizado e intercomunicado.

En los próximos años, Estados Unidos seguirá siendo la gran potencia que no ha cambiado sustancialmente desde los antiguos tiempos de la Doctrina Monroe o los más recientes del intervencionismo propio de la Guerra Fría. El sentimiento popular conservador, desconfiado de los migrantes -pese al magnífico simbolismo de los peregrinos del Mayflower- seguirá siendo muy fuerte.

Pero, igualmente, hay la gran esperanza de que el nuevo gobierno tenga una mirada más humanista, menos dura, menos beligerante. Es lo que representan la Vicepresidenta Kamala Harris; el nuevo secretario de Estado, Antony “Tony” Blinken, y la Secretaria del Tesoro, Janet Yellen.