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Las coimas

Por Marcos Buvinic Domingo 6 de Diciembre del 2020

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El miércoles pasado, en el tribunal correspondiente, fueron hallados culpables un senador y una diputada por delitos de cohecho y fraude al fisco, luego de una investigación que duró siete años. Se trata de un acontecimiento importante para la vida del país, pues es la conclusión de un juicio relacionado con el financiamiento ilegal de la política, así como con todas las formas de corrupción que han ensuciado y desprestigiado el buen funcionamiento de la política y sus instituciones, tan necesarias para bien de la democracia y, por tanto, de todos los ciudadanos.

De ninguna manera pretendo hacer leña del árbol caído en la persona de los dos ex parlamentarios que han sido condenados, sino invitar a reflexionar sobre la lacra que significa en nuestro país la cultura de las coimas; es decir, las indignas prácticas de los sinvergüenzas que coimean, y las también indignas prácticas de cualquier tipo de funcionarios deshonestos que se dejan coimear.    

Ante el resultado de este juicio surge la pregunta por las demás personas que han incurrido en éstas u otras prácticas vinculadas al financiamiento ilegal de la política. ¿Dónde están los demás? Sin duda, faltan muchos y, por la necesaria rehabilitación de la función política para el buen funcionamiento de la democracia, es de esperar que tengan que responder ante la justicia todos los políticos, empresarios y funcionarios públicos que con sinvergüenzuras y chanchullos han ido hundiendo la vida pública en un oscuro pozo de la corrupción.

Las coimas, en todo orden de situaciones, son una impúdica bofetada del poder del dinero, que impone su dominio jugando con la debilidad de algunas personas por el dinero fácil y rápido, o anulando la conciencia de otros, o transformando a personas honestas en indignos sinvergüenzas, o destruyendo nobles ideales, o anestesiando el anhelo que tienen las personas de saberse dignas, honestas y decentes.

Todos sabemos que la cultura de las coimas, de la mordida, o del “¿cómo vamos’”, es tan antigua como los seres humanos, y ya en la antigüedad, el derecho romano contemplaba severas penas para esta forma de corrupción, así como a sus formas encubiertas de aportes, regalos, colaboraciones, pago de favores, etc. También, todos sabemos que esta bofetada del dinero que impone sus dominios se extiende a todos los ámbitos de la sociedad, cubierta por un manto de silenciosa complicidad.

En el caso de los parlamentarios condenados, fue una empresa pesquera que los coimeó para que -en su función de legisladores- favorecieran los intereses de esa empresa; pero también podría ser que una empresa constructora coimee a algún funcionario para obtener un contrato, o que otras empresas intentaran coimear a funcionarios para que cierren los ojos ante los problemas medioambientales que generan, o podría ser que vendedores de armas intenten coimear a miembros de las fuerzas armadas, o que apoderados y alumnos intentaran coimear a algún profesor, o comerciantes que pretendan coimear a funcionarios municipales, o laboratorios que intentaran coimear a médicos para que receten sus productos, o infractores del tránsito que pretendan coimear a policías, y un larguísimo etcétera. También a mí ha intentado coimearme algún “buen cristiano” que quería la celebración de algún sacramento cuando no se cumplían las condiciones para ello. En fin, hay de todo…

La cuestión es cómo reaccionamos frente a esta cultura de la corrupción que se va instalando como un modo de funcionar en la sociedad, desencadenando un proceso autodestructivo. ¿Acaso nos resignamos a que los indecentes coimeros impongan su dominio y pisoteen los derechos de la gente honesta?, ¿acaso nos resignamos a ser un país sometido al dominio de los corruptos y sus dineros sucios?

Es inevitable -para muchos ciudadanos- preguntarse por qué hay tan poca fiscalización ante una lacra tan extendida y que va destruyendo la necesaria confiabilidad que hace posible el funcionamiento de la sociedad y sus instituciones, o… ¿será que también los organismos fiscalizadores están coimeados? También es inevitable que muchos ciudadanos nos preguntemos cuánta preocupación hay en las diversas autoridades educacionales por la formación valórica, o en el sistema público por el fortalecimiento del sentido ético de cualquier tipo de funcionarios.

La condena a esos dos ex parlamentarios, puede ser el comienzo de un proceso de rehabilitación de la política para el buen funcionamiento de la sociedad y sus instituciones, esa necesaria rehabilitación de la política a la que llama el Papa Francisco en su reciente carta “Fratelli tutti”; pero también es un serio llamado para que cada uno de nosotros ponga su mejor empeño en ser una persona honesta para que vayamos siendo un país de gente laboriosa y decente, y donde los coimeros reciben una adecuada sanción moral, social y penal.