Orgullosamente magallánicos

Ocurrió en la semana. El ejercicio fue el siguiente: personal del Samu llegó hasta el domicilio de un paciente adulto mayor con supuesto Covid, desplegando un protocolo que se caracterizó por lo humano de la atención. Posteriormente, los mismos familiares debieron seguir el proceso comunicándose a una mesa central 800 para solicitar que se agende un PCR. Ahí comenzó el problema. La atención fue horrible, con una voz femenina en el otro extremo que más parecía una grabación o sacada del mejor cuento de Coco Legrand. Finalmente, la explicación llegó cuando la “sensible” telefonista dio a entender que estaba atendiendo desde Santiago y que cualquier otra duda se vea directamente en el hospital. ¡Si por eso vino el Samu al domicilio y nos dieron ese número!, señaló un familiar ya sacado de sus casillas. No pasó más de una hora cuando una amable mujer se comunicó con el domicilio del paciente y, posteriormente, el equipo se apersonó para la toma del examen. La historia deja como lección aprendida (y con orgullo) que los magallánicos, fríos, testarudos y hasta arrogantes, como dicen en otros lares, siguen siendo sensibles, conscientes y, por sobre todo, educados.