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El 2020, ¿se detuvo en marzo?

Domingo 28 de Marzo del 2021

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(Por Ministra Marta Jimena Pinto, presidenta de la Corte de Apelaciones de Punta Arenas).- Hace un año, precisamente el lunes 23 de marzo, la Corte de Apelaciones de Punta Arenas cerraba las puertas porque uno de sus integrantes daba positivo al examen de coronavirus. Otro tanto, por orden de la Corte Suprema, hacían los juzgados de la región. De un día para otro, quedaron en silencio salas y pasillos que albergaban cotidianamente el ir y venir de abogados, funcionarios, magistrados y usuarios. El tiempo se detuvo en marzo, como lo prueban los calendarios sobre los escritorios vacíos o algún afiche de seminario o actividad que no llegó a realizarse.
Con el silencio de los edificios vino el miedo. A enfermarse y morir, a contagiar a otros, a no poder abrazar de nuevo y, en algunos casos por última vez, a los seres queridos que están lejos. A perder la fuente de ingresos, cualquiera que fuese. Presenciamos cómo la pandemia arrasaba con muchas estructuras conocidas, dejando a su paso una radiografía inclemente de la desigualdad de nuestras sociedades. También nos mostró claramente cómo hemos priorizado el trabajo por sobre la familia, la productividad sobre la calidad de vida, el éxito sobre la salud, entre otros rasgos de la vida actual.
El Poder Judicial vive remezones, al igual que el resto de las instituciones del Estado. Antes de la pandemia, el teletrabajo era una modalidad experimental que algunas Cortes, como la nuestra, habían probado a modo de piloto. Pero desde marzo se convirtió en la única posible para todos, sin distinción de escalafón, edad o méritos académicos, bajo la conducción de profesionales innovadores, pacientes y solidarios, gracias a los cuales logramos sacar adelante el servicio judicial en un tiempo-espacio que no todos manejábamos: el cibernético.
Este año hemos experimentado los pesares y las satisfacciones de la nueva forma de trabajar. Felizmente, en nuestro territorio jurisdiccional, el más amplio del país, aumenta el acceso universal e igualitario a la justicia, conectados a la Corte Suprema, mas añoramos la riqueza del contacto humano. Nos liberamos de horarios rígidos, quizás del vestir formal, lo doméstico se mezcla con lo laboral a costa del tiempo libre y las jornadas se alargan. Sin despegar los ojos de las pantallas, nos hemos visto desde el torso hacia arriba, en serias audiencias amenizadas por hijos, nietos o mascotas que reclaman atención. Nos hemos reído de nuestros chascarros y, más de una vez, sonrojado.
Después de un año, en un contexto de emergencia mundial que sigue incierto, ¿qué nos queda? Sin duda, el profundo agradecimiento para los funcionarios del Poder Judicial que forman el engranaje de nuestro servicio, cuyo compromiso nos estimula a avanzar. La esperanza del reencuentro en aquellas salas y pasillos, del disfrute de vernos, con el recuerdo en el alma de los compañeros que faltan. Y la conciencia de lo mucho que seguimos pidiendo a nuestras familias al instalar la oficina en casa mientras -y esa es la paradoja- somos conscientes de los escenarios difíciles que vive la ciudadanía, así como de la dedicación del personal de la salud para cuidar y salvar nuestras vidas, conmovedor aliento que nos inspira a redoblar nuestro servicio en justicia.