Dra. Cecilia Pérez Barrientos: “Los grandes proyectos salen adelante producto de la colaboración”
La científica polar se acoge a la jubilación luego de casi cuarenta años de investigación, los últimos dedicados al continente blanco
La Antártica debe ser uno de los lugares más prístinos del planeta, pero también de los más agrestes. Las investigaciones polares son siempre complicadas, ya que la gran mayoría de las veces se requiere de una coordinada logística para acceder a sitios remotos. La colaboración entre países, científicos y científicas es una de las claves para efectuar este tipo de trabajos enfocados en su gran mayoría en el cambio climático y sus consecuencias en todo el planeta.
En Ciencias, reproducimos la entrevista que realizó el periodista Harry Díaz, del Departamento de Comunicaciones y Educación del Instituto Antártico Chileno, a la Dra. Cecilia Pérez Barrientos, quien luego de casi cuarenta años dedicados a la indagatoria se acoge a jubilación. no sin antes resaltar la importancia de la colaboración científica y la perseverancia. La Dra. Pérez es licenciada en Biología de la Universidad de Valparaíso y obtuvo su doctorado en Ciencias con mención en Biología, Universidad de Chile (1991) y en la Universidad de Trier, Alemania (1985-1988). Actualmente, se encuentra como investigadora asociada al Instituto de Ecología y Biodiversidad.
El Dr. Juan Carlos Aravena, académico de la Universidad de Magallanes, conoce a la Dra. Pérez por muchos años y ha tenido la suerte de compartir con ella muchas oportunidades de trabajo en diferentes proyectos. “He sido testigo de la dedicación con la que trabaja y su pasión por los detalles, el cuidado y seriedad con que encara las investigaciones a su cargo. Su espíritu crítico es otra de sus cualidades sobresalientes, lo que le ha permitido desarrollar una carrera como investigadora muy productiva. Estas cualidades profesionales se mezclan con sus cualidades personales, de coherencia y lealtad con sus ideas y una gran honestidad personal”, apunta Aravena.
Vocación: ecosistema de bosques nativos
- Pérez, ¿cuáles fueron sus primeras investigaciones?
- “Fue durante mi tesis de doctorado. El tema que abordé fue la interacción planta-suelo en los bosques de olivillo (Aextoxicon punctatum) desde Fray Jorge a la isla Guafo, donde mi tutora fue la Dra. Carolina Villagrán. Creo que con ella encontré mi vocación, que era estudiar los ecosistemas de bosques nativos. Posteriormente, a través de diversos proyectos de colaboración internacional y proyectos regulares de Fondecyt, estudié el efecto del cambio del uso del suelo en el ciclo del nitrógeno de bosques templados de la isla de Chiloé y el desarrollo de las propiedades y funciones ecosistémicas en cronosecuencias primarias de valles proglaciares subantárticos y sustratos volcánicos en el Parque Nacional Conguillío”.
- ¿A qué aspectos de la investigación se ha abocado en los últimos años de su carrera?
- “En los últimos tres años me he dedicado a estudiar el desarrollo de los ecosistemas terrestres en la isla Rey Jorge de la Antártica marítima, enfocando mi investigación en cómo se ve afectado el ciclo del nitrógeno con el cambio global y a través del tiempo geológico, desde los 12000 años AP a la actualidad.
“El proyecto “La evolución del ciclo del nitrógeno en cronosecuencias bajo cambio climático: la evidencia de la Antártica marítima”, financiado por Inach, lo estamos realizando en colaboración con los investigadores Dr. Juan Carlos Aravena, de la Universidad de Magallanes, y el Dr. Mincheol Kim, del Instituto Coreano de Investigación Polar (Kopri por sus siglas en inglés)”.
Su ligazón con la Antártica
- ¿Cómo fue ir a la Antártica por primera vez?
- “Fue en el año 2012 con el proyecto “El rol de las costras biológicas del suelo como fuentes de nitrógeno en suelos no-ornitogénicos en las islas Shetland del Sur, península Antártica”. Tuvimos la suerte del primerizo, con un año de mucho sol y agradables temperaturas, una bienvenida a la belleza tan especial de ese paisaje. Su inmensidad, quietud, la gran diversidad de paisajes, tales como paleoplayas, valles y lagos proglaciares, nunataks, suelos de patrones de polígonos y las muestras de fósiles de plantas que evidencian la presencia de bosques australes durante el terciario. Fue una gran impresión, elementos del paisaje que se me presentaron por primera vez y que solo conocía desde la literatura.
“También fue como una primera vez en el año 2015, cuando tuve la oportunidad, gracias a Inach, de viajar al glaciar Unión, cuyo paisaje me remontó a la época glacial del estrecho de Magallanes, pero caminando en los cerros de repente entre las grietas de las rocas con agua y protegidas se hace evidente la biósfera en su pleno resplandor. Todo eso es la Antártica para mí”.
- ¿Cuáles son las grandes diferencias de hacer investigación en el continente y en la Antártica?
- “La gran ventaja que ofrece la Antártica, especialmente para alguien interesado en el desarrollo de los ecosistemas en el tiempo, es que a bajas altitudes sobre el nivel del mar uno encuentra los sustratos o sedimentos muy recientemente expuestos y libres de hielo desde solo un par de años atrás. Entonces ahí uno puede estudiar cómo se originó la biota y las funciones que ellas cumplen para dar origen a los ecosistemas más antiguos. Esta condición prístina y original es más difícil de encontrar en el continente, o tienes que subir muchos cerros de difícil acceso. En pocas palabras, el cambio global se experimenta en forma muy evidente”.
- ¿Qué recuerdos tiene de aquel accidente que sufrió en Antártica?
- “Fue en febrero del 2020 en la península Barton. Íbamos caminando por una ladera rocosa y con algo de pendiente, cuando de repente al pisar sobre una roca, ésta desestabilizó una enorme adyacente que me cayó en el pie derecho. Hasta ahí no más llegué. La roca no la pudieron mover mis dos ayudantes, pero finalmente sacando algunas rocas más pequeñas por alrededor logramos hacer un espacio para poder sacarme el bototo y así aflojar y sacar el pie. En la base coreana me sacaron una radiografía que mostró que tenía una fractura de la tibia distal, por lo que fue necesario entablillar. Pero gracias a la celeridad de ellos y a las gestiones del jefe de la base Escudero, pude ser evacuada al día siguiente en un avión Hércules brasileño”.
- ¿Cómo ve a las nuevas generaciones de investigadores e investigadoras?
- “Mi impresión es que el deseo por el conocimiento de la naturaleza ha ido en incremento. He visto manifiesta su capacidad de asombro cuando se enfrentan a un nuevo entorno. Así mismo demuestran un alto grado de compromiso por contribuir a dar solución a las problemáticas ambientales involucradas en el cambio global. También he observado que han sabido aprovechar las oportunidades de enfrentar los desafíos en adquirir el conocimiento de nuevas tecnologías que han contribuido al avance de la ciencia. Pienso que con ellos y ellas se posicionará la ciencia para avanzar en el desarrollo del país”.
- ¿Cómo fue haber ido a Antártica en su última expedición y en la pandemia?
- “Fue una experiencia única sellando mi última expedición Eca. Las necesarias y múltiples medidas que tuvimos que adoptar nos permitieron cumplir con el cronograma planificado para la expedición Eca 57. Una vez allá igual estaba presente la probabilidad (aunque extremadamente minimizada) que en cualquier momento la expedición llegaría hasta ahí no más, por alguna azarosa jugada del Covid-19. Sin embargo, pudimos comprobar que ante esa adversidad surgió la colaboración, la solidaridad, el compañerismo y el apoyo mutuo, sacando adelante nuestros objetivos. Todo esto lo experimentamos día a día en la planificación y las salidas a terreno, e incluso el día cuando cocinamos juntos. Sin duda, fue una tarea gigantesca que asumió Inach y les estoy agradecida por darme la oportunidad de participar en esta expedición”.
- ¿Le daría algún consejo a las futuras generaciones?
- “Ante la adversidad en todos los sentidos que significa llevar a cabo una tesis de doctorado, por ejemplo, la severidad de los revisores, el clima implacable, la pandemia, hay que perseverar, todo valdrá la pena al encontrarse con la naturaleza en su estado más prístino.
“Vale la pena también contribuir con nuestro grano de arena en el conocimiento científico fundamental para un planeta sostenible en el que convivamos en forma armónica con la naturaleza.
“Finalmente, mi experiencia me dice que los grandes proyectos salen adelante producto de la colaboración, donde interactúan la diversidad de ideas y la confianza del trabajo en equipo”.