Y después, ¿qué viene?
Las elecciones son muchas veces catalogadas como una fiesta cívica en que la población manifiesta su voluntad. Hay elegidos y perdedores en cada una de ellas, pero el día después no es de fiesta para los ganadores o de olvido para los perdedores. Aunque existen muchas frases reconocidas para analizar este momento: “el día lunes igual tengo que ir a trabajar” que tantas veces escuchamos como motivo para no sufragar o como dice Serrat en su canción La Fiesta: “Vuelve el rico a su riqueza, el pobre a su pobreza y el señor cura a sus misas”.
El día después todos debemos volver a nuestras habituales tareas. Más aún en esta pandemia. Como región no hemos estado bien, con un sistema de salud colapsando más de lo habitual. Con evidentes faltas de camas críticas y traslados nuevamente a otras regiones. Con personal cansado después de tantos meses.
Este fin de semana de elecciones la movilidad, no por la elección sino en la previa, fue altísima. Al igual que cuando se anuncia una cuarentena, muchos fueron a comprar dos días antes en el comercio mayor, no así en el de barrio. Creo que la comunicación no lleva a algo que como comunidad debiéramos ya tener internalizado: preparación y anticipación.
En muchos aspectos, que se ha hecho más evidente en la pandemia, un gran grupo de ciudadanos va viviendo solo el día a día, con una evidente falta de planificación o anticipación. En esta pandemia las noticias y cambios son anunciados con fanfarrias o como oráculos sobre los cuales construir las tareas a desarrollar de allí en adelante, aun sabiendo que los casos positivos reflejan una realidad de varios días atrás. Muchas veces se ha planteado el entregar información semanal, para conocer tendencias o permitir comparar mejor. Eso es lo que se ha pedido como gestión de riesgo. Dar información para que todos entiendan y planifiquen adecuadamente. Lo que lamentablemente no ha ocurrido, porque tener cámaras y minutos en los medios puede más para cierta clase política.
Nuestra juventud y los adultos más jóvenes se han acostumbrado a vivir el día a día, de qué tengo ganas hoy, qué es lo que me motiva hoy. La publicidad y medios buscan eso. Impactar y motivar.
Por eso los mensajes añosos y anticuados de los sistemas sociales o de salud no los permean, no traspasan esa inmediatez que buscan y los motivan. Son el desafío para vacunarse, para quedarse en casa, para usar mascarillas, para el distanciamiento social y todo lo que se promueve como conductas protectoras en esta pandemia
Como sociedad vivimos los estragos que provocan sus conductas, rompiendo reglas y con una publicidad que motiva justamente a acentuar su comportamiento. Un punto negro que no ha podido modificarse y que no se ve cómo resolver, más que repitiendo mensajes que no oyen o no ven.
Por el contrario, los mayores viven planificando y previendo los escenarios futuros. A cuántos los escuchamos decir: ¿a qué hora me vienes a buscar?, prefiero que sea a tal hora. Lo que ya nos obliga a re planificar nuestra rutina en días de elecciones; pero no es sólo eso, también “la pinta” para acudir a votar los lleva los días anteriores a buscar el terno, la camisa planchada, la corbata impecable, el vestido, el abrigo, los zapatos cómodos y un largo etc. Poco dejado al azar, la gran mayoría de ellos tienen mucho en común, gran parte de su vida planificaron, no fueron decisiones al día.
Y eso es parte del éxito en la vejez: planificación y anticipación. Hay que mentalizarse que seremos viejos, que viviremos más de un tercio de lo vivido de llegar a la edad de jubilar, especialmente las mujeres.
Hay que desarrollar buenas conductas en el comer, en el ejercicio, en hábitos saludables. Los sistemas de salud llevan años educándonos de una forma que la población aún no entiende ni comprende. Las cifras en tantos problemas de salud dan cuenta de eso. Hay un evidente fracaso comunicacional.
El mensaje que nos entregan los mayores que viven una vejez plena, no necesariamente asociada a los montos de sus pensiones, sino al haber mantenido esas conductas saludables en gran parte de su vida no se escucha como mensaje a otras edades. La falta de conexión intergeneracional nos está pasando la cuenta como sociedad.
Cuánta falta hace que las nuevas generaciones tengan más modelos de envejecimiento cerca. Niños y jóvenes que crecen con mayores, que toman conductas y decisiones de ayuda para sus mayores, cimientan una mejor vejez y una mejor sociedad.
No perdamos esta oportunidad de aprender y convivir con los mayores.
Aun con nuevas autoridades electas, con una nueva Constitución, si no les damos un rol y una tarea a nuestros mayores perderemos el sentido y la oportunidad de ser una mejor sociedad para todos.
Centrar en la intergeneracionalidad y prepararse para envejecer es una tarea aún no abordada y que es lo central en este nuevo tiempo.
No podemos volver a lo mismo una y otra vez, hay que mirar más lejos que nuestra propia vejez, alguna vez mirar mucho más lejos que el día a día, mirar el futuro con ojos de viejo nos da la perspectiva que le falta a nuestra sociedad hoy.