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Cesantía e informalidad, las consecuencias de las cuarentenas entre las trabajadoras de casa particular

Sábado 22 de Mayo del 2021

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– La presidenta de Anecap, Catalina Rivera, asegura que las ayudas sociales no han llegado a todas.

“Retrocedimos al menos diez años porque hoy estamos trabajando a lo que los empleadores nos dicen. No estamos en condiciones de exigir ningún derecho”. Así de enfática es la presidenta de las trabajadoras de casa particular en Magallanes, Catalina Rivera, al abordar el complejo escenario en que viven con este nuevo confinamiento. Un drama que se ha replicado a nivel nacional, donde el 30% de trabajadoras de casa particular está cesante y un 46% labora de manera informal.

En medio de esta emergencia sanitaria, la presidenta local de Anecap sostiene que no pueden exigir sus derechos laborales y es que, a pesar de que están conscientes de ello, la pandemia ha provocado mucha cesantía y no hay trabajo, además muchas de las trabajadoras son jefas de hogar.

“El sistema ha cambiado mucho y hoy no estamos en condiciones de exigir ningún derecho. Una mujer prefiere seguir trabajando por el mínimo o por lo que se le pague por hora, porque hay muchas que fueron despedidas y las que volvieron lo hacen por hora y por día, ya no estamos remuneradas mensualmente, hay casos excepcionales que se ha mantenido el sueldo y el trabajo”, complementó.

Si bien a nivel local no hay cifras, un estudio nacional estableció que 3 de 10 mujeres se quedaron sin trabajo. En octubre del año pasado, las trabajadoras de casa particular fueron incorporadas al Seguro de Cesantía y, hasta este 18 de abril, 1.414 habían accedido a este beneficio.

Acerca de las razones de los despidos, señala que influyen muchos factores: los empleadores están en sus hogares porque trabajan online, por lo que tienen más tiempo para prepararse sus cosas y ya no necesitan tanto a una trabajadora; otros en tanto le temen al contagio. Además hay empleadores que también perdieron su fuente laboral y tampoco tienen para pagar a una trabajadora y menos para las imposiciones. “Así fue como concluimos que retrocedimos diez años porque no estamos en condiciones de exigir, ya no. Tal vez cuando termine la pandemia”, apuntó.

En pandemia sólo han continuado trabajando mujeres que atienden a adultos mayores, enfermos o quienes tienen jefes que son funcionarios de Salud que también necesitan una trabajadora y esas son las que están ocupadas y se han mantenido con un permiso especial porque su función no es prioridad en cuarentena.

Sobre aquellas que cumplen tareas “puertas adentro”, plantea que ellas vienen enfrentando una sobrecarga laboral importante porque está toda la familia dentro del hogar y hay que trabajar hasta más tarde o levantarse más temprano. Otras, sobre todo extranjeras, no tienen descanso por la cuarentena o porque no tienen a donde ir el fin de semana.

“Realmente hemos retrocedido en el tiempo y no nos podemos dar el lujo de exigir porque, si queremos trabajar para recibir algo, tenemos que hacerlo porque tampoco estamos en condiciones de ponernos regodeonas. No te queda otra opción, pero incluso así no hay trabajo… La gente de los restoranes tenía trabajadoras y los peluqueros también tenían una persona que los ayudaba a hacer las cosas. Si ellos no trabajan, menos nosotras. Es una cadena. Esperamos que esto pase cuanto antes y es que se nos ha puesto cuesta arriba y las ayudas sociales no son para todas”, subrayó.

Por último, Catalina Rivera afirma que, aunque el Ife ampliado llegó a más trabajadoras, aún hay quienes quedaron fuera. Una muestra de ello ocurrió el año pasado, cuando quince trabajadoras postularon al beneficio y, al final, sólo tres resultaron favorecidas. “Las autoridades nos dicen que exijamos el contrato y un montón de cosas. ¿De dónde, si no hay trabajo y hay que llevar plata a la casa? Es por necesidad y si vamos a la Inspección del Trabajo me quedo cesante. Hay quienes se enferman por la desesperación de no encontrar un trabajo y no puedes quedarte en la casa esperando que te hagan un contrato. Si te ofrecen diez mil por trabajar una tarde, te sirve por último para comprar pan o un pedazo de carne. Esa es una situación real que viven muchas familias, porque nosotros no podemos trabajar online”.

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