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La tecnologización del secuestro

Por Abraham Santibáñez Sábado 12 de Junio del 2021

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En un pasado no muy lejano, un secuestro era un tema sumamente personal: la víctima, generalmente el hijo de un personaje conspicuo, siempre con una fortuna considerable, era sacado a mano armada de su casa, colegio o lugar de trabajo por una o más personas, generalmente enmascaradas. Más tarde se pedía una suma considerable de dinero para devolverlo sano y salvo. Como era entre humanos deshumanizados, cualquier intento de rehuir el pago generaba la amputación de un dedo o una oreja del secuestrado. Y si se negaba el pago, se procedía a asesinar a la víctima.

Ya no más. Ahora el secuestro es telemático, lo que evita la incomodidad de llevarse a una persona viva. El pago no requiere un cofre con monedas de oro. Ni siquiera se necesitan billetes, que son rastreables. Los bitcoins son suficientes.

Ni la mente fértil de Julio Verne lo pudo imaginar.

Pero si lo hicieron los delincuentes informáticos que entraron a los laberintos computacionales de una distribuidora de carne en Estados Unidos y, separadamente, a una gigantesca red de abastecimiento de petróleo.

El tema está lleno de complejidades. Desde hace algunos años se desató en el mundo desarrollado una guerra que se libra económicamente y en el ciberespacio. Tiene, además, una veta impensada: a su alero hacen su agosto los hackers de alto vuelo.

Tras los más recientes episodios en que grandes empresas decidieron pagar con bitcoins el rescate de sus redes hackeadas, el Presidente Biden expresó su preocupación por estos súper-crímenes. Y, sobre todo, por la dificultad para rastrear los pagos en criptomonedas, en este caso, bitcoins.

Es una moneda poderosa. pero que, al revés del dinero tradicional, puede saltarse olímpicamente los intentos de rastrearlo.

Como ilustra dramáticamente la historia del aprendiz de brujo, desbordado por los poderes mágicos que él mismo desencadenó, el progreso tecnológico siempre ha sido recibido con entusiasmo, pero inevitablemente aparece acompañado de la sombra del temor.

Lo básico es, obviamente, el atávico temor al cambio. Pero hay un catálogo de experiencias aleccionadoras: la energía atómica tiene múltiples y provechosas aplicaciones, pero también ha significado muerte y destrucción a partir de Hiroshima. Y hay más ejemplos.

Hoy día el tema es la revolución tecnológica que empezó a fines del siglo pasado. La convergencia de las comunicaciones -el teléfono y los computadores- ha transformado el mundo. Hizo realidad es sueño de la globalización. Pero desató fuerzas no previstas, como le ocurrió al ratón Mickey en la película Fantasía en la versión de Walt Disney.

Todos tenemos experiencias de los riesgos de la modernidad computarizada. Hay quienes hemos sido víctimas de robos en nuestras cuentas bancarias. ¿Pero cómo se defiende un ser humano, una empresa o un estado de un ciberataque si, además, le piden que pague con una moneda huidiza, imposible de capturar?

Es una situación que recién está empezando. La primera criptomoneda fue el Bitcoin en 2009. Desde entonces han aparecido otras: Litecoin, Ethereum, Bitcoin Cash, Ripple, Dogecoin.

Es comprensible que ni Julio Verne imaginara algo así.

* Definición: el Bitcoin es una moneda electrónica libre y descentralizada que permite la transacción directa sin ningún intermediario.