Necrológicas

Enfermedad y bien común

Por Marcos Buvinic Domingo 20 de Junio del 2021

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La enfermedad es una de las experiencias más duras del ser humano, y eso todos lo sabemos bien. La pandemia que vivimos por el corona virus nos ha renovado la conciencia que la enfermedad nos acecha siempre y tiene dimensiones sociales, que van más allá de la situación personal de cada enfermo.

En la enfermedad experimentamos a fondo nuestra fragilidad y vulnerabilidad, y todo parece girar en torno a lo que el enfermo siente. Todo gira en torno a lo que el cuerpo va sintiendo y diciendo; entonces desaparecen todos los otros grandes temas, los afanes e intereses que han ocupado la vida de cada día, porque como dice la sentencia popular: “la salud está primero”.

Igualmente, en la enfermedad sentimos -como en pocas otras situaciones de la vida- la apremiante necesidad de los demás: necesidad de ayuda, de comprensión, de alivio y sanación. En la enfermedad no hay posibilidad de autoafirmación orgullosa, esa del que dice “yo me las arreglo solo”. Por eso es que estar enfermo es una escuela para la vida que nos sitúa en el exacto lugar de lo que somos: frágiles y vulnerables, necesitados de los demás y valorando con gratitud lo que otros hacen por ayudarnos, aliviarnos y sanarnos. Es una escuela de solidaridad, de búsqueda de cambios y sanación de los males que nos aquejan. Es una escuela para aprender ponerse en el lugar de otros.

Personalmente, pienso que he gozado de buena salud, y recién -hace un par de semanas- tuve por primera vez la experiencia de estar hospitalizado con ocasión de una intervención quirúrgica; ciertamente he sentido todo esto y estoy muy agradecido del Señor, de la ciencia de los profesionales de la salud y de las atenciones de las personas que me han cuidado.

Así, en estas semanas he pensado que la experiencia de crecimiento personal que nos ofrece la enfermedad es, también, la oportunidad que se nos ofrece como sociedad y comunidad planetaria en la pandemia que vivimos con el Covid 19. Sin embargo, para que una situación vital se transforme en una escuela para la vida es preciso estar abiertos a los aprendizajes que se nos ofrecen. Son aprendizajes que siempre significan cambios en nuestra manera de pensar, en nuestras conductas y formas de relacionarnos.

En la enfermedad planetaria que es la pandemia que vivimos, todos podemos ir aprendiendo, paso a paso. Desde los científicos que investigan este virus desconocido hasta hace un tiempo, el personal sanitario que trabaja con dedicación admirable, cada enfermo que contrae el virus, y hasta cada persona -y la sociedad entera- que vive bajo la amenazante posibilidad de contagiarse. La lucha contra esta enfermedad desconocida hasta hace unos meses va avanzando a través de ensayos, errores y aciertos.

Uno de esos ensayos y aciertos es el proceso de vacunación, cuyo avance parece ir dando sus frutos en la disminución de los contagios, tal como lo vamos experimentando acá, en Punta Arenas. Por eso, sorprende la obstinación de quienes se niegan a vacunarse. Por cierto, la vacunación es un acto voluntario y libre, pero que requiere situarse en el aprendizaje de no pensar sólo en sí mismo, sino pensar en los demás y en el bienestar colectivo. Es un aprendizaje práctico de lo que significa el bien común.

Hace unos días, un amigo me decía con el indisimulado orgullo del que piensa “yo me las arreglo por mi cuenta”, que él no se vacunaba desde la infancia y tampoco lo haría ahora. Probablemente, mi buen amigo pensaba que ante la enfermedad él se las arreglaría solo y, por las razones que tuviese para su postura anti vacuna, me parece que él no pensaba en los demás ni miraba el bien común. Mi amigo, que es muy buena persona, sin embargo, se olvidaba de la “regla de oro” de toda la sabiduría de la humanidad, también formulada por el Señor Jesús: “trata a los demás como querrías que te trataran a ti”; la cual en esta enfermedad planetaria podríamos traducir en “cuida a los demás, como querrías que te cuiden a ti”. Así, mientras se discuten otros planes y propuestas, y mientras son ensayados, los medios conocidos que tenemos para cuidarnos y cuidar a los demás son las medidas de autocuidado y la vacuna.

La pandemia que enferma y mata a muchos, y que nos amenaza a todos es, sin duda, una oportunidad para un aprendizaje práctico del bien común que, como todo aprendizaje, significa hacer cambios en la propia manera de pensar, en las conductas y en el modo de relacionarnos. Este ejercicio práctico del bien común es, también, una buena forma de disponernos a los diálogos y decisiones que significa una acción tan importante del bien común como es la redacción de una nueva Constitución para nuestro país.

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