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El duelo en pandemia: Un adiós sin despedida

Domingo 29 de Agosto del 2021

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En Magallanes son 497 personas las que hasta ahora, han fallecido por coronavirus, a ellos se suman otras 97 que murieron bajo la sospecha de la enfermedad. Una muerte en soledad y una despedida intempestiva, que afectó el duelo de cientos de familias, que tras una rápida despedida, se encontraron con el cementerio municipal cerrado por meses. El aislamiento y los cuidados exigidos por las autoridades no permitieron un espacio para velar y hacer un funeral, que quizás en otro momento se hubiese preparado para una persona que mientras estuvo hospitalizada no pudo recibir visitas.

“Ver a un paciente despidiéndose de su familia porque sabe que puede no volverlos a ver, es algo muy fuerte y siempre nos llega. Esto porque al ingresar a cuidados intensivos, la paciente sabía que son sus últimos momentos en que va a estar consciente como para saber de ellos… La mayor preocupación de los enfermos es tener el celular, más que cualquier otra prenda. Ellos saben que las visitas estas prohibidas y buscan mantener el contacto con sus familias”, comentaba Juan Carlos Olea, técnico en enfermería en una entrevista realizada durante el peor momento de la pandemia.

La familia de Emilio Rocha Navarrete, de 16 años, fue una de las familias que debió enfrentar el proceso de duelo. El joven murió en el hospital de Puerto Montt por un síndrome inflamatorio multisistémico, una enfermedad que se deriva del Covid-19 que ataca principalmente a los niños. Emilio estudió su enseñanza básica en el Colegio Adventista y al igual que su mamá, trabajó activamente en el voluntariado Puro Corazón, trabajando en la Ruta Calle y fue esta razón por la cual se ganó el cariño de quienes lo rodeaban. Su mamá Lorena Navarrete es Técnico en Enfermería de Nivel Superior y trabajaba en el Hogar de Cristo y en la Mutual de Seguridad (IST). Hasta que hace dos años volvieron a Puerto Montt, para estar más cerca de la familia.

Navarrete explica que es un proceso que vivió en soledad. “Muchas veces no estaba la posibilidad de viajar, ni el abrazo o la contención. Ahora se han levantado las restricciones, pero los primeros meses fueron muy solitarios. Todo era por teléfono”, recordó, agregando que es parte del grupo Renacer, una organización que entrega apoyo a las familias que han vivido este proceso.

“Toda la ceremonia que haces para despedirte de un ser querido, no se podía hacer con la normalidad que se hacía, hay familias que aún no se despiden de un ser querido que falleció en otra región o en otra ciudad, no han podido ver a sus familiares. Siento que es tremendamente doloroso que se niegue la posibilidad a quienes han perdido familiares en pandemia”, afirmó la mamá.

Para ella, el duelo es una montaña rusa de emociones, así hay momentos en que se está arriba y bien, tranquila, pero por la tarde le venía un bajón y lloraba. “Es muy importante no sentir que vas retrocediendo. Muchas veces la gente cree que pasando los meses vas encontrando conformidad y no es así, porque con los meses te das cuenta de que es real, vas despertando del adormecimiento que produce la noticia y cuesta armar tu vida de nuevo, los tiempos para cada persona son distintos”.

La enfermedad
de Emilio

En el caso de Emilio, comenzó con dolor en los muslos como sensación que le quemaban las piernas, luego se agregó la fiebre, los vómitos, manchas rojas en todo el cuerpo. El 27 de enero fueron derivados al Hospital de Puerto Montt (por segunda vez y después de un peregrinar por distintos centros de salud buscando ayuda), ahí le dicen que tenía síndrome inflamatorio multisistémico asociado a Covid-19.

El lunes 1 de febrero pasado Emilio estaba muy mal, el joven de 16 años agonizaba, así que su mamá pudo verlo, pero sólo del otro lado de la ventana. Como mamá pidió estar con él, pero no la dejaron pasar. Por lo grave que estaba, lo iban a trasladar a Santiago, las esperanzas estaban puestas en el Hospital del Tórax, pero el traslado nunca llegó. A las ocho le permitieron verlo, pero sólo a través de la ventana. Su mamá no podía ver cómo luchaba por respirar y necesitaba tocarlo, pero el médico dijo que no se podía. Emilio estaba muy mal y murió a las 9 de la noche el 1 de febrero.

“No pude ver al Emilio cuando fue hospitalizado, pasaron seis días cuando lo pasaron a la Unidad de Cuidados Intensivos, y daban dos reportes por teléfono. El día que estuvo de extrema gravedad me dejaron ingresar (a la Uci), pero no a la sala donde estaba, yo tenía que verlo a través de un vidrio. No pude entrar a tocar al Emilio y tampoco a estar con él. Sé que rompieron el protocolo al dejarme entrar, pero para mí fue más traumático estar pegada al vidrio, sin poder entrar; podía ver a mi hijo conectado a muchas máquinas en estado crítico, pero no podía tocarlo. El único momento que tuve contacto fue cuando lo trasladaron a la Uci adultos, ahí le di la mano. Después estuve con él, pero ya estaba fallecido. Habían muchas cosas que me hubiese gustado decirle y que no pude” , finalizó Lorena Navarrete.