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Para la Fiscalía es un delito de parricidio y para la Defensoría la “historia de una sobreviviente”

Miércoles 1 de Septiembre del 2021

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El Ministerio Público va por 15 años de cárcel y la contraparte “por la absolución de María Pilar”.

El crudo testimonio que entregó la mujer acusada de apuñalar y matar al ex marido en una parcela del kilómetro 35 de la Ruta 9 Sur, sector Agua Fresca, en febrero del año pasado, no dejó a nadie indiferente en el primer día del juicio oral. Develaciones de una vida marcada por abusos, físicos y psicológicos.

Sin embargo para el Ministerio Público María Pilar Vera Vargas es autora de un parricidio, delito por el cual debiera ser condenada a 15 años de cárcel. Porque mató al ex marido, René Pérez Carrillo, a sangre fría “premunida de un cuchillo carnicero”.

Durante el llamado “alegato de apertura” el fiscal jefe de Punta Arenas, Fernando Dobson Soto, dijo que las pruebas que expondrá serán suficientes para comprobar la culpabilidad de la mujer. Sin perder de vista y dejar de considerar la perspectiva de género de este caso, con antecedentes previos de violencia intrafamiliar.

Entiende que este punto “será un aspecto medular de este juicio”. Además del “consumo problemático de alcohol de ambos, que hacen que se desaten los hechos de este juicio”.

Crimen

El hecho de sangre aconteció la noche del 20 de febrero de 2020. Aunque la pareja comenzó a beber el día anterior, en la vivienda que compartían en una parcela del sector sur.

Se habían divorciado dos meses antes, en diciembre de 2019, pero volvieron a estar juntos. En un momento René Pérez se pone agresivo y discute con ella, producto de lo cual la mujer toma un cuchillo carnicero de 39 centímetros largo con el que apuñala y da muerte al hombre, en las afueras de la vivienda, propinándole a lo menos tres estocadas en la región torácica, además de sufrir heridas en el antebrazo izquierdo, “atribuibles a maniobras defensivas por parte de la víctima”. La víctima falleció en el mismo lugar.

Defensora

Para la defensora regional, Gustava Aguilar, y abogada de la acusada, lo de su clienta no es más que la “historia de una sobreviviente”.

Pilar fue objeto de un abandono desde la infancia, y en vida de pareja, no hizo más que defenderse de una de tantas agresiones que sufrió a manos del ex marido.

Con esto no quiere justificar el crimen, sino que plantea lo que considera “una exclusión de culpabilidad”.

El fallecido tenía dos condenas por violencia intrafamiliar. Era un agresor permanente, física y verbalmente.

“La sometía a vejámenes, humillaciones. En una ocasión le rompió una costilla con una botella grande de vidrio. Otra vez le derramó agua hervida en los genitales”.

“Fueron estos episodios que la llevaron a intentar suicidarse. Ella (Pilar) tiene una historia de vida marcada por maltratos y abusos”.

En 2017 realizó una denuncia a la Fiscalía y se solicitó a Carabineros realizar rondas periódicas, para evitar nuevos episodios de violencia.

En 2018 fue internada en una casa de acogida en Puerto Natales. Al año siguiente, y por voluntad propia, abandonó el hogar y se volvió a Punta Arenas. Entre medio recayó en el tratamiento de ingesta de bebidas alcohólicas.

Y para no volver a la situación que marcó parte de su niñez y adolescencia, volvió a la parcela de Agua Fresca y buscó cobijo en la casa de René Pérez.

En diciembre de 2019 se redacta la sentencia de “divorcio por culpa”. Y en febrero se desata el crimen.

“Solicitamos la absolución de María Pilar”, dijo con voz firme la defensora regional.

 

“Me estaba volviendo loca. Me pegaba como si fuera un hombre”, declaró la acusada

¿Por qué no quiso declarar antes?, preguntó el fiscal durante el juicio. Y la acusada le respondió, “porque tenía derecho a guardar silencio”.

Y así fue. Durante el desarrollo de todo el proceso judicial nunca habló, hasta ayer en la mañana, al comienzo del juicio oral de María Vera Vargas, donde entregó su testimonio.

Primero recordó lo sucedido el 19 de febrero, en que su ex marido, René Pérez Carrillo, encargó unas cajas de vino y luego de beber empezó con lo mismo de siempre. Todo tipo de insultos de grueso calibre, denostándola como mujer. “De ahí me empezó a golpear y me fui a acostar”.

Al día siguiente se repitió casi lo mismo. Nuevamente bebieron, pero el licor a él lo ponía de mal humor y muy agresivo. “Ese día (20 de febrero) me pegó en las piernas y en todo el cuerpo. Yo tenía mucho miedo de que me hiciera algo más y ahí fue cuando tomé el cuchillo y se lo enterré”.

En esos momentos le tomó el cuello para saber si estaba vivo. “Salí corriendo a la carretera a pedir ayuda. Pasaron dos automóviles y no pararon. Luego unos ciclistas, hasta que pasó un automovilista que paró y le dije lo que había pasado”.

“Realmente no lo quería matar, pero tenía tanto miedo porque era muy malo conmigo”.

Retrotrayendo su relación con Pérez Carrillo, Pilar reconoció que “al principio era todo muy lindo”.

Ella trabajó en distintas parcelas y él empezó a visitarla. “Era un caballero, muy atento, así que renuncié al trabajo y me fui a vivir con él”.

“Yo le ayudaba en labores de pesca, vivíamos de esto, y en todo el trabajo en la parcela”.

Pero con el paso del tiempo las cosas fueron cambiando y se acostumbró a insultarla y a golpearla.

Empezó a tenerle mucho miedo porque ejercía violencia extrema. “Me estaba volviendo loca. Me pegaba como si fuera un hombre. Era con un odio tremendo”, declaró en estrado.

En un momento, cuando su caso llegó a tribunales a raíz de la denuncia que presentó ella, el juez ordenó la prohibición de acercamiento, pero nunca la cumplió el hombre. “Llegaba igual y tenía que abrirle la puerta”, porque el temor vivía en ella.

Pilar es una mujer que tiene marcado a fuego la violencia, física y psicológica. Sobre sus hombros carga una vida llena de sinsabores. Una historia de vida ensombrecida por maltratos.

“Fueron muchos maltratos de parte de mi madre, desde muy niña”, confesó llorando.

Esa mujer, que tenía la tarea y misión de ampararla hasta que su mayoría de edad, a los 13 años la echó a la calle. En ese tiempo vivían en Puerto Montt y a esa corta edad emprendió un viaje, o una pesadilla. “A dedo me fui a Santiago y empecé a vivir en la calle”. Aún corría la dictadura y un militar, siendo tan niña se aprovechó de ella y la violó. Luego terminó en hogares de acogida.

“Un círculo vicioso de violencia fue lo que viví siempre”, confesó Pilar. Y la única etapa que pudo ser mejor para ella, la terminó viviendo a golpes en manos del hombre al que finalmente terminó quitándole la vida.