A un mes de las elecciones, bienaventurados los que trabajan por la paz
Parece que, lamentablemente para todos, nos hemos ido acostumbrando a vivir en un ambiente saturado de agresividad y normalizar la violencia en todas sus formas y expresiones: violencia verbal en el trato cotidiano, violencia familiar, violencia de todo tipo de delincuentes, violencia represiva, violencia en el lenguaje y las formas de la política, violencia de saqueos y destrucción urbana, violencia de atentados terroristas, violencia en las redes sociales, y una larga lista de otras formas de violencia que cada uno puede completar según su propia experiencia.
Lo que ya es complicado y doloroso por la larga lista de víctimas que los distintos tipos de violencia van dejando, se vuelve más complejo cuando estamos a un mes de las elecciones en que decidiremos quiénes serán las autoridades que conducirán la vida y los procesos que estamos viviendo en el país.
Nos hemos ido acostumbrando a este panorama de violencias que se multiplican en sus diversas formas y, puede ser, que los actos violentos no sean más que una información entre otras; una información a la que no le damos mucha importancia, porque pensamos -quizás- que no es algo que nos afecta en forma directa, porque son noticias de cosas que les suceden a otros; pero todo cambia cuando la violencia, en cualquiera de sus formas, nos toca directamente o a nuestro entorno cercano. Pues bien, al país de todos es nuestro entorno cercano en que vivimos y convivimos.
También puede suceder que ante el panorama de violencia nos invada el temor y comencemos a vivir en una inseguridad un tanto paranoica y a llenarnos de desconfianzas y de muros defensivos frente a las demás personas. También puede suceder que nos preguntemos qué podemos hacer frente a una sociedad que se nos presenta amenazante en su carga de violencia. Quizás, puede suceder que equivocadamente pensemos que es poco lo que podemos hacer ante la violencia amenazante y que la única acción posible es tomar resguardos para que no nos afecte en forma personal.
Estando a un mes de las elecciones, los obispos católicos de Chile publicaron un mensaje en que llaman a actuar con responsabilidad y vivir el proceso eleccionario en concordia ciudadana, y ante la violencia que ronda por todos los espacios de la sociedad llaman a “revisar seriamente nuestra manera de convivir”, y agregan que “necesitamos detener la violencia y aprender a dialogar como habitantes de un mismo país y casa común y, por lo tanto, depositarios de un destino que a todos pertenece por igual”.
Así, los obispos de Chile hacen un llamado a actuar con responsabilidad, pues “para quienquiera que llegue a gobernar el país en el próximo período, la tarea será difícil y compleja, por el contexto económico y político que vivimos, sin olvidar la presencia aún entre nosotros de la crisis sanitaria. Ahora mismo debemos cuidar las palabras que se dicen y las iniciativas que se emprenden, para no generar esa polarización que vuelve más opaco nuestro presente”.
Ante las situaciones de violencia de cada día y una sociedad que nos parece amenazante, es mucho lo que cada uno puede hacer. El mismo Señor Jesús lo señala cuando dice “bienaventurados los que trabajan por la paz, porque serán llamados hijos de Dios”.
Como dice la Biblia, “la paz es fruto de la justicia” (Is 32, 17) y, así, detrás de toda violencia hay alguna forma de injusticia que la desata. Si nos hemos acostumbrado a la violencia y la hemos normalizado, significa que nos hemos acostumbrado a la injusticia, y la consideramos algo normal. Trabajar por la paz es mucho más que rechazar la violencia, significa buscar justicia para todos, cuyo fruto es la paz.
Trabajar por la paz es una tarea personal de cada día y, también, es una tarea comunitaria y social de ir creando espacios de relaciones humanas cargadas de respeto mutuo, relaciones amables de amistad ciudadana, relaciones de acogida y servicio a los más débiles. Trabajar por la paz es construir familias que aprenden a dialogar; es enfrentar en serio las situaciones de “bulling” escolar, laboral o mediático, y hacerlo sin prestarse a seguir aplastando personas. Trabajar por la paz es construir relaciones amables y de colaboración con los vecinos. Trabajar por la paz es rechazar toda forma de violencia y apostar siempre por el diálogo, porque como dice el sabio proverbio: “conversando se entiende la gente”.
En fin, estoy seguro que usted encontrará muchas otras formas de trabajar por la paz y colaborar en la construcción de un país marcado por un estilo de vida familiar, laboral, vecinal, social, política y económica que no sea el reino de los violentos, de los prepotentes y de los abusadores.