Necrológicas

“Mi desesperación crece todos los días al ver la frustración de mi pequeña”

Martes 2 de Noviembre del 2021

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Los autos con roncadores y las carreras clandestinas, a un costado de su casa, han puesto a la niña de ocho años en una delicada situación de salud. Los padres ya no saben cómo explicar que el ruido intenso de estos autos le hace daño y no la deja dormir.

Agustina Contreras Secul, tiene 8 años y antes de los dos ya estaba diagnosticada con un trastorno del espectro autista que va de moderado a severo, en su caso es no verbal. La “Agus” no puede hablar ni explicar lo que le pasa. El autismo hace que la niña perciba el mundo de una manera diferente, amplifica los sonidos y percibe cualquier cambio en su entorno. Su corta vida ha estado marcada por las terapias, escuelas y médicos.

Desde los 3 años, la “Agus” tiene un insomnio severo producto de su propia condición. “Duerme dos horas y puede despertar bien o con una crisis. Retomar el sueño puede tardar cinco horas o no vuelve a dormir”, comenta su mamá, quien explica que duerme con una manta de compresión, que pesa varios kilos que la ayuda a dormir.

Es, por ello, que para Agustina los autos con escape libre y las carreras clandestinas le han provocado muchas crisis y la vida familiar se ve muy afectada. Viven en la Avenida España donde conductores con vehículo con roncadores se instalan todos los días. Con el ruido, la niña despierta a las dos, tres o cuatro de la mañana con graves crisis. Grita y se desespera, en algunos casos la crisis es tan grave que intenta autolesionarse. Luego no puede volver a conciliar el sueño.

“Anoche despertó a las tres de la mañana, porque pasó un vehículo haciendo sonar el roncador toda la noche. Incluso hubo una vez en que se estacionaron afuera de la casa para hacer sonar el roncador, eran las dos de la mañana, ellos estaban conversando y simultáneamente hacían sonar el roncador. Mi marido (Miguel Contreras) tuvo que salir a pedirles que no hicieran tanto escándalo explicando que su hija tiene autismo”, comentó la mamá.

Ana Secul explicó que vivían en la casa de los abuelos en un sector rural, pero como su hija requiere de muchas terapias era necesario estar en Punta Arenas, para evitar el traslado y los costos que ello implica. “El tratamiento para el autismo es súper caro, porque requiere de muchas terapias y no tienen ninguna subvención”, comenta la mamá sin saber qué más puede hacer.

“Hemos salido a tratar de tomar fotos, les he tratado de hacer señas, hemos tomado patentes, llamado a Carabineros, pero nada ha tenido ningún resultado. Mi desesperación crece todos los días al ver la frustración de mi pequeña, que ya tiene un sueño difícil, y que se ve mermado por esta gente que no siente ninguna clase de empatía. Vivo entre Manantiales y Hornillas y después de Manantiales no contamos con ningún lomo de toro, menos un paso peatonal. Si deseo cruzar la calle debo retroceder una cuadra”, dice desesperada la mamá.

El papá, Miguel Contreras comenta que estos conductores pueden correr en lugares más aislados donde no hagan daño, ni pongan en riesgo a nadie. “Si les gusta la velocidad y correr, lo respeto, pero no lo hagan en la ciudad. Corran en Cabo Negro o fuera de la ciudad, pero no acá, el riesgo es para todas las personas que circulan y a los niños con autismo les hace daño”, comenta.

Finalmente, su mamá desesperada explica: “¿Queda algo de humanidad en esta ciudad? Nos vanagloriamos de ser muy generosos, pero, cuando se trata de ponerse en el lugar de otro, no sentimos una pizca de humanidad. Pasa por mi cabeza la vida del joven que falleció al frente del centro cultural, que sufrió el infortunio de toparse con estos personajes y sólo pienso qué pasará si algún día mi Agustina encuentra el portón de mi casa abierto. Ella no mide el peligro. Entonces, ¿está ella condenada a sufrir la misma suerte? Si yo pudiera hacer más no duden en que ya lo hubiera hecho”, señala angustiada.