Un gringo en Chile
N
o son muchos los libros escritos por extranjeros en torno a Chile. Me refiero a esa gente que anduvo por nuestras sísmicas tierras y luego dejaron escritas sus vivencias por este rincón del mundo.
Se entiende. Hasta bien entrado el siglo 20 venir a Chile era algo así como hacer turismo aventura o llegar a una zona de donde no se sabía cómo salir.
Entre estos forasteros audaces destaca John Coffin, que de regreso a Gringolandia escribió un libro muy poco conocido llamado “Diario de un joven norteamericano detenido en Chile (1817-1819)”.
¿Cómo llegó a Chile este gringo pate’perro y corajudo? Coffin resolvió viajar desde Nueva York a Chile en el buque Cantón, con un cargamento destinado a los patriotas chilenos, pues nuestra causa le simpatizaba. El buque arribó a Talcahuano en agosto de 1817. Para mala pata de Coffin, ese puerto estaba en poder de los realistas y Coffin fue tomado prisionero junto a toda su tripulación. Casi siempre en calidad de detenido, Coffin fue testigo de primera línea de importantes acontecimientos históricos, cuando Chile trataba de zafarse de la tutela española.
Hay cosas dignas de comentarse. Por ejemplo, no escatima elogios para los hermanos Carrera, a quienes tilda de jóvenes valientes, ricos y generosos y alaba el patriotismo del mayor de los hermanos, el revoltoso José Miguel, que tenía mucho ascendiente sobre la chusma. De personalidad magnética, almorzaba y jaraneaba con el populacho, ganándose sus simpatías, cuestión que O’Higgins miraba con indisimulada envidia.
Respecto a nuestro modo de vida, Coffin destaca la hospitalidad de realistas y patriotas, pero refiere que las casas de Talcahuano y Concepción eran demasiado desaseadas. Y más adelante agrega que “debe ser por eso que aquí las pulgas molestan por todas partes. De seguro que nadie estará media hora de visita en una casa de Talcahuano sin llevarse consigo más bichos de esos que pelos tiene en la cabeza”.
De los huasos (campesinos) Coffin señala que son hospitalarios y siempre ofrecen cuanto pueden.
En su estadía en Chile, este gringo recorrió varias ciudades, siempre vigilado, aunque los realistas pronto comprendieron que no se trataba de un tipo peligroso. De la mujer chilena refiere que son todas amables, ardientes, fieles, bienhechas y sonrosadas, que habrían sido hermosas en cualquier parte del mundo…”a no ser por la pésima dentadura que tienen, cosa que en esta tierra es muy común”.
Lastimosa verdad la que dijo este gringo, pues se sabe que a algunas mujeres de esa época las llamaban “La pensión incompleta”, ya que les faltaban varias piezas. Pero el caso de los hombres no era distinto. Gente de pueblo y ciudadanos encopetados de Concepción nunca tenían su dentadura completa. Tal parece que se lavaban los dientes con dinamita.
Coffin no pudo dejar de alabar la calidad de nuestros mostos. Confiesa que el vino por estas tierras es tan abundante como la sidra en Estados Unidos. Como los chilenos hemos sido siempre hijos de la improvisación, Coffin lamenta que este vino se le cultive con escaso esmero.
Parece que desde esos tiempos, los habitantes de estas tierras no teníamos idea de eso que ahora llaman ventajas comparativas.