El laboratorio se nos quema
Luego de ver las imágenes del fotógrafo profesional Rodolfo Soto, en uno de sus medios de redes sociales, todas del incendio en Tierra del Fuego, he quedado impactado de todo lo que se vive en lo cotidiano en una acción tan heroica por quienes sienten el llamado a combatir el siniestro. Nadie en nuestros días desconoce que el fuego es un elemento de utilidad para los humanos y que constituye uno de nuestros más grandes descubrimientos. Sin embargo, la verdadera importancia del fuego en la evolución humana recae en la determinación que tuvo sobre su cerebro y, consecuentemente, en el desarrollo de su mente, la más poderosa adquisición de nuestra especie, que nos distingue y eleva en el reino animal. Una buena manera de comprender esta afirmación es recorriendo el proceso que tuvo lugar desde que nuestro antepasado, el Homo Erectus, por vez primera dominara el fuego y lo pusiera a su disposición. Así y todo suena un tanto soberbio la expresión “dominar el fuego” si estamos a años luz de poder descubrir y entender el lenguaje de la misma naturaleza, con nuestra evolución cerebral estamos al debe en cuanto a comprender más a la naturaleza misma que nos rodea, tanto en sus comportamientos como visibles desarrollos de diversos eventos propios de la tierra de diferentes características, tales como inundaciones, sequías, terremotos, etc.
Al mismo tiempo provocando en este caso mucha angustia y frustración al ver que de los medios que se utilizan y los recursos disponibles no alcanzan para enfrentar y darle término al fuego que consume parte de este “Laboratorio Natural” concepto muy mencionado por lo demás, en múltiples discursos académicos y políticos.
En mi humilde opinión, todo lo que signifique determinar áreas naturales como un “laboratorio” en donde científicos, investigadores, educadores asumen sus labores con el buen propósito de ir descubriendo, conociendo y aprendiendo cada vez más del lenguaje de esta tierra, se hace necesario también entender que un “laboratorio” debe contar con planes y programas de contingencia absoluta determinada por una acción preventiva, basada en protocolos de prevención, acorde a las dimensiones de dicho “laboratorio”. Es verdad que nuestro país “terremoteado” por diversos eventos naturales, no nos destacamos en ser un país preventivo, sino más bien reactivo y a lo sumo vamos aprendiendo en la medida que sustentamos la memoria de los acontecimientos, pero aún así, se hace necesario y urgente invertir no solo en equipamientos, recursos y personal especializado, porque ya está comprobado que por más que se tengan los equipos más sofisticados no se logrará eliminar estas ocurrencias de incendios forestales, sean estos espontáneos o provocados por el mismo hombre.
No podemos sólo y exclusivamente pensar en utilizar los recursos para extinguir estas emergencias, sino que también realizar actividades de prevención que no deja de ser una labor tan titánica como para extinguir los mismos siniestros de fuego en los bosques. La naturaleza es sabia y siempre nos desnuda en cuanto nos permite que nos demos cuenta de lo insensato que somos al determinar acciones de corto plazo y no seamos capaces de leer la naturaleza que nos exige tener conciencia amplia y a largo plazo para de manera insistente, educar, preparar, concientizar de la importancia que tienen los bosques y de sus servicios al resto de los componentes de la naturaleza.
La esperanza está y como lo asevera el científico Paul Stamets, “en la realidad y por las características de la misma naturaleza, esta es muy inteligente, y el trabajo vendrá desde abajo en su recuperación”, eso no quita que después de esta emergencia se viene un trabajo enorme en la superficie, con nuestros niños y jóvenes, instituciones ambientalistas, gobierno local y regional, quienes pueden convertirse en héroes anónimos también en la recuperación de estos bosques y volver a conquistar ese equilibrio que hemos perdido entre el ser humano y el fuego.