Esperanza y desesperanza
El mundo cruje como lo ha hecho a lo largo de su historia. La violencia y los intereses hegemónicos de las potencias mundiales, no tienen consideración respecto de los costos que sus mezquinos intereses provocan. Hoy es Ucrania, ayer ha sido Irak, Palestina, Afganistán, Corea, Vietnam. Mañana lamentablemente serán otros puntos y áreas de la Tierra, que las potencias necesiten para seguir manteniendo su status de potencia y sus abultados y egoístas estilos de vida.
El ser humano, lamentablemente no aprende y es el propio culpable del estado en que se encuentra el planeta. Y pareciera que esto no cambia ni cambiará. El calentamiento global y el cambio climático son muestras de ello. La contaminación de los Océanos es otra de las nefastas consecuencias de un consumo desmedido (por parte de una parte de los habitantes del planeta, obviamente los del primer mundo) junto con un modelo que sólo entiende que el crecimiento, es en base al consumo y más consumo. No entender que la Tierra tiene una capacidad máxima y que los ciclos de la vida exigen tiempos de barbecho, de no usar intensivamente aditivos, fertilizantes, químicos y pesticidas. El ser humano, con más información, “conocimiento” y medios económicos que nunca en la historia, no es capaz de enfocar sus esfuerzos en superar el hambre, la producción racional y disminuir considerablemente su contaminación a las aguas, la tierra y el aire.
Y las expectativas de que esto cambie, no se ve en el horizonte cercano. Siendo realista, el ser in-humano acabará con el planeta. O cerca andará. La cornisa por la que se ha estado pasando en estos últimos 70 años desde la Segunda Guerra Mundial, con el arsenal nuclear y reservas para acabar varios planetas. Ni el cambio climático, ni la pandemia del coronavirus ha modificado la agenda de las potencias. La idea pasajera de que luego de una pandemia global, haría a un ser humano más consciente y fraterno, fue sólo eso, una idea pasajera y extremadamente ingenua.
¿Qué puede hacer un país como Chile y una Región de Magallanes para sortear o caminar en los momentos más críticos que puedan venir? En primer lugar, creo que tomar conciencia de ello y, luego establecer una estrategia y agenda para comenzar a transitar por un camino de mayor autonomía. Seguridad alimentaria y soberanía alimentaria debieran ser los primeros temas sobre los cuales basar la reflexión y luego la acción. Mayor producción agraria y agrícola, con modelos intensivos en algunos casos menores, pero principalmente modelos de agricultura familiar campesina, por decirlo en términos familiares. La Región de Magallanes, consciente de su latitud y su clima, debe disminuir crecientemente la dependencia con los alimentos que son factibles de producir en mayor intensidad y calidad en estos suelos. ¿Sabemos cuántos m2 de cultivos bajo invernadero tenemos? ¿Cuántos m2 de cultivos en invernadero debiéramos llegar a tener para acercarnos al menos en tres cuartos de temporada o de año para satisfacer nuestra demanda Regional?
Y respecto a los productos únicos y singulares, definidos en columnas anteriores como nuestras “delikatessen o delicias”, llámense corderos, merluza, ostiones, erizos, bacalao y en general tantos productos principalmente de su, hasta ahora, rico mar, debieran establecerse cuotas acordadas entre la Región de Magallanes y los productores, para que una parte mínima de estos productos, queden a precios “razonables” para el consumo regional. La industria del Salmón, poca fraterna y de escasa inserción en los consumos regionales, tampoco debe quedar fuera. ¿Cómo lo puede hacer la región con estos sectores productivos para hacerlos entender esto y aceptarlo? Bueno, pues el Estado tiene una batería de subsidios de beneficios a esas mismas empresas (Ley Austral, Ley Navarino y Tierra del Fuego, DL 889 de Subsidio a la Mano de Obra, entre otras) las que, en un escenario de no confrontación, pero si, de poner las cosas en su justa medida y justicia, debiera poder acordar o exigir que estos sectores dejen al menos, un 5% de su productividad, para que la región y sus habitantes puedan consumir e incorporar en su dieta alimenticia. Nadie pide regalos de la Industria, sino valores de costo en nuestra región. ¿O le parece razonable que un kilo de aalmón cueste casi $10.000 contra un kilo de carne brasilera o paraguaya que viajó más de 4.000 kilómetros para llegar a nuestra región cueste la mitad?
Obesidad, sedentarismo y afecciones cardiovasculares predominantes en nuestra población exigen medidas como estas.
Esto me abre la esperanza, así como la presencia de un nuevo gobierno, mi gobierno que espero esté a la altura de las altas expectativas que ha puesto el pueblo de Chile en él.
La energía en la región y su halo oscuro, expresada en el valor de venta del gas a la trasnacional Methanex por parte de la estatal Enap, que luego de 8 gobiernos incluyendo a la dictadura, no han querido transparentar. Esto también me abre esperanza. De esto seguiremos hablando.