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La hazana del piloto chileno Luis Pardo

Jueves 10 de Marzo del 2022

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Conciente de que nadie iría a rescatarlos, Shackleton decidió dejar a 22 de sus hombres esperando en la isla Elefante y partir con los otros cinco a buscar ayuda en un bote salvavidas rumbo a las islas Georgias del Sur, un territorio británico de ultramar, en una de las proezas de supervivencia más excepcionales que se conocen.

Diecisiete días después, y luego de haber avanzado más de mil kilómetros, lograron llegar a un centro ballenero noruego, en las islas Georgias del Sur.

Cuatro meses más tarde Shackleton regresó a la isla para rescatar con vida a sus 22 compañeros.

Pero una pieza clave que completa esta gesta es el marinero chileno Luis Pardo Villalón, quien al mando de la escampavía Yelcho”, una pequeña embarcación a vapor, llegó hasta la isla Elefante y rescató a todos los tripulantes, el 30 de agosto de 1916.

Tras llegar a las islas Georgias del Sur, Shackleton enfrentó una nueva odisea para intentar conseguir ayuda para rescatar a sus compañeros que aún permanecían en la isla Elefante.

Según historiadores, es probable que el inicio de la Primera Guerra Mundial haya dificultado que Gran Bretaña asumiera el rescate.

Shackleton intentó tres veces rescatar a sus hombres, sin tener éxito.

Tras el tercer fracaso, Shackleton pidió el apoyo de la embarcación Yelcho para que remolcara a la goleta Emma desde Puerto Stanley hasta Punta Arenas.

Como el comandante de la Yelcho estaba enfermo, fue reemplazado por el piloto 2° Luis Pardo Villalón.

Durante ese trayecto, ambos se conocieron y Pardo se enteró de la terrible situación de los 22 náufragos del Endurance que permanecían varados en la isla Elefante. Una vez en Punta Arenas, Shackleton solicitó a la Armada de Chile, a través del vicealmirante Joaquín Muñoz Hurtado, que la escampavía Yelcho viajara a la Antártica a rescatar a sus compañeros.

El vicealmirante lo consultó con el gobierno, el cual accedió. A simple vista, la nave -un pequeño remolcador a vapor, construido en 1906- no reunía las condiciones mínimas para viajar a la Antártica, menos en invierno. No tenía doble casco para hacer frente a los hielos. Tampoco contaba con electricidad, calefacción ni comunicación, y tenía un precario sistema de navegación.

Considerando lo peligrosa que era de la misión, se convocó a voluntarios y el primero en presentarse fue el piloto Luis Pardo, quien entonces tenía 33 años, estaba casado y tenía dos hijos pequeños.

Tras asumir el mando de la misión, planificó cuidadosamente la operación, trazó la ruta y escogió a los hombres que lo acompañarían.

De su pericia y del coraje de la tripulación dependía el éxito del rescate.

Antes de zarpar, Luis Pardo dejó una carta a su padre, donde señala: “La obra es grande, pero nada me arredra: soy chileno. Dos consideraciones me hacen afrontar dichos peligros: salvar a los exploradores y darle renombre a mi patria. Si fracaso y muero, usted cuidará de mi Laura y de mis hijos, que quedarán desamparados y sin más apoyo que el suyo (…) Cuando usted esté leyendo esta carta, o su hijo ha muerto o ha llegado con los náufragos a Punta Arenas. Solo no volveré”.

La madrugada del 25 de agosto de 1916, la Yelcho zarpó desde Punta Arenas, en medio de una gran cantidad de personas que concurrieron al muelle a despedirla. El comandante Pardo se dirigió al sur por el estrecho de Magallanes, tomó la ruta de los canales y se internó en el mar de Drake.

El rescate fue rápido y en cerca de una hora todos los británicos estaban a bordo de la embarcación, retornando a tierra sanos y salvos.

Tras el éxito de la misión, el Yelcho tuvo un triunfal recibimiento en Punta Arenas, el 3 de septiembre, y la hazaña se convirtió en un acontecimiento nacional e internacional.