Necrológicas
Judith Mariana Pardo Pérez

En las costas de Porvenir forjó su interés por la búsqueda de los secretos de la tierra hasta encontrar un tesoro en Tyndall

Lunes 13 de Junio del 2022

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  • Ante la falta de una carrera donde desarrollarse en la Paleontología, emigró a Alemania cuando ya había descubierto los primeros antecedentes de los ictiosaurios, que la llevaron a destacar a nivel mundial tras desenterrar al ejemplar bautizado como “Fiona”.

 

Hace un mes se dio a conocer una noticia que ha recorrido el mundo: se logró recuperar el primer ejemplar completo de una ictiosauria, en el glaciar Tyndall (Parque Torres del Paine) y con la particularidad de que venía preñada. La responsable de este hallazgo y de una investigación que lleva años es Judith Mariana Pardo Pérez, una porvenireña que en mayo cumplió recién 40 años, pero con una experiencia que la ha convertido en una referente nacional de esta ciencia y con proyección internacional. Una muestra de ello es que la semana recién pasada, el prestigioso diario El País de España publicó una de las tantas entrevistas que la magallánica ha brindado desde la recuperación de la ictiosauria, que bautizó como “Fiona”.

Nacida en Porvenir el 4 de mayo de 1982, estudió en el Liceo María Auxiliadora y el Liceo Hernando de Magallanes de Porvenir. Ya de niña comenzó su interés por la búsqueda de los secretos que esconde la tierra. “De chica tenía la curiosidad por la naturaleza, por los huesos, siempre me llamó la atención la anatomía animal y en Porvenir salíamos con mis papás Luis y Bernarda a dar caminatas por las estepas y recogía insectos, plantas, huesos, entre que me daba miedo y me intrigaba. Teníamos la tradición de ir todos los veranos a la laguna La Sal en Porvenir a buscar sal para el invierno”, reveló la paleontóloga, una carrera que tuvo que no pudo seguir en la región.

Esto porque al egresar de enseñanza media, ingresó a la Universidad de Magallanes a estudiar Licenciatura en Ciencias Biológicas, donde tuvo un ramo de Paleontología y otro de Geología. “Ahí me di cuenta que me gustaban los huesos muy viejos, de animales extintos, porque siempre me gustó mucho las rocas y la tierra.  Ahí me di cuenta a lo que me quería enfocar en mi investigación, y me ofrecí para ayudar en el Laboratorio de Arqueología, con el profesor Alfredo Prieto, ayudaba a don Pedro a ordenar huesos. Pero no estuve mucho tiempo, porque al año siguiente (2003) comencé con los ictiosaurios, por un compañero de universidad, Alvaro Zúñiga, que fue invitado a una expedición del Tyndall, por investigadores de la Umag que veían el tema del hielo. Mi compañero iba a estudiar insectos que vivían en el hielo como estudiante aficionado a la entomología. En esos años se estilaba mucho llevar estudiantes a las campañas científicas de los investigadores, porque los ayudaba a motivarse con un tema. Es algo que intento hacer ahora, invitar a un estudiante e invitarlo a pensar, mirando el paisaje y que se haga preguntas para iniciar su propio tema. Mi compañera iba caminando por las rocas y encontró este esqueleto en las rocas, como una impresión, sacaron fotos y cuando regresó, me mostró las imágenes y quedé impresionadísima y de inmediato dije que debíamos investigar esto”.

Ese primer hallazgo fue de dos esqueletos, una parte de una cola, aletas posteriores y algunas costillas y otro con vértebras. “Comenzamos a investigar en Internet, el lento Internet de esos años, y los profesores nos contactaron con la doctora Marta Fernández, de la Universidad de La Plata de Argentina. Ella nos entregó información y así empecé a estudiar unos papers. Y los glaciólogos, en ese tiempo de la Dirección de Programas Antárticos, que ahora es el Ciga, al ver mi motivación, me preguntaron si quería seguir y que ellos me ayudaban a financiarme las campañas, a cambio que hiciera mi tesis en el tema. En 2004 fue mi primera campaña a este sector, tenía 21 años y encontramos más ictiosaurios. Al año siguiente postulé a un fondo del gobierno regional, que en ese tiempo daban dinero a los estudiantes para sus tesis de pregrado. Con ese fondo organicé mi primera expedición, con tres compañeros. Encontramos más ictiosaurios, pasaron los años y cuando terminé mi tesis, decidí viajar por todo Chile para mostrar mi investigación, porque quería que Chile supiera de esto. En uno de esos congresos, por intermedio de Marcelo Leppe, del Inach, que recién había llegado a Magallanes, conocí al paleontólogo alemán Wolfgang Stinnesbeck en un congreso en la Universidad de Concepción. Quedó impactado del lugar y el potencial que tenía para la investigación. Me preguntó mis planes, le dije que pensaba hacer un doctorado y me propuso hacerlo en Alemania”.

Experiencia europea

Ahí es donde Judith Pardo comenzó derechamente en la Paleontología. Se ganó una beca entre el gobierno alemán y el chileno a través de Conicyt y obtuvo otro fondo para financiar las campañas de expedición. Hicieron dos campañas de excavación en 2009 y 2010. El primer año encontraron un ejemplar juvenil incompleto, y una cría de 90 centímetros. Al año siguiente, sacaron unas aletas, “que tuvimos que llevar a Alemania, porque en esos años no había un desarrollo paleontológico en Chile, ni laboratorios de preparación y pocos paleontólogos, recién se había formado la Asociación Chilena de Paleontología. Eramos menos de diez personas y todos jóvenes. Así que me fui, llevamos las muestras, que fue primera vez que se sacaba material paleontológico del país bajo las regulaciones y como no existía la ley, hubo que sacar un artículo que permitiera, de forma exclusiva que se fuera este material a Alemania como préstamo por cinco años. Perdí tres años en Alemania durante mi doctorado, esperando que se aprobara ese permiso, así que para aprovechar el tiempo, me vinculé a otras investigaciones de ictiosaurios y participar en todas las conferencias de Paleontología mostrando los resultados iniciales. En los congresos internacionales conocí mucha gente y comencé a formar una red”.

Volvió de su doctorado, junto al material que ahora está en el Inach, y por esas redes, conoció a la paleontóloga reconocida mundialmente, que la invitó a hacer un postdoctorado en la Universidad de Stuttgart, “que era un lugar que soñaba visitar y terminé trabajando ahí, casi cuatro años, pero en otra investigación, de las paleopatologías, que eran las enfermedades que sufrieron los ictiosaurios, pero con material de Alemania, Suiza, Inglaterra y me tocó viajar por varias partes comparando los esqueletos. Cuando se acabó ese proyecto, sentí que era el momento de regresar a Chile y retomar esta investigación”.

Un regreso que marca un inicio

De esta manera, ya de vuelta y con los ecos del ‘estallido social’, en 2019 postuló a un fondo del gobierno de la Agencia Nacional de Investigación y Desarrollo y en diciembre de 2020 fue aprobado, la que permitió financiar la excavación. “Fue la segunda campaña paleontológica que realizamos bajo el proyecto, la primera fue en octubre del año pasado y queda una más, el próximo año”, adelantó Pardo, que espera que todos estos hallazgos de carácter mundial le permitan contar con más fondos y de manera mucho más expedita.

“Como son fondos concursables, estás compitiendo con muchos investigadores del país que son muy buenos también, entonces debes tener un currículum muy bueno, con publicaciones en revistas de prestigio, y que demuestren el conocimiento, trabajo y experiencia que uno tiene; que la metodología esté muy detallada, y los gastos, justificados. El tema es mantenerse constante en investigación y en publicación. Y el otro problema es que los fondos siempre son de tres años, entonces se acaba el proyecto y prácticamente se te acaba la investigación, por lo que deberían ser fondos más continuos, de más años, siempre se van descubriendo más cosas”.

Diferencias que quedaron de manifiesto al conocer las realidades en ambos países. En Europa hay recursos para la investigación y para las salidas a terreno, y en Chile, el ingenio tiene que aflorar para poder seguir adelante. En ese sentido, indica que se debería “formar personal técnico especializado, en la preparación de fósiles de vertebrados e invertebrados, y para eso, más que capacitarlos, hay que hacer una escuela en que se puedan formar jóvenes que tengan más orientación técnica más que de investigación, para terreno y laboratorio, además de espacios”. Por ello, agradece la colaboración que le brinda el Museo de Historia Natural de Río Seco, que construyó el lugar donde estará depositada “Fiona”, con el fin de que sea un laboratorio de preparación de Paleontología. Sin embargo, “ahí entra solamente uno, no dos del mismo tamaño, y queremos excavar otro. O aumenta el espacio o se habilite otro lugar, como en Cerro Castillo, que es de donde viene este material, hay una tremenda oportunidad de desarrollar la Paleontología ahí. Sería ideal tener centros satélites, y que investigadores de otros países vengan, no que tengamos que mandar las muestras para que sean analizadas. Requiere inversión, porque no hay centros ni infraestructura”, reflexionó.

Judith Pardo espera que este sea el primer paso que demuestre la importancia que tiene esta investigación a nivel no sólo planetario, porque “me entrevistaron de la Nasa, así que ahora es a nivel espacial, porque mostraron desde el espacio cómo se ha ido perdiendo el hielo en el sector”, apuntó. Oportunidades también para descentralizar la investigación, motivar a niños y a formar profesionales, aunque reconoce que es muy restrictivo para la comunidad general.

“La ciencia inclusiva, que todos puedan participar, no solamente los investigadores, desde un niño pequeño a un adulto mayor, pasando por alguien con movilidad reducida, que probablemente nunca podrá llegar al glaciar Tyndall. Por eso la importancia de traer esto, porque las personas no se pueden quedar solamente con el hecho que se encuentran fósiles, pero dónde está, la gente tiene que verlos y conocerlos, para desarrollar esa identidad de ciencia”, finalizó.