Necrológicas

Cerro de la Cruz: el barrio que mira hacia el Estrecho

Lunes 27 de Junio del 2022

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El reloj recién ha marcado las 15 horas y junto al constante tráfico por calle Señoret se observa un número importante de personas que, por sus “atuendos” invernales, evidentemente no son magallánicos. La seguidilla de fotografías en el sector del mirador, hermosa postal con el Estrecho de fondo, no es más que una acción que se repite a diario casi como una ceremonia obligada al pisar tierra en Punta Arenas. Y no importa ni el día (en este caso jueves) ni la hora. 

En este mes de junio el frío se siente. La sensación térmica está bajo cero. Aún así, para los dirigentes sociales no es factor a considerar. Son magallánicos de tomo y lomo, con el orgullo compartido de haber vivido una infancia en el mismo sector y en una época distinta, con “inviernos de verdad” enfatizan.

Lo que queremos como Prensa Austral es que nos den un “tour” por el sector, les señalamos. La respuesta por parte del presidente de la Junta de Vecinos Nº28, Juan Carlos Mansilla, y de la secretaria, Mirta Isabel Saldivia, no se hace esperar: “Lo primero será dirigirnos al símbolo del sector, que se levanta y marca el inicio de la historia”. Minutos después estamos a los pies de la cruz ubicada en calle Waldo Seguel en cuya placa se lee: “Antiguamente este cerro era conocido como Cerro de las Siembras. Su nombre actual está relacionado con la cruz de madera puesta en 1881 por el presbítero Rafael Eyzaguirre, al clausurar una misión para pacificar a los pobladores después del Motín de los Artilleros. En 1896, la cruz fue arrancada de su sitial arrastrada hasta las primeras casas  de la ciudad, a los pies del cerro. Al año siguiente, la cruz fue rebuscada y bendecida por el párroco Maggiorino Borgatello. Desde entonces el cerro es conocido como Cerro de la Cruz”. Mejor resumen imposible, hasta el punto de hacer pensar que aquí perfectamente podría terminar el recorrido. Sin embargo, aún queda mucho por conocer.

La historia compartida por los vecinos cuenta que justo en este sector muchos pobladores se refugiaron durante el denominado “Motín de los Artilleros”, episodio histórico ocurrido en 1877 cuando se alzó en armas la Primera Compañía de la Segunda Batería del Regimiento de Artillería en Línea, con más de 100 soldados. En medio de una violencia desatada, asesinatos y la quema de la naciente ciudad, autoridades y cientos de personas acudieron a esconderse en cerros y bosques. Décadas después se iniciaría una época marcada por la inmigración, con chilotes, croatas y españoles poniendo piedra por piedra en lo que hoy aún es posible observar en el suelo de determinadas calles del barrio.

Hacia un barrio comercial

“A nosotros se nos conoce como un barrio netamente turístico, pero lo que queremos es que se nos considere también comercial. Por eso uno de nuestros proyectos es acentuar no sólo la oferta turística, también nuestro comercio, almacenes, hostales, negocios, de tal manera que ambos vayan de la mano”, enfatiza Mirta Isabel Saldivia. Pero, para ello resulta fundamental la concreción de uno de los proyectos más anhelados de los vecinos y que desde 2018 viene siendo impulsado por el municipio: una intervención integral en los 4 miradores (Cerro de la Cruz, el más visitado; De la Cruz, donde se ubica la estructura símbolo de la cristiandad; el Mirador del Estrecho, de José Menéndez; y el de Los Soñadores, en Avenida Colón). Junto con ello se contempla la reposición de todas las veredas dentro de Avenida Independencia, Zenteno, Avenida Colón y Avenida España (cuadrante del barrio), apuntando a la conexión directa de los 4 miradores, y a la relación natural y turística de lo residencial, conectando con el centro histórico y generando recorridos peatonales con accesibilidad universal que facilite el desplazamiento con zonas de descanso. También se ha planteado la posibilidad de incorporar un ascensor vertical y panorámico en el Mirador del Cerro de la Cruz (Señoret con Fagnano) y la instalación de una pasarela que llegue hasta la calle Señoret.

En este último lugar no es posible advertir mayor presencia de establecimientos comerciales en el área. Sin embargo, sobresalen el Café Sarmiento y el restorán La Yegua Loca. “Es un barrio residencial, turístico, ¿pero comercial…?”. Las dudas se disiparán en el posterior recorrido al corazón del sector.

Un foco que preocupa

Para darle un orden al recorrido, el segundo paso es hacia la vereda poniente de calle Señoret. Los dirigente se apuran en indicar hacia el emblemático o tristemente célebre sitio eriazo que se ha convertido en un foco de insalubridad y otras yerbas. “Esto lleva así por años, claro que ahora hasta el cerco de madera fue arrancado para hacer fuego, porque en lo que queda de la construcción circulan a diario personas, pernocta gente y, lo más terrible, también vemos a estudiantes entrando y saliendo, hombres y mujeres”, señala Mirta Saldivia.

Al observar, lo primero que se viene a la mente es una locación para una película de acción o terror, o para un video para música urbana. Resaltan los grafitis, los muros de cemento que parecen llevar a quién sabe dónde (en realidad a ninguna parte) y los desechos con botellas no justamente de bebidas. El silencio, sólo interrumpido por nuestro diálogo con ambos dirigentes, se ve alterado de manera intempestiva por una figura descendiendo de una escalera interior. Ni fantasma ni figura espectral (tampoco Carlos Pinto con su “Mea Culpa”), se trata de Fernando Calcuta Violic, el Hijo Ilustre de Magallanes, quien confidencia que suele recorrer casi a diario diversos sectores de Punta Arenas para “retratarlos” y poder ahondar en la historia. En el diálogo que mantiene con los dirigentes comparten que el sitio de importantes dimensiones perteneció a una antigua familia de inmigrantes, que posteriormente albergó al Consulado de la República Argentina y, ya como parte de la historia más reciente, a las oficinas de la Central Nacional de Información (CNI). Durante esos años recuerdan que en más de una oportunidad sucumbió a incendios. Los más recordados, en 2009 y 2013, cuando la casona se mantenía en propiedad del Ejército.

“Es triste decir que hoy este lugar se ha convertido en un foco de insalubridad, pero también de delincuencia. Aquí pasa de todo y la tranquilidad que hay ahora no es la misma que se observa de noche”, señala Juan Carlos Mansilla mientras muestra uno de los colchones que parecen ser utilizados por quienes llegan a pernoctar.

Agrega que el tema ha sido planteado a nivel de autoridades en más de una oportunidad y que en la última conversación que se tuvo con Bienes Nacionales se les señaló que este terreno fue recuperado por el Fisco en 2016 y que, posteriormente (2019), le fue cedido en comodato al municipio, entidad que habría estado interesada en instalar una oficina de turismo.

La postal tampoco es muy distinta a escasos metros (al norte). Otro sitio eriazo, con algo de lo que fue la base de una casona, justo al llegar a calle José Menéndez. En el lugar atendió durante años un restorán, el que también fue presa de un siniestro. Posteriormente se levantó una moderna e imponente construcción de dos pisos (restorán y pub), donde a través de sus ventanales y balcón se tenía una vista inmejorable del centro de Punta Arenas y su Estrecho. Esta vez no sería un incendio el que terminaría por convertirlo en un recuerdo, sino su venta para proyectar un edificio con departamentos. El traspaso a manos de inversores se concretó en 2016 con inmediata demolición del inmueble, no obstante, la nueva edificación nunca se hizo realidad. “Al menos este terreno está cerrado y no ha dado problemas a los vecinos. Aquí fue distinto porque nosotros desde un primer momento nos opusimos a que se levantara un edificio que iba a significar una intervención completa del sector y donde además se iban a incorporar estacionamientos subterráneos”, recordó Mansilla.

En el corazón del barrio

Luego de dejar atrás la calle Señoret, la vista inigualable de la ciudad, la tradicional cruz y las flechas que apuntan a distintos lugares del mundo incluyendo las distancias, el recorrido continuará al corazón del barrio. La primera estación será la esquina de calle Arauco con Waldo Seguel. 

Ahí la pregunta surge ineludible: ¿Los visitantes preguntan mucho por el crimen del Cerro de la Cruz?

“Se dice que justo en esa esquina estaba el negocio (almacén) donde ocurrieron los hechos” señala Mirta Saldivia observando el área suroriente, para luego asentir respecto del interés que el tema aún despierta sobre todo a quienes llegan por primera vez al sector. Fue en octubre de 1923 cuando el propietario del negocio de menestras, su esposa y 2 de sus tres hijos (de 7 y 9 años) fueron asesinados como parte de un robo. Dos hombres serían detenidos y enjuiciados como autores de tan deleznable hecho. Uno de ellos fue ultimado en medio de una riña dentro de la cárcel, el otro fusilado.

“No es esa historia la que queremos incorporar en otro proyecto en el cual estamos trabajando”, señala el presidente de la Junta de Vecinos. Explica que uno de los puntos de atracción para los visitantes es el sector donde están los murales de mosaicos (Mirador del Cerro de la Cruz), inaugurados en abril pasado y elaborados por 15 adultas mayores de la Población Santos Mardones con el apoyo del monitor Rodrigo Barría. “Eso queremos replicarlo en este sector. Aquí contamos con 27 paneles que corresponden al muro de nuestros vecinos de la empresa Aguas Magallanes, donde es posible ir uno a uno recorriendo en dibujos la historia de nuestro sector”, explica Mansilla refiriéndose a los muros que la mencionada empresa mantiene en el lugar.

Los antiguos negocios

Mientras observamos como dos adultos mayores abordan un microbús del transporte público en la intersección de calle Arauco con Fagnano, el recorrido nos llevará a calle Patagona observando el fin de la ciclovía que viene desde la extensión de esta última arteria por poniente, inaugurada en marzo del año pasado. “Como pueden apreciar acá hay una mezcla de lo antiguo y lo nuevo. Esto último trae algunos problemas claro, como el mayor tránsito que obliga a los muchos adultos mayores que tenemos a estar más atentos. Además, en poco tiempo tal vez vamos a requerir de cámaras de televigilancia, pero por ahora seguimos siendo un sector tranquilo”.

En este punto, Juan Carlos Mansilla dice que hay que tener en cuenta que dentro del cuadrante está parte importante del denominado Barrio Rojo (Balmaceda, Errázuriz e Independencia, desde la Avenida España a poniente). “Siempre hay problemas aislados, y uno que otro caso que queda como anécdota (como el sujeto que se viralizó con su caída de un segundo piso), pero para eso debemos desarrollar un trabajo coordinado con seguridad y los propios dueños de establecimientos. De hecho para los próximos días tenemos agendada una reunión en nuestra sede social”.

 

Respirando la nobleza de la madera

“La fachada no ha cambiado mucho, diría que está igual”, dice Mirta Saldivia al pasar por la fábrica de maderas Aliro Cárdenas, a sólo pasos de lo que otrora fue la Escuela Patagonia, donde justamente estudiaron los “dueños de casa” que nos acompañan, inmueble que hoy está destinado a otros menesteres.

En las instalaciones de calle Patagona 1024 el sonido de las máquinas se percibe desde la puerta. Adentro, en primera línea está el propio Aliro Cárdenas, quien junto a su hermano Juan Ramón fueron los llamados a continuar el legado de su padre. “Y tenemos para rato, porque tanto hijos como sobrinos están todos estudiando carreras relacionadas con la construcción”, señala el primero al darnos la bienvenida.

Aliro cuenta que es toda una vida en el barrio, desde que nació y con el negocio familiar más de 50 años, por eso no es presumir aquello de “pioneros en la construcción de muebles e inmuebles”.

Agrega que el crecimiento del negocio ha ido de la mano de nuevos desafíos en materia de construcción, desde una puerta hasta proyectos inmobiliarios y de turismo, “y claro con mejores momentos que otros. El periodo 93-2001 fue el más importante, donde incluso exportamos mucho a Argentina”.

Sin embargo, pese a ese crecimiento no han transado el seguir siendo parte del Barrio Cerro de la Cruz. “Aquí nacimos y crecimos. Vivimos un tiempo justo en la esquina y luego nos fuimos más hacia el norte cerca del Hospital Regional, pero el negocio siguió acá y esperemos que siga aquí”, señala Aliro mientras nos invita a recorrer las dos plantas de sus instalaciones, las que tiene la particularidad de mantener lo más antiguo incluyendo maquinaria.

En el lugar se respira la nobleza de la madera. Los espacios lo comparten puertas, ventanas, sillas y otras piezas de mayor envergadura y en la parte alta se observa un cartel atesorado como parte de la historia del negocio. “Ese fue el primero con el que comenzamos esto”, señala Cárdenas previo a la despedida.

La caminata sigue, entre recuerdos de los almacenes más antiguos, donde la mayoría de sus propietarios han fallecido dejándolos en manos de familiares. Se menciona “Donde Pin Pin” (en José Menéndez) y el “Almacén Cerro de la Cruz” (Fagnano esquina Arauco). Y, como no, de las antiguas mueblerías que hubo en el sector; hoy no quedan más de dos o tres, con especial recuerdo de la que durante décadas se ubicó en la esquina de calles Arauco y Errazúriz, donde la familia Montiel hizo escuela en el arte de la madera.

 

Los años siguen siendo dorados

Al llegar a la sede de la Junta de Vecinos Nº28, en calle José Menéndez, la imagen enternece. Más de 10 abuelitas comparten en medio de recuerdos, risas y la infaltable once. Saludan atentas y luego se preparan para la fotografía. 

Dicen estar contentas y agradecidas por la posibilidad que se les da de reunirse una vez a la semana y, a veces, incluso más. Señalan que su sede está al fondo del mismo sitio donde se levanta la construcción de la unidad vecinal, pero que hoy no está en condiciones de ser utilizada.

Vale mencionar que ellas pertenecen al Club “Años Dorados”, independiente de la junta de vecinos, el que durante 22 años viene desarrollando diversas actividades que más bien tienen que ver con encuentros y reencuentros.

En el diálogo coinciden en la importancia que tiene para sus almas esta instancia, el valor que sienten que les dan los vecinos al facilitarles un espacio y al orgullo que sienten de ser parte de una comunidad tranquila que, pese a los cambios propios del paso de los años, mantiene importantes valores de respeto, apoyo y solidaridad.