Guillermo Ibacache abandonó la Defensoría Penal para ejercer la abogacía de forma independiente
Fue el exceso de trabajo y el nivel de exigencia lo que lo
llevaron a renunciar. “A mi edad no se justifica mantener estos
niveles de estrés por cumplir metas y exigencias”, planteó.Con 47 años de ejercicio de la profesión dice sentirse lúcido y “con cuerda” para seguir litigando en tribunales
Edmundo Rosinelli
Después de 20 años de prestar sus servicios como defensor penal público licitado, el abogado Guillermo Ibacache Carrasco decidió seguir ejerciendo la profesión, pero ahora de manera independiente.
A sus 75 años de edad si hubiese estado en el Poder Judicial estaría siendo objeto de manifestaciones de despedida.
Pero con 47 años de ejercicio de la profesión dice sentirse lúcido y “con cuerda” para seguir litigando en tribunales.
En las dos décadas que lleva en vigencia la Reforma Procesal Penal se mantuvo ligado a la Defensoría, pero siempre de forma licitada. “Nunca fui empleado público”, aclara.
Sobre todo porque al principio podían ejercer como abogado particular. Después el sistema no lo permitió, salvo que tomen causas particulares de otras regiones del país.
“Fue una muy buena experiencia”. Con esta frase resume sus 20 años ligado a la Defensoría.
Ibacache se tituló de abogado el año 1975 de la Universidad de Concepción. Eran los tiempos en que Derecho se estudiaba en sólo tres universidades (Universidad de Chile, Universidad Católica y Universidad de Concepción).
“Vine por dos años”
“No nací acá, pero me quedé para siempre”. Cuenta que se vino a Punta Arenas por dos años, como abogado de la Contraloría General, al crearse las defensorías regionales, cuando partió la regionalización.
“En esa época yo trabajaba como egresado de Derecho en la Contraloría de Concepción. Hasta que un día me llama el jefe y me dice Guillermo se acaban de crear dos oficinas. Una en La Serena y otra en Punta Arenas donde necesitan un asesor jurídico. Dónde te quieres ir. Lo pensé y como en esa época estaba partiendo la Zona Franca, y yo estaba recién casado, pensé en venirme por dos años, ya que a la vuelta me podía ir con un autito nuevo más otros enseres. Me compré un Peugeot 404, que en esa época era la sensación del momento. Pero cuando se terminaron mis dos años me ofrecieron dos trabajos que me resultaron imposibles de rechazar: uno fue la Fiscalía Nacional Económica, que creó en Punta Arenas un cargo que se llamó fiscal regional”.
También ejerció como asesor jurídico de la seremi de Bienes Nacionales.
“Me vine a Magallanes como abogado de la Contraloría por dos años y no volví nunca más a Concepción. Luego con mi colega Edmundo Correa (Q.E.P.D.) compramos una oficina y trabajamos juntos”.
Hasta que hace 20 años vino la Reforma Procesal Penal y entró a participar en el ámbito de la Defensoría Penal.
Ejercicio
“Vuelvo al ejercicio libre y mientras estemos en esta condición de pandemia, y que el sistema permite tomar casos en todo Chile, no me voy a ir todavía de la ciudad. Pero mi plan a futuro es instalarme en Pucón, ya tomé la decisión”.
Uno de los casos emblemáticos que ha tenido en los últimos años es la defensa de Luis Huaiquil Andrade, condenado a cadena perpetua simple por el femicidio de Elizabeth Mella.
En estos momentos la causa está radicada en la Corte de Apelaciones, instancia en la que Ibacache presentó un recurso para anular el juicio.
“Ahora su caso queda en manos de un defensor penal público, a menos que el señor Huaiquil llegue a un acuerdo conmigo para que lo defienda yo como abogado particular”.
Con tantos años de oficio dice tener un sexto sentido. “Ya los conozco tanto que me doy cuenta si un tipo es creíble o no. Y yo a él le creo cuando me dice que no fue”.
Exceso de trabajo
Como defensor penal licitado le asignan 400 casos mensuales. Tiene que atenderlos a todos por igual por una cantidad equis de plata. “Pero si ejerces libremente la profesión tienes la opción de cobrar por un caso lo que te paga la Defensoría por cuatrocientos”.
Fue el exceso de trabajo y el nivel de exigencia lo que lo llevaron a renunciar. “A mi edad no se justifica mantener estos niveles de estrés por cumplir metas y exigencias”, expresó Ibacache.