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Texto constitucional y el miedo a lo nuevo

Por Carlos Contreras Martes 5 de Julio del 2022

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Carlos Contreras Quintana
Abogado

Se ha entregado el texto armonizado del texto constitucional que será sometido a la aprobación de los ciudadanos chilenos y su preámbulo precisa: “Nosotras y nosotros, el pueblo de Chile, conformado por diversas naciones, nos otorgamos libremente esta Constitución, acordada en un proceso participativo, paritario y democrático”.

La noticia es que, por fin podremos revisar el texto en su integridad y luego de una lectura, más o menos intensiva, podremos decidir si lo aprobamos o lo rechazamos.

Sin entrar a los aspectos más sustantivos o sustanciales del texto es necesario hacerse cargo de algo que, lamentable y nuevamente, se ha instalado en el aire, en las conversaciones y en las miradas: el miedo. El miedo que se pretende instalar ante la posibilidad de aprobar un texto constitucional que algunos consideran innecesario, perjudicial o inaceptable, sin más.

No quiero referirme a las intenciones que están detrás de quienes se han constituido en portavoces del miedo y que le asignan, a priori, la voz “rechazo”, porque creo es inútil y, además, no es posible hacerse cargo de los miedos de cada uno, fundados o no, pues ello queda radicado en los lugares más reservados de la intimidad.

Quiero referirme al miedo que se instrumentaliza y que tiene su origen en el cambio, en lo nuevo, en aquello que pretendemos construir y que debe reemplazar lo existente, en fin, en el miedo a innovar y hacernos cargo de un mundo distinto al que muchos vivimos en nuestra infancia y primera parte de adultos y que es muy distinto para nuestros hijos.

Se trata de un sentimiento casi instantáneo el miedo a lo desconocido, y eso esta muy relacionado con lo que acontece ahora, pues hasta hoy el texto definitivo era desconocido como tal y, por lo tanto, el rechazo se planteaba hacia lo desconocido, aquello que no es parte de nuestro desconocimiento, como el miedo al porvenir, al espacio, a los elementos y, en fin, a todo aquello que ignoramos.

Pero a partir del día de ayer y gracias a las redes sociales podemos descargar este, anticipadamente, texto constitucional rechazado por algunos que ni siquiera lo habían leído y por ello es posible que el miedo desaparezca, pues como lo ha demostrado la historia de la humanidad y de las civilizaciones, el conocimiento es luz, es señal de vida y de futuro, es el cimiento sobre el cual se construye el porvenir, y a partir del día de ayer podemos acceder al conocimiento y dejar de lado las voces que anuncian el desastre, tendremos la oportunidad indelegable de revisar el texto constitucional dejando de lado las polémicas de los seres humanos que lo construyeron y se enfrentaron de distintas forma en este último año, dejando atrás los odios de montoneras, los desprecios de clase ( en uno y otro sentido), las ambiciones  desatadas y los minutos de fama que, naturalmente, se expresaron y evidenciaron en este camino.

Es el momento de avanzar, dejando atrás los más tristes sucesos humanos, acusaciones, descalificaciones y desprecios para descubrir si efectivamente este texto representa a la mayoría, a los desposeídos y poderosos, a los chicos y grandes, a los jóvenes y a los adultos, a quienes necesitan y a quienes tienen; es el momento de descubrir, si al final del día, el texto entregado nos representa o no para probar o rechazar el trabajo de los representantes del pueblo, porque no debemos olvidar que la participación ciudadana que permitió la elección de los constituyentes fue alta y, por ende, representativa así que no es posible discutir su legitimidad… ahora es el momento de discutir y resolver acerca de su sabiduría.

Es momento de dejar atrás el ruido del miedo, de la descalificación y de los intereses personales para encerrarnos a la lectura dedicada y atenta de un texto que es determinante para nosotros, pero más determinante para nuestros hijos y nietos, para los que vienen.

Los invito a dejar atrás el miedo, la ignorancia y avanzar hacia la luz, pues mañana tendremos que aprobar o rechazar por cada uno de nosotros y de quienes forman parte de nuestro presente y futuro.