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Cómodos, secos y temperados

Por Alfredo Soto Martes 12 de Julio del 2022

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Está claro que a pesar de vivir en esta región, la más grande del país y que posee una variedad de climas bastante importantes por las distancias y exposiciones cordilleranas, esteparias y marítimas y también dependiendo de la ubicación geográfica, es posible distinguir algunas de ellas, como de estepa fría semiárida, trasandino, frío de altura, templado frío y húmedo de tundra. Así, también, hacia la zona occidental de archipiélagos, el clima allí se presenta frío, húmedo y bastante lluvioso, con precipitaciones que superan los 3.500 mm anuales, haciéndola unas de las regiones más lluviosas del planeta.

Con total seguridad y en general podemos decir que no tenemos cultura del frío, cuando nos sorprendemos de que las temperaturas hayan bajado tanto en estos ultimos días y casi como una competencia vemos cómo nuestras comunas se van envolviendo en ambientes gélidos, olvidando que estamos en pleno invierno y que las condiciones son naturales y no nos debiera dar sorpresas mayores.

En lo que sí estamos de acuerdo es que frente a la supuesta incultura ante el frío, esta está sujeta a que los últimos inviernos ya nos estábamos acostumbrando a “inviernos mentirosos” (columna anterior) sin precipitaciones de nieve, sin grandes heladas y ya rápido pasábamos a una primavera prolongada en el tiempo, aún así y en lo profundo, la verdad que la especie humana hace rato dejó de sentir los verdaderos embates que provocan el frío y que incluso los más avezados evolucionistas remarcan afirmaciones que la especie humana evolucionó precisamente estando en condiciones extremas de frío, en los periodos glaciares que le correspondieron enfrentar, en donde sus “veranitos” escasearon y todos los días al levantarse en el interior de sus refugios, bosques o cavernas, su preocupación era extender la vida y la de su clan lo que más pueda.

Preocupaciones tales como mantener el fuego, cazar para comer y usar las pieles de sus presas, mantenerse vigorosamente activos, utilizando espacios que estén más expuestos al sol y no a los vientos predominantes, razón por la que la Cueva del Milodón no fue habitada por nuestros primitivos patagónicos, ya que está justamente abierta hacia la fría penumbra solar de la tarde y expuesta a los vientos predominantes del Noroeste o Sureste.

Al final de uno de los periodos de la glaciación que duró 70.000 años y luego comienza a subir la temperatura y con ello el nivel del mar, provocan grandes cambios y nuevas proliferaciones de vida, con el paso de los milenios se desarrolla la agricultura, la ganadería y en definitiva el comienzo de nuestra civilización tal como la conocemos. Es decir, asocio este último párrafo a concluir que mientras las condiciones son tranquilas, benignas de mucha abundancia y comodidad, pareciera que nuestra especie pierde ciertas habilidades y sensaciones ante el acierto de la comodidad, de la vida pacífica, del disfrute de los espacios idílicos que contribuyen a vivir en una especie de “paraíso”, ambientes como lo conocemos de vida muy placentera. Llega el frío y todo se revoluciona, nuestras mentes se ocupan en trabajar las ideas y tareas para mantenernos lo mas cómodo posible, secos y temperados.

Pero a veces esto no se logra por desconocimiento absoluto del rigor de ciertas normas naturales, como el estar bien hidratados, bien nutridos y alimentados, abrigarse lo suficiente para contrarrestar las pérdidas de calor de nuestros segmentos más expuestos como son, las manos, los pies, la cabeza y los genitales, evitar los cambios bruscos de temperaturas que impactan de lleno en nuestros sistemas respiratorios, pulmones y bronquios, buscar siempre el calor del sol aunque sea de pocos minutos. Frente a esto no me cabe duda que nuestra especie y la misma naturaleza forman un sistema en donde ocurre una especie de simbiosis, en donde todo tiene que ver con todo y nada es al azar. Ese contacto directo marca la vida de nosotros los humanos, de la misma forma que la naturaleza se ve resentida cuando nos comportamos como especie de manera irracional, sin mediar sentido empático, todo lo destruimos, esta misma naturaleza provocará los embates suficientes cuando se sienta agredida por nosotros. El problema está en el desconocimiento de sus respuestas y perdemos la memoria de cómo enfrentar dichos embates.

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