Barrio Prat: donde la historia de Magallanes se respira
- Este sector ha escrito por décadas su propio día a día. Desde almacenes a supermercados, desde boliches a mini markets, desde servicios de emergencias hasta restoranes, clubes sociales, establecimientos educacionales y ferreterías. Es el Barrio Prat, el de los vecinos antiguos, el de la parroquia, el de Bomberos, el del deporte; el lugar donde muchos magallánicos respiraron y abrieron sus ojos por primera vez.
Recorrer sus calles es como adentrarse en una historia atrapada en el tiempo. Es, seguro para muchos magallánicos, reencontrarse con algún momento de la vida, con lugares comunes, con postales tangibles y con el calor humano de vecinos que comparten sus recuerdos bajo el indisimulable orgullo de decir “yo soy del barrio Prat”.
Cada testimonio converge en aquello y en el reconocer que se trata de un sector “de personas mayores” que mantienen el espíritu que caracterizó al barrio: la tranquilidad, la cooperatividad y solidaridad.
Así lo destaca la presidenta de la junta de vecinos Nº10 Barrio Prat, Erica Barrientos, quien acaba de ser reelegida en un cargo que ha mantenido desde hace más de dos décadas y le ha permitido desarrollar un plan de trabajo que reconoce no ha sido tan difícil a nivel de colaboradores y por el arraigo que su gente tiene con el sector. “Yo nací en Tocopilla, pero llegué siendo pequeña porque mi mamá era magallánica. Así que puedo decir que llevo toda una vida en el barrio y que en la dirigencia estoy vitalicia”, dice sonriendo.
Al hablar de lo bueno del sector no duda en mencionar la tranquilidad, aún entendiendo que los tiempos han cambiado y que de ser durante décadas un sector alejado del centro de Punta Arenas hoy está cerca y es paso obligado para muchas personas que viven en la periferia.
Las actividades en su unidad vecinal, la estrecha relación con la gente y organizaciones, y el punto neurálgico que significa la Plaza Esmeralda son mencionados como parte de lo positivo que advierte a diario en su labor dirigencial. Sin embargo, al momento de hablar de problemas de inmediato apunta a las antiguas instalaciones del ex Hospital Regional, y de necesidades, el contar con mejores luminarias pensando en la seguridad sobre todo de los adultos mayores.
Los negocios del barrio
Antes de continuar con el diálogo con la presidenta “vitalicia”, el periplo nos lleva hacia el interior del barrio. En el cuadrante de su jurisdicción (Avenida España, Videla, General Juan Salvo y Capitán Guillermos) lo que más abundan son los almacenes en todas sus variantes, desde lo que otrora se conoció como boliches hasta surtidos mini market y la presencia en su límite norte de un supermercado.
Uno de los almacenes más antiguos y conocidos es el “Jessy”, en la intersección de calles Condell y Covadonga, cuyo propietario es un activo colaborador de las organizaciones sociales del sector y testigo privilegiado de la historia más reciente del barrio Prat (se estima que los primeros pobladores llegaron en la primera década del siglo XX).
Lino Ramírez, “Don Lino”, como se le conoce en el vecindario, cuenta que se asentó en el sector hace más de 20 años ante la posibilidad de adquirir un negocio que llevaba establecido hacía varias décadas. “Claro que todo ha cambiado, recuerdo que antes pasaba por aquí y ni siquiera las calles estaban pavimentadas. Era como lejos, pero esta esquina siempre ha sido buena para el negocio, más antes cuando no había tanto almacén. En el último tiempo, sobre todo con los retiros del 10%, hubo mucho vecinos que se instaló con negocios, pero para esto hay que saber y ser sacrificado y ordenado en cuanto a horarios, al trato con proveedores y también para atender y relacionarse con la clientela”.
De los cambios que ha sufrido el sector, recuerda que antes no habían tantas casas, que más arriba había una cancha de fútbol (del Club Español) y que, evidentemente eran tiempos de mayor tranquilidad. De hecho, por seguridad “y también porque ya no se tiene la energía de antes”, la atención de “Jessy” es hasta las 22 horas y no como era antes hasta la medianoche.
Para el final, la pregunta del por qué el nombre de su almacén. “Jessy fue la perrita, una poodle, con la que llegamos acá y que años después falleció aquí afuera atropellada. También tuvo perritos que igual nos acompañaron durante años”, rememoró “Don Lino”.
A través del vidrio
Una de las esquinas “más privilegiadas” del sector es, sin duda, la de Condell y Zenteno. En una de ellas se encuentra vidriería Paine, local que durante décadas ha atendido los requerimientos de los vecinos del sector y también la de clientes de otros lugares de la ciudad.
Su propietario, Alfonso Huentelicán Ojeda, cuenta que es un natalino que llegó al barrio hace más de 37 años para instalarse con el mismo negocio pero una cuadra más al norte. “Pero soy de acá, digo que he pasado casi toda mi vida en el barrio Prat y creo que aquí me voy a morir”, señala para luego destacar la tranquilidad del sector, lo “espectacular” que son los vecinos, “y el hecho de que nos cuidamos entre todos”.
En lo que respecta a su rubro, cuenta que es como muchos autodidactas “que han aprendido su oficio por necesidad” y que sus buenos trabajos le han permitido ampliar su clientela. Vidrios de diversos espesores, para ventanas, mesas y todo tipo de muebles son su especialidad, material elaborado, dimensionado, donde también destacan los trabajos de enmarcado.
De anécdotas cuenta que ya no hace repartos ni instalaciones a domicilios, pero que hace algunos años asumió una misión complicada y no exenta de riesgo: instalar ventanales de grandes dimensiones en una céntrica tienda. El problema, recuerda, es que cada vidrio “pesaba una tonelada” y que había que subirlo con cuerdas e instalarlos en un segundo y tercer piso. Menciona que si eso era un problema, peor lo era el tener que instalarlos en verano con mucha gente, principalmente turistas, circulando en plena Bories. El trabajo se hizo bien, sin inconvenientes y sin que la empresa a cargo gestionara el necesario cierre del área para evitar un accidente.
Nacido, criado y “ferretero”
A escasos metros del punto anterior se encuentra la Parroquia Cristo Obrero, donde puede observarse a gran cantidad de jóvenes participando de actividades, mientras se nos señala que el párroco Luis Rendich se encuentra en Santiago. A la vuelta por calle Zenteno uno de los emblemas del deporte del sector: el gimnasio del mismo nombre, donde el cemento parece atesorar grandes jornadas de baby fútbol protagonizadas por varias generaciones de magallánicos.
Al frente la Escuela Arturo Prat, más allá el Liceo Experimental otrora Universidad Técnica del Estado, donde, o se estudió o al menos se asistió a alguna fiesta en los ’70 y ’80. Y, desde luego, cruzando la calle lo que queda del histórico frontis del Hospital Regional con ese inconfundible kiosco, hoy cerrado, el que hizo más dulces y frescas las esperas hospitalarias, degustando los helados de la fábrica “El Pingüino” de Eulogio Tapia.
Volviendo por Zenteno es imposible no pasar a uno de los negocios símbolos del sector: Comercial y ferretería San Marcos. Decir que el establecimiento está instalado hace 69 años, parece suficiente para sustentar lo anterior. Y más aún, señala su propietario Mario Drpic Díaz, “en esa casa esquina, que era otra construcción mucho más pequeña, nací yo. Ahí porque el hospital ni siquiera estaba en ese tiempo”. Recuerda, además, que los terrenos del otrora recinto de salud eran una cancha “donde todos los ‘viejos’ que andamos por ahí jugábamos a la pelota”. Agrega que muchos amigos se fueron, que mucho terreno hoy está construido y que existen muchas edificaciones interiores aprovechando que los sitios eran amplios.
En cuanto a su negocio, recuerda que comenzó en 1970 “con mi papá haciendo todo” y que pese a las fluctuaciones que se han registrado a lo largo del tiempo “hoy de verdad estoy preocupado por las alzas de precios, porque a uno le suben las cosas y lo complican. La pregunta qué se puede hacer, ¿subirle el precio a los clientes? No, porque no puedo vender algo a 100 ‘lucas’ y al otro día ponerlo a $120 mil”.
Hacia el Hospital Regional
Cuando se habla de lo que queda del hospital parece estar todo dicho, menos el destino que debiera tener y que es, en definitiva, lo que preocupa a los vecinos. “Oiga son 12 años y es terrible porque nadie hace nada. Ahora dicen que se lo vendieron a una empresa del gobierno, pero en qué está eso. Nosotros vemos lo que pasa ahí todos los días, los fines de semana. Si esto está para hacer una película con todo el movimiento que se observa”, señala Drpic.
Quien también lamenta lo que ocurre es la dirigenta vecinal Erica Barrientos que -reconoce- aunque cansada de tanta reunión, anuncio o propuesta al respecto “hay que seguir dando pelea” para que se haga algo con esas instalaciones. Señala que el problema es social, sanitario, de seguridad, y que lejos de ser suposiciones, a lo largo de todos estos años se han registrado hechos que claramente indican que es así. Para la presidenta de los vecinos la única esperanza es la gestión que pueda hacer el gobernador Jorge Flies, que -recuerda- cuando fue intendente encabezó iniciativas en búsqueda de soluciones que luego de su partida jamás se concretaron.
Quien también lamenta la situación del abandonado recinto es Alfonso Huentelicán, de vidriería Paine. “Su traslado marcó una importante baja del movimiento en el sector. Su presencia claro que daba un movimiento enorme al barrio y hoy, lamentablemente sólo queda lo que se ve ahí”, señala a través del ventanal que da justo hacia el ala norponiente de lo que fue el centro hospitalario.