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León Trotsky

Por Jorge Abasolo Lunes 18 de Julio del 2022

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Bastante original el libro de Tariq Ali, con originales ilustraciones de Phil Evans. De la Editorial Longseller, en Chile es distribuido por Editorial Zig-Zag. En 176 páginas recorre la vida del hiperkinético bolchevique de origen judío, uno de los padres del comunismo soviético.

El libro nos refrenda que la Revolución Rusa fue de principio a fin un completo desastre y tan falsa como beso de madrastra. Y es que la conducción bolchevique de esa Revolución estuvo en manos de gánsteres.

Esto resulta paradojal si se tiene en cuenta que -en la actualidad- el gobierno ruso está a cargo de verdaderos delincuentes, que no ocultan su condición de integrantes de la nueva mafia. Como para creer aquello de que “la historia se repite”.

De niño Trotsky era propenso a la maldad. En cierta ocasión, recién cumplidos los once años, le cortó la cola al gato a la altura de la cabeza.

Era diez años más joven que Lenin, aunque veinte años más malo que el pelado revolucionario. Comunista acérrimo, estaba convencido que el sostén era una prenda marxista, ya que “aplastaba a los ricos y levantaba a los caídos”.

En los comienzos de la relación, Trotsky y Stalin fueron inseparables. Parecían ceja de monos, andaban juntos en todas partes. Pero, como la historia entre comunistas suele ser de amor y odio, un día empezaron a odiarse y luego a separarse.

Como orador era incendiario (dos veces lo detuvieron por pirómano) y un analista político de fuste. Poseía una personalidad bastante fría, fruto de los cuatro años que había pasado exiliado en Siberia.

De su psicología podemos decir que Trotsky (cuyo verdadero nombre es Lev Davydovich Bronstein) era un tipo arrogante y que se jactaba de ser un intelectual. Además, era muy irascible. Lo apodaban “El Fósforo”, ya que al menor roce perdía la cabeza.

Cuando la temible Cheka (predecesora del KGB) empezó a matar campesinos rusos como si se tratara de cucarachas, al joven Trostsky se le vio deprimido y muy angustiado. Al preguntársele el por qué de su congoja, respondió:

– Es que los pobrecitos se van muriendo conforme los vamos matando.

Así operaba la lógica maquiavélica de este chicoco más malo que pegarle a la abuelita.

Ya distanciado de Stalin, éste nunca dejó de reconocer a Trotsky como uno de los mejores cerebros del partido.

Un 20 de agosto de 1940 Trotsky fue asesinado por un joven que le dio varios hachazos en la cabeza, lo que confirmaba la admiración de Stalin por el cerebro del fallecido líder.

“Trotsky para principiantes” es un libro que vale la pena leer.

Es entretenido, didáctico…y harto más serio que este comentario.

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