Patagonia, una maternidad
Prof. Alfredo Soto Ortega
Gaia Antártica Umag
Es un hecho que llegando los vientos de septiembre en nuestra región, comienzan los movimientos migratorios de diversas especies que han permanecido, algunas esperando ocultas, otras invernando y muchas trasladándose a latitudes más cálidas en los inviernos fríos de nuestra Patagonia. Es momento de retornar por la comida fresca que ofrecerán las altas latitudes del Sur Austral, como así también las condiciones adecuadas para que muchos y por efecto natural patrocinado por la posición del Astro Rey, se inclinen en aumentar la población de sus especies, una lucha constante de subsistir ante la cadena natural de presas y predadores quienes no ocultan su entusiasmo en que muchas especies eligen, estos momentos primaverales para tener sus crías.
Estas migraciones que también se conocen como prenupciales, la gran mayoría de las aves vuelven a los lugares de crianzas iniciales, algunas de ellas recorren grandes distancias, pero se diferencian de aquellas que vienen exclusivamente a comer, teniendo la oportunidad de mantener y sustentar sus energías para luego volver, incluso a distancias del Hemisferio Norte. ¿La pregunta es del porqué, tanto sacrificio y tantos riesgos que hay que asumir para trasladarse tan lejos, cruzando el planeta por más alimentos?, la respuesta es muy sencilla, en donde está localizado el invierno, es efectivamente donde escasea el alimento por lo tanto, cada especie sabe dónde “le aprieta el vuelo” y deciden de manera biológica su desplazamiento de manera instintiva, influyendo en su sistema endocrino de acuerdo al ángulo del Sol sobre el horizonte y cúpula que tradicionalmente y por muchas generaciones de especies lo han cruzado y hecho en sus correspondientes procesos evolutivos.
Se sabe y con lamento podemos darnos cuenta, a través de estudios que muchas aves migratorias ya no lo están haciendo, producto del aumento de la temperatura, en que los inviernos no son tan fríos como para seleccionar nuevos y más cálidos rumbos, como así también, la cantidad de alimentos que el humano desecha, y claro entre realizar un vuelo titánico a nuevas latitudes, se quedan por la comida-basura de los humanos. La estación cálida de la primavera es sin duda la estación que más favorece a la naturaleza, en donde se proclama radiante con mayor luminosidad, vientos que van limpiando los campos y movilizando la vida entre las plantas y los animales, es así como se magnifica en cuanto color se pueda ver en distintos parajes de nuestra naturaleza austral. Entre estos mismo colores, florecen las plantas que tanto les cuesta permanecer en los crudos inviernos y al mismo tiempo se engalanan con el tradicional y abundante cortejo de muchas especies animales.
Es el momento en que nuestra naturaleza patagónica se convierte en una maternidad enorme para muchas de las especies que conocemos. Y hay algunas de la que no nos damos cuenta porque debiéramos estar muy atentos a los ambientes marinos, en donde también fluye la vida y los recorridos habituales de muchas especies en que su ambiente son las aguas de nuestras costas. Algunas vienen ya en camino, recorriendo miles de kilómetros, algunas gigantes como las ballenas que vienen con la convicción de encontrar aguas puras en oxígeno, frías y muy nutritivas, otras saltarines del mar como los pingüinos magallánicos que enfrentan las costas atlánticas, para venir a ubicarse en nuestras costas con el propósito de aumentar sus poblaciones y alimentarse en abundancia para un próximo ciclo de vida. Están los predadores y las presas, en gran abundancia para sustentar el equilibrio biológico que permita el control natural de sus especies. Nuestra ciudad en diversos puntos vemos cómo cada año abundan las palomas, pero cada cierto tiempo, llegan esplendorosos los halcones que fiscalizan y controlan esas poblaciones, cernícalos, halcones peregrinos, halcones perdigueros y otros, afilan sus garras para dar testimonio de la natural cacería.