Edmundo Rojel Navarro (Q.E.P. D)
En la vida siempre aparecen personas que marcan huella en nosotros y en el lugar que habitan. Ya sea como maestros, guías, referencias, y también por lazos fraternales. Edmundo Rojel Navarro fue una de esas personas, que de seguro con su testimonio de vida fue referente incuestionable para muchos. Lo conocí cuando llegué a Magallanes hace más de 18 años, pues fue uno de los padres fundadores del Partido Demócrata Cristiano de Magallanes y, junto a Roque Tomás Scarpa y Mateo Martinich Martinich, a través de largas conversaciones pude conocer la historia de un partido que ha aportado en la construcción de gran parte de Magallanes. Junto a ellos, otras maravillosas personas dieron testimonio de vivir el humanismo cristiano, pues fueron parte de una generación de jóvenes soñadores que se la jugaron por la justicia social y la libertad, y que a lo largo de sus vidas siempre pensaron en hacer comunidad, solidarizar, y trabajar por un mundo mejor.
Edmundo además tuvo otros espacios que le permitieron aportar a su comunidad, pues ya vimos hace unos días el hermoso y merecido reconocimiento que hicieron los bomberos de Magallanes a uno de los suyos. Del mismo modo, volcó su acción social a defender y promover los derechos de los trabajadores siendo parte de la Anef como dirigente. Una mente inquieta y una voz fuerte, de esas que quedan marcadas en la memoria de quienes lo conocimos. Una voz fuerte pero que también llevaba ternura en cada uno de sus relatos.
En Edmundo también pude ver a muchos trabajadores y trabajadoras del Ministerio de Obras Públicas, pues formó parte de una generación de servidores públicos que, con poco, hizo mucho y que con ingenio más que ingeniería le mejoraron la calidad de vida a muchas personas durante muchos años. Hizo escuela junto a Nicolás Izquierdo, otro insigne ser humano que en forma temprana partió mucho antes que él. Como ser que amaba lo que hacía, nunca dejó de estar mirando lo que hacía el Mop. Agradecí siempre su mirada crítica y su perspectiva histórica de lo que hicimos cuando trabajé en esa gran institución. Después que salí del Mop, junto a él, como ex funcionarios un par de veces salimos a recorrer obras, quizás con un poco de nostalgia, quizás con el sentido de misión que nos dejó haber trabajado para tener una mejor infraestructura para Magallanes. Escucharlo, ver cómo sus ojos brillaban y revivían eran un viaje en el tiempo.
Para mi fue un privilegio tenerlo como amigo, camarada y colega.
Conocer de primera fuente parte de la historia de Magallanes me fue aferrando a una tierra de bellas personas como Edmundo, quien con casi un siglo de vida pudo ver cómo crecía Punta Arenas, cómo se llegaban a lugares aislados y apartados y cómo se fue poblando esta tierra donde las estrellas se ven más cerca y donde la naturaleza nos habla con el viento.
En el último tiempo nos han dejado seres esenciales y fundamentales que están en la memoria colectiva de Magallanes. Una generación se nos va. La generación que generalmente aportó desde el anonimato, que luchó contra la adversidad, y que construyó un país con principios como solidaridad, humanidad, fraternidad, comunidad, libertad, respeto, responsabilidad, humildad y sobriedad.
Dejaste huella, querido Edmundo, al igual que otros y otras de tu tiempo. A todos ellos el agradecimiento y admiración, pues fundamentalmente a quienes quedamos nos enseñaron a amar la vida, y que si se hace pensando en el bien común la vida se hace más plena. Querido Edmundo, descansa en paz.