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Tiempos imperiales

Por Abraham Santibáñez Sábado 29 de Octubre del 2022

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Mientras en Chile nos preguntamos qué es más acuciante: la seguridad de  las personas o una nueva Constitución, en el mundo el reloj de la historia parece caminar en otro sentido. O estar francamente en marcha atrás. En la semana, el caricaturista Jimmy Scott presentó en El Mercurio al nuevo “emperador” de China: Xi Jinping. Poco antes en muchos medios internacionales se ha descrito a Vladimir Putin como el nuevo Zar de Rusia.

Desde el final de la Segunda Guerra Mundial la mayoría de los imperios todavía existentes entraron en declinación. Hoy, décadas después, aunque no lo reconocen explícitamente, Xi y Putin parecen empeñados en rescatar coronas imperiales del pasado.

En el caso de China, lo ocurrido en su reciente Congreso se veía venir. Aunque no fue sorpresa, no quedaron dudas de la determinación de elevar a Xi Jinping la dignidad de gobernante absoluto. El estilo que impuso para combatir la epidemia del Covid es un buen ejemplo: la consigna del cero crecimiento del contagio se impuso sin excepciones tras las acusaciones iniciales de que el virus se había “escapado” de un laboratorio en Wuhan. Sin asumir ninguna responsabilidad por sus efectos sociales y económicos, el gobierno chino cerró ciudades enteras por largos periodos, con el consiguiente costo.

La oposición, que en un momento floreció en Hong Kong bajo la premisa de “una nación y dos sistemas”, ha sido ferozmente anulada. La libertad de expresión, que era su mejor ejemplo, en la práctica ya no existe.

Hasta ahora, parecía imposible dejar un país entero de toda información gracias al desarrollo tecnológico. Pero en China se  intentó y se ha logrado. En Rusia, para seguir con el paralelo, el combate parece más difícil aunque las perspectivas no son halagüeñas.

Al final de la semana de reuniones en el Palacio del Pueblo, en Beijing, el corresponsal de The New York Times, resumió crudamente la situación:

“Sucesivos líderes chinos han declarado, por más de dos décadas, que el país se encontraba en un ‘periodo de importante oportunidad estratégica’, lo que implicaba que China no enfrentaba un riesgo inminente de un conflicto mayor y podía concentrarse en el crecimiento económico.

“Durante años se dijo que “la paz y el desarrollo siguen siendo los temas de la era actual”, sugeriendo que, independientemente de los problemas que tenga el mundo, las tendencias positivas estaban del lado de China. Sin embargo, estos dos lemas, tan invariables que rara vez llamaron la atención, no figuraron en el informe de Xi al inicio del congreso ni tampoco en su discurso de 104 minutos que resumió el informe final. Ni en la versión completa en chino, en 72 páginas entregada a funcionarios y periodistas”.

China, en definitiva, de manera muy propia de su cultura, está diciendo al resto de la humanidad que se ha cerrado un ciclo, que ya la nación tiene la suficiente fuerza como para imponer sus propios puntos de vista. No lo dice, como Putin, de manera explícitamente agresiva. Pero lo deja entrever, justamente cuando su presidente, secretario general del PC y comandante en jefe de las Fuerzas Armadas, acumula un poder que ya supera al de Mao Tse tung (Mao Zedong para las nuevas generaciones).

Lo predijo Napoleón: “Cuando China despierte, el mundo va a temblar”.

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